Hoy lloré de nuevo, no por ti, no por dolor, porque nada había sucedido. Me desahogué para limpiar mi alma, para sentirme aliviada y por primera vez, bien consigo misma. Sollocé porque no te vería de nuevo, porque, aunque dijera lo contrario aun te quería, te amaba y me desvelaba pensando en ti. Estos últimos días me confundiste tanto que titubee al irme, tu mirada demostraba tanto dolor que agrietó el corazón que estaba empezando a sanar.
Las explicaciones que tanto me pedías estaban listas, desde que te conocí me encargué de ello.
Como todas las noches, escribí estas últimas palabras en mi diario, aquel cuaderno que tenía manchas de lágrimas y dolor, que habían aguantado todo lo que me sucedía, todo lo que tú me hacías.
Arranqué todas esas hojas y las guardé en la caja que te tenía preparada. Cuando me fuera te las dejaría y tú las recibirías, compartirías el dolor que viví, la decepción que me hiciste pasar.