18 años atrás.
Pain et Beurre era uno de los mejores restó de la zona. No solo se servía de la mejor cocina francesa tradicional, sino que se solía rentar su enorme salón a fiestas de tipo diplomático o de los círculos empresariales más altos, gracias a su arquitectura barroca tan llamativa. No por nada solían referirse a él como Le Palace, que tenía mucho más sentido por su opulenta apariencia.
La seguridad era bastante estrecha, había hombres no solamente en la entrada, sino también en las plantas superiores, cuidando el acceso a los baños privados, oficinas comerciales y cuartos de servicio. Cuando la mujer alta y morena, vestida con un imponente atuendo lleno de brillos y strappless avanzó por uno de los pasillos del primer piso, uno de los guardias apareció de la nada para cortarle el paso.
—Señorita, no puede circular por aquí. El acceso al público está restringido.
—Es que está muy aburrido allá afuera. — dijo aproximándose con cadencia sensual e invadiendo el espacio del guardia con un perfume hormonalmente perturbador.
—Por favor, salga o tendré que llamar a alguien para que la acompañe a la salida.
—No hará falta. Es una pena, eres muy lindo. —Con aire de ofendida le tocó la mejilla con el dorso de su mano en el que lleva un anillo. Antes de que puediera decir nada, el agente de seguridad cayó al piso, inconsciente. Yanel abrió la puerta y lo arrastró dentro. Una vez que lo ubicó a un costado, fuera de la vista, e dirigió al escritorio en medio de la habitación. Allí encendió una computadora, extrajo un pendrive de su cartera y comenzó a grabar datos.
En otro despacho, un técnico sentado en una terminal vio como se abría una ventana de alerta en su pantalla. Tomó el teléfono para dar el alerta de inmediato.
«Señor, alguien penetró en el sistema sin autorización.»
«Sí, fue hace segundos desde la oficina del restaurante.»
«Enterado, gracias.»
Mientras tanto, en la pantalla del computador en la oficina invadida, aparecía un cartel de “datos grabados correctamente”. Yanel extrajo el disco y se dispuso a salir, pero cuando abrió la puerta, del otro lado un hombre le apuntó con un arma con silenciador.
—¿Me creerías si te dijera que buscaba un toilette? —dijo y sin esperar respuesta, tomó el brazo del hombre para golpearlo en la cabeza y empujarlo fuera, sin soltarlo. Una vez en el pasillo, se percató de que había otro detrás, entonces con la mano armada del primero disparó en el pecho, atravesando al cuerpo del primero también. Los dos cayeron al piso, pero cuando Yanel avanzó hacia la salida del pasillo, un tercero hizo su aparición. Le dio un golpe corto en la laringe y lo derribó de otro golpe en la cabeza. Observó asomándose por la esquina del pasillo y una vez que comprobó que no había nadie más, comenzó a entrar los cuerpos a la oficina de la que salió.
En el salón princilpal de abajo, Max se encontraba sentado en una mesa, con una copa de coñac en su mano. Miró el reloj, con gesto aburrido, hasta que notó la manera en que esa mujer se acercaba por el extremo opuesto caminando, dispuesta a cruzar la pista de baile hacia la salida. Salió a su encuentro y la detuvo, tomándola por la muñeca.
—Me pregunto si me permitirías que baile este tema contigo.
—No, gracias. Me temo que tengo una urgencia impostergable, de la que me acaban de avisar. —dijo ella tratando de no llamar la atención.
—O que acabas de provocar. En unos minutos la seguridad se dará cuenta de lo que hiciste. —Yanel lo miró aún más sorprendida—. Si bailas conmigo, tendrás menos miradas sobre ti, que si te vas corriendo.
Max la toma del hombro y la cintura. Ella, algo confundida, se dejó llevar. Por los parlantes comenzó a sonar Wicked Game de Chirs Isaak.
—No entiendo mucho de qué hablas, pero de todas formas me pareces un tipo atractivo. —dijo levantando la mano con la intención de acariciarle la mejilla con el dorso en el que lleva el anillo. Max le tomó la muñeca antes de que llegue a tocarlo.
—¿No tienes modales? ¿Te invito a bailar y me quieres envenenar con un toque de tu anillo mágico?
— ¿Quién eres?
—Por ahora solo el que te sacará de un problema mayor.
—Ahí vienen los de seguridad. —dijo mirando hacia atrás.
—¿Se te ocurre algo como para resultar menos sospechosa?
—¿Además de intentar matarte y salir corriendo?
—Pues, ya lo hiciste y no funcionó.
—Entonces usaré el plan B. Espero que entiendas que no es nada personal.
La mujer besó a Max con pasión exagerada. En un momento determinado, intentó utilizar el anillo para rozarlo pero luego desistió. Los de vigilancia buscaron a su alrededor, pero no encontraron a nadie que les llamara la atención.
Max dejó de besarla y levantó la vista para comprobar que ya no había guardias cerca.
—Muy bien, creo que ya no tienes por qué preocuparte. Gracias por no matarme, pudiste haberlo hecho, esta vez tenía la guardia baja.