Cuando notaste el camión de mudanzas, enloqueciste. Quedaste estático al ver como mandaba por adelantado algunas de mis cosas. No quería hacer todo de un soplón, preferiría poco a poco.
Te acercaste a mí y preguntaste qué hacía, para dónde me iba y por qué.
Pude ver como tus luceros se cristalizaron, tus manos temblaron al tocar mi cara. Te dejé verme y dejar caricias en mi rostro, en fin y al cabo, más nunca te vería.