conclusiones ,secretos

El amor de Ángel conquistando de a poco mi corazón

Al día siguiente volvimos al barrio con mi hermana. Llegamos a la casa de Elizabeth y, como todos los días, bajamos para estar con los chicos.

El primero en salir a nuestro encuentro fue Ángel.

—Hola mujeres, ¿cómo están? —dijo sonriendo.

Mi hermana y Elizabeth se alejaron, quién sabe a dónde… ella tenía su propia vida más allá del barrio.

—Bien, Ángel. ¿Y vos? ¿Qué cuentas de bueno? —pregunté.

—Nada… acá ando, mazo. Ahora que te veo, me siento mucho mejor.

—Gracias. ¿Qué te pasó?

—A mí nada… pero escuché una pelea entre Luciano y Natalia. Me dio lástima, pobre.

—¿Qué pasó?

—La verdad no sé bien, pero escuché que ella le decía que encontraba más apoyo en Carlos que en él.

La tristeza me invadía. No podía creer que alguien pudiera hacerle tanto daño a una persona tan especial como Luciano. Yo lo amaba tanto… y ella solo lo lastimaba.

Me quedé en silencio. Escondí mi mirada.

—¿Estás bien? —me preguntó Ángel.

—Sí… no te hagas drama.

—Perdón… me olvidé de tus sentimientos hacia él. Lo siento, primor. Pero… ¿Por qué insistís en ese amor?

—Si pudiera mandarle órdenes a mi corazón, sería más fácil.

—Lo sé. Si no mírame a mí: amo a la persona equivocada.

Y como si el cielo escuchara, comenzó a llover.

—Parece que ya llegó la tormenta —dijo.

—Eso parece.

Me rodeo con sus brazos. Abrazándonos, nos refugiamos bajo el toldo de un viejo local. Me sentía feliz. Tenerlo así, de ese modo, era lo más hermoso que podía pasarme en ese momento.

Él se sentó en una casilla de gas. Yo, recostada sobre su pecho. Qué placer… sentir sus brazos fuertes rodeando mi cuerpo, su respiración acelerada cerca de mi rostro… su corazón latiendo junto al mío, como si fueran uno.

Sabía que mis sentimientos estaban divididos. Pero no sabía cómo descifrarlos.

—¿Estás bien… de verdad? —me preguntó.

—Sí. Un poco confundida.

—¿Confundida?

—No me des bola… yo me entiendo.

—Me gustaría que compartas tus problemas conmigo. Sería un honor.

Me abrazaba con dulzura, con tanto amor…

—Me gustaría. Pero prefiero dejar todo así, como está.

—¿Eres feliz así conmigo?

—¿Tengo que responder?

—Quisiera… pero si no quieres, está bien. Puedo sobrellevarlo.

—Ja, ja, ja… eres muy dulce. ¿Lo sabías?

—Sip. Me lo dicen todo el tiempo —respondió, pícaro.

La lluvia cesó. Mi hermana y Elizabeth regresaron, radiantes.

—¡Angelito! —dijo mi hermana, divertida.

—¿Qué pasó? —respondió él.

—Este fin de semana hacemos fiesta en lo de Elizabeth. Ya avisamos a todos. Supongo que vas a venir…

—¡Cómo que no! Más vale.

—Bueno, flaquita… vamos. Ya está oscuro. Hay que volver.

—Ok. Ahí voy.

Me giré hacia Ángel.

—Bueno, Angelito… un placer. Nos vemos mañana, supongo.

—Nos vemos, hermosa.

Subí a despedirme de la familia de Elizabeth. Luego, con ellas dos, caminamos hasta la esquina del barrio.

Entonces, entre las sombras… los vi.

Una pareja, muy enamorada.

—Brisa… ¿Es Luciano con Natalia? —preguntó Antonella.

—Sí. Son ellos —respondí.

Y en ese momento, mi pecho estalló. Dolor. Tristeza. Bronca. No lo podía explicar.

Todos mis sentimientos se mezclaron, en un caos de emociones que jamás había sentido. Bajé la cabeza y caminé. Largo. Sin mirar atrás.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.