Conciencia Negra - Escucha a tus muertos

Capítulo 7 - Conociendo al más buscado

La oficina de Armendariz estaba un poco más ordenada que cuando recibió la visita del miembro de la junta, más temprano. De hecho cambió algunas pinturas por retratos suyos con presidentes y otras personalidades. Era consciente de que ni su nombre ni su rostro eran de dominio público, pero necesitaba que la chica se sintiera intimidada por quien estaba por empujarla a una situación tan delicada como la que le propondría. No podía permitir que dudara o pensara en negarse, siquiera. Mucho menos sospechar que su tía había sido descartada como daño colateral. Ya lo sabría, pero no era el momento. Y por supuesto que debía quedar bien en claro a quien debía responsabilizar, cuando recibiera la noticia.

La secretaria del director guio a Samanta y la hizo esperar en la oficina, como parte del plan de intimidación. Observaba algunas fotos en las Armendariz aparecía junto a algunos presidentes y personalidades internacionales. Figuras tan disímiles como Castro, Trump, Macron, Putin, o Chávez. Armendariz entró sigilosamente por la puerta apenas entornada mientras Samanta veía las fotos.

—No crea que es un mérito personal, todo político debe tener un friso como ese para gozar de cierto prestigio.

Samanta se giró clavándole la mirada. No llegó a sobresaltarse, pero adivinó la intención.

—¿Usted es un político? Me dijeron que era el Director de la agencia de inteligencia. ¿No deberían ser menos obvias sus intenciones de ascenso? Además, la citación fue del Departamento de Justicia, ¿no existe una división de poderes que respetar aquí?

Armendariz sonrió incómodo. Se percató en ese mismo momento que la chica no era demasiado fácil de manipular. Había pensado que cuanto más viera ella que podían actuar desde cualquier lado, más intimidatorio sería, pero en ese momento, estaba siendo contraproducente.

—Señorita Clay, veo que no tiene problemas en pasar por alto algún protocolo o etiqueta, algo que de acuerdo a lo que dice su expediente debiera tener muy claro. Pero no se preocupe, no necesito obsecuencia, sino todo lo contrario, así que se lo agradezco. Soy el director Armendariz. Tome asiento, por favor.

Sin esperar a que ella lo haga, avanzó hacia su escritorio, se sentó y tomó un sobre que había dentro de su primer cajón. Rompió el sellado y extrajo de adentro una carpeta. La colocó delante de Samanta cuidadosamente. En la primera página, tenía abrochada la foto de Max.

—No tiene nombre, ni paradero conocido. Está acusado de varios delitos. Suplantación de identidad, ejercicio ilegal de la medicina, falsificación de documentos, de papel moneda, de títulos públicos, estafas reiteradas... y asesinato. No actúa en solitario, tiene vínculos con la mafia y opera como un mercenario perfecto para el grupo o cártel que lo requiera. Necesitamos atraparlo, es una amenaza federal. Y como no sigue un patrón, ni un modus operandi determinado, no nos es fácil rastrearlo. De hecho nos sorprendió que se haya cobrado una víctima mortal. Y allí es cuando decidimos que este caso sea prioritario. Mañana podría aniquilar a un centenar o millar de personas solo porque puede hacerlo y sirve a sus fines. Es así de impredecible.

Sam se quedó con la boca abierta. Por más mentiroso o exagerado que pudiera ser ese señor que tenía enfrente, era un director de inteligencia, y pintaba a Max como a un verdadero monstruo.

—¿Y a quién mató?

—Eso es clasificado. —dijo Armendariz paladeando la oportunidad de sacar la carta de la tía Edith. Pero no era en absoluto el mejor momento. Podía provocarle una crisis y anular toda posibilidad de cooperación.

—Pero, ¿por qué yo? ¿Y qué es exactamente lo qué...?

—Necesita una compañera y acaba de encontrarla en usted. Hace unos años, tuvo alguien que lo asistía en sus andanzas y lo hizo vulnerable. Esperemos que pase lo mismo ahora.

—¿Años? Pero... ¿Cuánto hace...?

—Años, muchos. Este personaje no es un delincuente común, Samanta. Pero usted tampoco es una persona ordinaria. Me ha impresionado su expediente.

—Gracias, pero no me deja muy tranquila.

—Nosotros tampoco lo estamos, créame. Deberá ganarse su confianza y convertirse en su mano derecha. Generar el escenario propicio para ayudarlo a que cometa un nuevo crimen, mantenernos al tanto y así podremos atraparlo infraganti. No hay ninguna prueba hasta el momento que lo condene. Como ya le dije, ni siquiera hay un registro que pueda darnos indicios de su identidad. Si no fuese porque dirijo la agencia que se ocupa de eso, diría que alguien de adentro lo protege.

Sam tragó saliva. Era obvio que fueron ellos quienes los espiaban en la escollera, según le había advertido Max antes de separarse.

—Le preguntaría si sabe que ya me he reunido con él, pero no quiero parecer una estúpida. ¿Por qué no lo atraparon allí?

—¿Bajo qué cargos? ¿Por caminar por la playa y comer una hamburguesa con usted? ¿O por intentar envenenarla con gotas oftalmológicas?

—No sé, no creo que esté preparada para esto... siempre he sido una administrativa, una analista teórica, pero jamás una espía.

—Es verdad. Pero justamente eso es lo que necesitamos. Este hombre parece estar siempre por delante de nosotros y de alguna manera sé que conoce a cada uno de los agentes que podemos plantarle.



#1747 en Detective
#463 en Novela policíaca
#4218 en Thriller
#2216 en Misterio

En el texto hay: misterio, crimen, amor

Editado: 05.07.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.