Hoy te vi trotar a través de la ventana de mi cuarto, te veías apresurado y abatido. Tocaste la puerta de mi casa con frenesí, desesperado.
Aunque mi corazón seguía agitándose al verte, guardé aquellas sensaciones en un cofre oculto y te negué la entrada, no me importó escuchar lo que tenías que decir. Ya no más.