Conciencia Negra - Escucha a tus muertos

Capítulo 15 - Poseídos por los votos

No había pasado ni siquiera una semana desde el incidente del hombre que se vio morir, cuando una nueva asignación había llegado a manos de Max por intermedio de una nueva tarjeta de memoria con un video de su amigo fallecido. Con las cartas sobre la mesa, Max sabía que podía contar con su compañera y ella, que aún tenía una guerra interna muy potente, sabía que podía pedirle a su jefe, por quien aún no podía identificar sentimientos claros, que le genere alguna coartada o serie de pistas para poder entregarles a sus enemigos en la agencia de inteligencia. Armendariz no era tonto, ni mucho menos, pero de alguna manera creía que tenía agarrada a Sam sin dejarle opciones, y eso no dejaba de ser una ventaja.

—Te agradecería que vayas un poco más despacio, esto de trabajar por la noche, en un lugar tan apartado, me pone muy nerviosa. Ni siquiera veo películas de terror. Y como de costumbre, ni siquiera me informaste adecuadamente para que lo que estamos por enfrentar. ¿Tan poca anticipación tenemos para prepararnos? ¿Qué se supone que debo hacer? Ni siquiera voy producida esta vez, pero veo que tú tienes todo un equipo encima.

—No te preocupes, esta vez solo tendrás que estar atenta a lo que pase cerca de nosotros. Vamos a la casa de un ex socio. Político y mafioso, para no defraudarte, pero no está en casa, por lo cual no estoy volviendo en calidad de su antiguo colaborador. Espero no encontrarme con nadie allí que pueda reconocerme.

—Tengo que comenzar a acostumbrarme a cerrar la boca, nada de lo que pueda preguntar servirá para tranquilizarme —dijo Sam tomándose la frente—. ¿Otra vez estaremos bajo fuego? No fui entrenada como agente de campo, y la verdad, no quiero hacerlo, ¡soy una analista, maldita sea!

Antes de que Max pudiese responder, llegaron a destino. Era una casa tipo victoriana, construída a base de paneles, pero con una carpintería que lucía un cuidado artístico y un mantenimiento notables en las terminaciones. Los rodeaba una niebla espesa, lo cual hacía todo un tanto tétrico. Max bajó del vehículo y abríó el maletín. De él sacó una valija de médico apenas más pequeña que cabía perfecto. La abrió para revisarla, solo contenía una biblia pequeña, un crucifijo y una botellita de vidrio, que sin mucha suspicacia podía adivinarse que contenía agua bendita. 

—Nunca me gustaron los temas demoníacos. Jamás jugué ni siquiera al juego de la copa. 

—Tampoco yo. Solo rompí copas después de tomarlas. Sostenme un momento la valija.

Max se quitó el abrigo y reveló una sotana. Sam abrió la boca, asombrada.

—¿También te harás pasar por sacerdote? Creí que serías un exorcista laico.

—No me gusta ejercer sin títulos.

—Caradura. Blasfemo.

Comenzaron a caminar hacia la puerta. La niebla les cerraba el lugar dificultando la visibilidad por lo bajo. Max tocó la puerta asiendo un manijón de aspecto siniestro. Una mujer de aspecto demacrado y ojos muy grandes que se presentró como Soraya,  los hizo pasar sin demora. Mostraba algo de alivio al verlos, aunque tampoco dejaba de verse curiosa.

—Soy el padre Vittorio Merlino, exorcista de la orden del Vaticano. Alguien me llamó con suma urgencia por un presunto caso de posesión.

—Así es, padre. Pero ojalá fuera presunto. La niña está endemoniada de verdad. Yo misma la he visto caminar por las paredes y echar fuego por la boca.

—Está segura? Eso sería más propio de un dragón ¿Bebe con frecuencia?

—¡Max! —dijo Samanta casi en un susurro, avergonzada. Soraya hizo caso omiso de la broma insultante, pero le clavó una mirada de desaprobación. La sotana comenzaba a dar resultados en los privilegios, intuía que esa mujer le hubiese respondido airadamente si no creyera que era sacerdote. ya verían cuanto duraría.

—Pasen por favor.

—¿Vas a dejar de hacerte el gracioso? Los curas exorcistas no salen de un escenario de Stand-up —objetó Sam sin levantar la voz mientras caminaban hacia una escalera al costado en caracol dispuesta al lado del hall de entrada.

—Seguro que no viste “Repossesed”. Linda Blair era muy mal atendida por Leslie Nielsen, el de “The Naked Gun”. Eso sí fue un sacrilegio.

Subieron siguiendo a Soraya. Los peldaños crujían, las sombras duras se recortaban contra la pared por la escasa iluminación. Se escuchó un rugido y a continuación un grito desgarrador, que hizo que se detuvieran momentáneamente. Soraya giró para ver a Max a la cara.

—Espero que tenga mucha experiencia en estos casos, Padre Merlino. Las cosas podrían salir muy mal.

—Suena como si usted hubiese visto varios de estos. —agregó Sam.

La mujer sonrió mostrando toda su dentadura y las sombras dibujaron una máscara horrible en su rostro.

—Solo en películas, como usted.

Al llegar a la puerta, comprobaron que los golpes venían del otro lado, con violencia.

—Ahora es toda suya.

Max tomó el pomo de la puerta y entró dubitativo. Un velador voló frente a él y se estrelló contra la pared, casi rozándolo. Miró hacia la cama, Una chica atada de manos al respaldar se contorsionaba intentando liberarse. Su cara estaba desfigurada, cubierta de llagas y cicatrices, pero eso no evitaba que tuviese una sonrisa perversa dibujada. Los dientes tampoco se veían demasiado bien, siendo que pertenecían a una veinteañera. Samanta entró por detrás. No pudo evitar taparse la boca del asombro. Max giró y luego de revolver en el portafolios, extrajo el crucifijo y lo exhibió ante la chica.



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En el texto hay: misterio, crimen, amor

Editado: 05.07.2022

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