Esa noche, luego de aquella acalorada pelea, fundiste tus labios en los míos. Ese gesto era tan diferente a los demás, tan embriagador y desenfrenado. La adrenalina corría por nuestras venas, me tocaste; dejé que me tocaras. Fue imposible alejarme de ti, estaba tan sumida a esto que no vi tus verdaderas intenciones.
De nuevo... ¿Por qué fui tan ingenua? ¿Fue la falta de experiencia o esto solía ocurrir?