Con el paso del tiempo, ya me encontraba en una relación con José Luis. Era mayor que yo, un gigante a mi lado: piel morena, ojos pequeños, una altura imponente, brazos fuertes y marcados con los dibujos que le hacía a su vida.
Solía ir al barrio a compartir conmigo, de paso, a cuidarme. Nadie lo quería, pero bueno… cuando él llegaba, los chicos simplemente se alejaban de mí como los pájaros al llegar el día. No lo querían.
Nuestra relación se dio de una manera muy particular. Él siempre caía después de las diez de la noche, hora en la que yo ya estaba en casa, esperándolo. Durante el día jamás nos veíamos. Los fines de semana eran sagrados para salir al boliche juntos.
Tenía una forma de ser muy suya, distinta. No recuerdo que alguna vez me haya reclamado por mis ausencias, ni que me haya celado. Algo raro para llevar tres meses. Solo un par de veces fue conmigo y con mi hermana al barrio durante la siesta. Creo que fue para marcar terreno, supongo.
Nos llevábamos bien… quizás no nos importábamos tanto el uno al otro. No había celos ni nada que cuidar, al menos no en el sentido romántico tradicional. Pero hacíamos una buena pareja —si quieres llamarla así. O simplemente éramos compañeros de boliche y baile. Pero bien, no me quejo. Considero que éramos más amigos y compañeros de salidas que "novios", nada importante hasta el momento.