Pálida, como si su delicada piel fuese sinónimo de luna, sus largos cabellos rubios se estiraban reposando a lo largo del verde y húmedo pasto, en el rostro la expresión esbozada del terror que en aquellos interminables momentos debió sentir, sus labios parecían pronunciar en silencio la última sílaba de quien clama y suplica aquella piedad que no es escuchada, cuerpo intacto, al menos al ojo simple de los que curiosos miraban, las manos atadas, adornadas cruelmente con una especie de esposas elaboradas con flores y espinas, así encontraron a Marianne, helada como un témpano y tendida sobre el Jardín de la Ciudad, el parque más popular de Valkyntoch.
Una llamada anónima recibida hace tres meses en las oficinas de la policía, dio inicio a una serie de hallazgos macabros, once víctimas en total hasta el momento, la última de ellas, Marianne. Todas las muertes habían sido de mujeres con una edad que oscilaba entre los dieciocho y veinticuatro años, con rasgos similares: cabello muy claro, ojos verdes, tez blanca y la sutil belleza de una doncella, en su mayoría universitarias que jamás pudieron volver a casa, dejando vacía, una parte de aquellos hogares donde las esperaban y el corazón completamente desecho de sus familiares y amigos. Encontradas en lugares distintos, pero con la misma característica impía que el verdugo ha plasmado en ellas, por lo que sin duda se trata de un asesino en serie. Bajo el artístico y a la vez espeluznante lazo que floreaba en las manos de los fúnebres cuerpos, se ocultaba algo más atroz, los cadáveres presentaban una mutilación, los dedos, tres de cada mano: meñique, medio y pulgar, nunca se hallaron por ninguna parte, el mismo patrón en los once actos.
Mi nombre es Gilbert del Piero, llegué a Valkyntoch a los seis años, han pasado veinticinco y jamás habían ocurrido casos como estos, por ello la población estaba impactada a más no poder, Valkyntoch pasó de ser una ciudad tranquila a un cúmulo de temores, de preguntas sin respuestas, hay quienes creen que los crímenes provienen de alguien ajeno a la ciudad, un intruso que ha venido a sembrar el terror, lo cierto es que resulta difícil descifrar todo esto, debido a que era un territorio bastamente amplio y turístico. En sus lares se hallaban edificadas las universidades más emblemáticas de la región, excelentes hospitales, la estación del tren de Rosch, el museo más antiguo del continente y además poseía también el mejor conservatorio de música de entre las ciudades aledañas, he aquí, la razón por la que jamás me he mudado, bueno, desde que tengo la edad suficiente para decidir mis acciones, he trabajado arduamente por conseguir ser, lo que en el mundo de la ópera se conoce como un tenor lírico, el mejor que haya existido en Valkyntoch, pero he tenido poca suerte para lograrlo, pese a que comenzaba a ser algo reconocido por gente que solía asistir a ciertos eventos en los cuales asumía el papel de tenor principal, pequeños bares en los que el público estaba mucho más interesado por beberse hasta el fondo el contenido de sus copas que por la calidad y deleite que podía ofrecerles mi voz, poco a poco me he ido haciendo un nombre, no a la altura de lo que cualquiera esperaría, pero era algo, mi perseverancia ha sido más que punzante y como resultado he conseguido mi más grande concierto, se llevaría a cabo dentro de unos días en el Jardín de la Ciudad, justamente donde ha ocurrido el último homicidio.
Voy a relatarles sobre los asesinatos, conozco varios detalles, ya que siempre me he interesado por lo que ocurre en la ciudad y esto es tan importante que no puedo desapercibirlo, es lamentable que suceda algo así, y me apena aún más, que ocurra a puertas de mi más memorable concierto, me encantaría que todo estuviese como hace tres meses, cuando la ciudad aún gozaba la calma total de su innata paz, ahora se ha vuelto un caos inminente. El primer hallazgo ocurrió junto a la laguna de Barú, un turista llamó a la policía cuando observó en una canoa a mitad del lago lo que parecía ser un cuerpo abandonado sobre ella, la segunda víctima fue reportada apenas una semana después del crimen en Barú, esta vez a un lado de los rieles del tren de Rosch, la estación que conecta con dos ciudades limítrofes. La tercera y cuarta mujer asesinada se hallaron una y dos semanas después, ya en Valkyntoch todos estaban alterados y enardecidos por los hechos, la policía no tenía la más mínima experiencia, menos aún en manejar este tipo de situaciones porque en años jamás había ocurrido algo así, más que una u otra riña producto del exceso en el alcohol de las fiestas propias de la ciudad, o algún muy aislado caso de violencia familiar, en lo general Valkyntoch ha sido siempre un lugar tranquilo por excelencia, pero no desde los últimos tres meses en los que un loco psicópata se ha dado en perseguir y asesinar jóvenes estudiantes o mujeres de otros oficios para luego quitarles los dedos dejando un tejido perfecto y colorido alrededor de sus manos como si fuese un tributo a la muerte o más bien una burla, un rito tan bien diseñado. Lo cierto es que en cuatro semanas ya habían ocurrido también cuatro crímenes y apenas empezado el mes de agosto, una nueva llamada advirtió otro cadáver cerca del cementerio de Vilari. No había duda, un acto más perpetrado por el ahora denominado "asesino de la ciudad", quizá el alias es muy obvio o muy vago, hasta poco ingenioso y simple para el gusto del propio asesino, pero a quien se le hubiese ocurrido darle un seudónimo más impactante, si de por si el terror ya rondaba en el aire. Las autoridades tardaron en reaccionar para solicitar ayuda a las ciudades vecinas, su cuerpo policial era mucho más preparado al igual que sus detectives, además una de ellas contaba con el psiquiatra e investigador Robert Paquinni, quien ha dedicado gran parte de su vida al estudio del comportamiento psicópata en el ser humano y todas sus patologías, pero jamás había participado en un caso tan cercano, propiamente asignado y tan desagradable por la forma de actuar del homicida, este era su momento de brillar, para aplicar todo lo que había aprendido en su viaje por Norteamérica, en un país con un alto índice de asesinos seriales además de otros países en el viejo continente.
Cinco casos en los que no se sabía ni por dónde empezar a indagar, algo que sirva para al menos tener una idea de quién podría estar detrás de estos actos macabros. La ayuda estaba en camino, había que facilitar vivienda, comida, entre otros aspectos básicos que se preparaban a la brevedad posible y herramientas de criminalística que obviamente Valkyntoch no poseía. Fue así que en medio de la espera, el martes apenas el sol daba débiles señales de vida por el este, otra mujer fue hallada muerta, un corredor aficionado fue quien encontró el cuerpo, la duda asaltaba a todos, les taladraba la cabeza; a los policías en el departamento que recibieron la llamada, a los que escuchaban las noticias que se propagaron como el viento y que de boca en boca llegaba a casi todos los rincones, más aún a aquellos que se agruparon en la escena del crimen, se preguntaban si sería este un delito más, una obra más del asesino de la ciudad, ─pregunta por demás inocente y estúpida─, pero se puede comprender que en el fondo deseaban que aquella mujer que yacía sin vida en el suelo, no tenga sus manos entrelazadas con el diabólico lazo tejido con flores, toda esta tempestad de dudas surgió porque aquel hombre que dio la alerta decidió cubrirle el torso con su chaqueta, ─como si un cadáver pudiera sentir frío─, pero bien, nadie haría quedar como un tonto al buen hombre y menos aún en medio de toda esa incertidumbre. Pasó exactamente una semana después del quinto homicidio, ya la ayuda había llegado, se estaba evaluando el lugar y se realizaba un análisis exhaustivo al último cuerpo encontrado, no había indicios de quien podría ser el principal sospechoso, de hecho, todos en la ciudad lo éramos, y si como se suponía el asesino fuese un “turista”, todo sería muchísimo más complicado.
Las clases fueron suspendidas en las escuelas y universidades durante un período indefinido, también algunas actividades varias en las que se involucraban principalmente mujeres, había que brindar protección a los habitantes y salvaguardar su integridad, en cierta manera y de forma falsa debido a estas medidas, parecía que la paz había vuelto a la ciudad, los detectives y expertos que trabajaban buscando pistas y todo eso que implicaban los actos perpetrados, estaban sorprendidos por la pulcritud con la que el individuo ha cometido los asesinatos, la ciudad estaba semiparalizada y la gente ya no quería ni salir de sus casas, pero hay una vida allí afuera, no se le puede temer a un hombre y que este ponga en pausa y en pánico a toda la metrópolis.
Los exámenes que se realizaron al último cuerpo arrojaron resultados que al menos exponía lo que les ocurría a las víctimas que perecieron en manos de su verdugo. Pero la gente esperaba algo más que tan solo saber cómo iban a morir si llegaran a ser ellos –escalofriante pensamiento– los siguientes afectados. El asesino inyectaba una sustancia paralizante al cuerpo de la víctima, el líquido actuaba de manera instantánea y no daba tiempo siquiera de dar un grito de auxilio, eso era al menos lo que decían los forenses, la víctima inmóvil pero consciente, no podía mover un solo músculo de su cuerpo, ni siquiera la lengua, pero podía sentir cualquier dolor que le causasen, –¿quién inventaría algo así? –porque quien lo usaría ya lo sabemos–, luego de este proceso que sería en teoría el primer paso previo al asesinato, se determinó que, lo que en un principio se veía como una mutilación en las manos, dadas las observaciones se confirmó que los dedos no fueron cortados sino arrancados, con la misma frialdad que debió arrancar las flores dejadas en cada una de las víctimas como únicos testigos sin voz, cómplices coloridos y silenciosos, tan inertes como las esperanzas de encontrar con vida a quienes se despidieron con la intención de volver pero nunca pudieron, ya que alguien les privó de aquella libertad. Solo imaginemos por un momento sufrir un dolor tan cruel, tan desgarrador y no poder descargar por lo menos en un grito toda esa tortura, motivo por el cual dicho suplicio quedó grabado en el rostro inmóvil de cada una de las mujeres a las que no solo les arrancó los dedos sino también la vida, la expresión de terror y sufrimiento era un fuerte impacto para quienes investigaban, ya que este hombre, ─que es lo único que se podría decir conocemos del asesino de la ciudad, ─que es un hombre─, también es un ser que parece no tener alma. Otro importante dato que reveló el minucioso estudio, fue la presencia de un hematoma en el cuello, esto confirma que las hoy occisas fueron estranguladas después de quitarle los dedos. Debido a que los homicidios les habían ocurrido únicamente a mujeres jóvenes, estudiantes casi en su totalidad, muchas otras no contemporáneas reanudaban poco a poco sus labores diarias, otras no pudieron ni siquiera interrumpirlas pues la obligación con sus itinerarios no se lo permitían, principalmente: oficinistas, mercaderistas, secretarias y oficios varios a las que se les impone un patrón, un jefe, a quienes poco les importa un loco asesino suelto, sino que se lleve a cabo todo lo que su palabra, ─que para muchas es ley─, ordena y manifiesta. Así, sin saberlo o mejor dicho sin las preocupaciones del caso, estos hombres han sentenciado en algún lugar de la ciudad a otra indefensa mujer a la que el miedo de transitar a solas la paralizaba casi con el mismo efecto de la sustancia que el asesino usa en sus víctimas, este aterrador preámbulo se convirtió en la profecía del sexto hallazgo, tan sádico como todos los demás, tan ruin y perverso que es inevitable no sentir el pánico frío apretándonos la piel, envolviéndonos en un escalofriante abrazo, todo esto se encontraba impregnado en el aire, el terror era el nuevo esmog entre las multitudes, ya nadie quería salir de casa, en especial las mujeres, las rubias de tez blanca y ojos claros mucho menos, cruzar la puerta que da a la calle significaba prácticamente entrar a la boca del lobo, lanzarse precipitadamente al infierno. Muchas renunciaron a sus puestos de trabajo, no hay salario que justifique perder la vida, Valkyntoch linda y querida era ahora un laberinto siniestro y desolado, poca gente transitaba en el día y en la noche prácticamente nadie, hasta los hombres parecían haber caído en cuarentena, las ventanas se llenaban de ojos que intentaban ver a alguien a quién culpar, no importa si es inocente pero al menos la paz se disfrutaría, como disfrutaría alguien que no puede caminar, soñar con unas "nuevas piernas", o unos "nuevo ojos” a quien dejó de ver, y si no se puede disipar el miedo de esta forma al menos alejarla un poco, un poco nada más. En las noticias se hablaba mucho del tema, las autoridades tuvieron un espacio necesario en el que dieron algunos consejos para afrontar la situación, muchos de estos no necesitaban pensarse tanto, como, por ejemplo: