– Lo que me daba vida ahora me la estaba quitando

Al día siguiente, volvimos. Lo único que quería era ver a Luciano. Nada más. Mis sentimientos se habían vuelto más fuertes, más enteros. Sentía que no podía estar sin él. Era lo único que me importaba. Lo amaba más que a mi propia vida. Era tan feliz solo con saber algo de él, o con cruzar una de sus miradas.

Pero no aparecía.

Nadie me decía nada. Yo no me animaba a preguntar. Mis noches se convirtieron en inviernos eternos. Mi corazón se volvió loco y la angustia me abrazaba todas las madrugadas. Solo quería que amaneciera para verlo, aunque fuera un segundo. Comencé a vivir por él. Era mi aire… y sin él, simplemente moría.

Mi vida empezó a tomar un rumbo muy extraño. Jamás me había pasado algo así. Lo que antes me daba vida, ahora me la estaba quitando, de a poco, lentamente… con una agonía tan profunda que sentía a mi corazón acurrucarse por no tenerlo a mi lado.

Mis amigas lo notaron, sin que yo dijera una sola palabra.

Sentimientos imposibles de ocultar

Esa noche nos quedamos a dormir en casa de Elizabeth. Yo estaba con Andrea cuando escuchamos un murmullo. Nos asomamos por la ventana. Y ahí estaba él. Caminando, abrazado a su novia por los pasillos del barrio.

Mi corazón volvió a romperse, como un cristal cayendo al suelo. Mis ojos se llenaron de lágrimas,

—Tranquila —dijo Antonella—. No sabes lo que puede pasar. Las cosas entre ellos van de mal en peor… esto se está terminando.

—No lo sé —le respondí—. Solo quiero que esté bien. No quiero verlo sufrir. Nunca. Dios le da pan al que no tiene dientes. Yo acá, sufriendo por él… y ella solo lo pierde, segundo a segundo.

Mi amiga me abrazó fuerte. Mi rostro se volvió un mar de lágrimas. Me dormí así… cansada de llorar por algo que, para mí, no tenía sentido.

Yo estaba de novia. Y él también. Pero con una gran diferencia: Él estaba enamorado de ella. Yo, no de José Luis.