conclusiones ,secretos

Una persona muy particular

Una noche fuimos al boliche con mi hermana, Elizabeth y dos amigos más. Conocí a un sujeto muy alto que sería mi pareja de baile durante un tiempo. Era amigo de Matías y Esteban, las parejas de ellas dos, y yo estaba sola. Me lo presentaron: se llamaba José Luis. Tenía una personalidad muy particular y divertida; no tardó en llamar mi atención.

Empezamos a salir con ellos todos los fines de semana al boliche, y durante los días de semana íbamos al barrio. Era infaltable reunirnos con los chicos, aunque los otros tres eran de otro barrio y mayores, de entre dieciocho y veintiocho años.

Después de muchas noches entre tragos y coqueteos…

—Vamos a comprar un trago —me dijo José Luis. —Dale, vamos —respondí.

Nos dirigimos hacia la barra del boliche. Los lentos comenzaron a sonar, como si nos invitaran a vivir el momento más hermoso. Él acercó su rostro al mío, y mis labios terminaron el trayecto, uniéndose a los suyos en un pequeño y dulce beso. Me miró con ternura y curiosidad.

—Esperaba una bofetada —dijo. —¿Por qué? —No sé… pensé que no te gustaba. —Si quieres, te pego —respondí, sonriendo.

—Está bien… gracias —dijo entre risas, con un signo de intriga en la mirada—. ¿Bailamos? —Dale.

Esa noche los lentos seguían sonando, y nuestros cuerpos se encontraron como si el universo nos juntara con un lazo suave e invisible. Su cuerpo cubría el mío entero, y sus brazos giraban alrededor de mí como un abrigo cálido. Me sentí extasiada a su lado, tan pequeña… y él, tan inmenso, un gigante amable que danzaba conmigo como si yo fuera lo más precioso del mundo. Puro como la vida misma.




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