Conciencia Negra - Escucha a tus muertos

Capítulo 21 - Prohibido olvidar.

Yanel se encontraba viendo la primera foto que le tomaron junto a Max, mientras esperaba sentada en el despacho del director de Inteligencia. La puerta se abrió abruptamente y no llegó a guardarla en su bolsillo todo lo rápido que hubiese querido. Armendariz entró hecho una tromba y se acomodó en su sillón detrás del escritorio, sin saludar. Ni siquiera pareció reparar en ella, sin embargo…

—Si quieres, en el archivo tengo fotos más claras de Max, por si no lo recuerdas bien.

Yanel hizo un mohín de burla.

—Gracias, pero me sirve más esta. Fue apenas un par de días antes de que intentara matarme. Motivación suficiente para llevarla en ese momento crucial que me espera. ¿Tiene información adicional, o solo me hizo venir para confirmar que lo haría?

El director estaba bien seguro de los motivos por los cuales le pedía semejante cosa a ella. En su momento, había manipulado las cosas para que Yanel crea que fue su propio esposo el que había intentado quitarle la vida en otra misión. Ya eran pareja pero ella se enteraría de esa subtrama mucho tiempo después. Precisamente luego de su “accidente”.

—Digamos que me sentiré mucho más seguro si te pido esto viéndote a los ojos, más allá de lo que te adelanté ¿Te parece cruel que te encomiende esto justamente a tí? Hablo en serio.

—No. Me parece justo. Lo que no entiendo es el cambio en la agenda. ¿Por qué Max hasta ahora era imprescindible y ahora es una carga?

—Porque una vez más se está saliendo con la suya. Y lejos de ayudarnos nos está quitando objetivos de la lista. de todos modos lo de “imprescindible” es escesivo. Era un activo importante, aunque no supiera que nos era funcional con cada una de sus maniobras. Pero de pronto se convirtió en un saboteador. Berardi murió por su intervención, aunque él mismo no hubiera querido ese final.

Yanel se quedó recordando el momento en el que le entregó la fotografía a Max. Si Armendariz llegaba a tener apenas una sospecha de eso, no podría salir de ese despacho con vida.

—Está bien. Pero ya sabe que conmigo no hay vuelta atrás. No voy a abortar una misión que estuve esperando durante mucho tiempo.

—Quédate tranquila. Una vez que Max esté muerto, La Ferretería quedará bajo tu supervisión, tal como habíamos quedado. 

—¿Qué pasa con Samanta Clay? ¿La tengo que dejar a la deriva?

Armendariz se encogió de hombros.

—En lo que a mí respecta, Samanta Clay jamás existió. Tampoco hay registros de ella en la agencia, ya está fichada en la sección Delta. Y si alguien no existe, nadie lo lamenta. No sé si soy lo suficientemente claro…

—Entendí perfectamente. Y supongo que tampoco importará si ella muere antes que él, aunque sea unos minutos.

Armendariz echó una carcajada genuina.

—¡Qué sádica eres, mujer! Aprovecharás para mostrarle un poco de despecho por haberte olvidado? En fin, haz lo que te parezca. Te quiero contenta con todo esto, y sobre todo, que confíes en mí de nuevo.

—Descuide, director, nadie confía más en usted ahora mismo de lo que lo hago yo. —dijo sonriendo con picardía, mientras salía de la oficina.

Armendariz se quedó mirando la puerta con aire preocupado. No estaba tan equivocada con la poca confianza que tenían sus subordinados y socios en él. Le daban permanentes muestras de eso. Tampoco sabía por qué esa mujer sentía que debía confiar, pero parecía auténtica, y lo que tenía que hacer, no tenía demasiadas aristas o variantes, se trataba de una ejecución lisa y llana. Y seguía siendo la mejor en eso.

 



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En el texto hay: misterio, crimen, amor

Editado: 05.07.2022

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