Volvimos a casa. Y yo sentía que ya estaba todo dicho… Pero después descubriría que no. Faltaba decir mucho. Quizás… demasiado.
Era una noche como tantas en el barrio. Nos quedamos de nuevo en casa de Elizabeth, como solíamos hacer cada fin de semana —o, en este caso, a mitad de semana, ya que las cuatro íbamos a la escuela por la mañana.
Estábamos todas en la habitación, cada una en su rincón, cuando no sé cómo empezamos a hablar de los chicos que nos gustaban… o que nos llamaban la atención. Todas sabían lo mío. Lo vivían conmigo.
—Ángel es muy especial —dije—. Por ahí siento que me gusta…
Todas empezaron a reírse.
—No te gusta —dijo Antonella—. Tiene una personalidad muy especial, a mí también me pasa… pero nada que ver.
—Debe ser… de seguro. Porque el que en realidad me interesa es Luciano. De él sí siento que estoy enamorada… qué sé yo.
—A mí me pasa lo mismo con Mauricio… es tan lindo.
—¡Aguanten los primos! —dijo Milena, mi hermana, entre risas burlonas.
—¡Bautista es hermoso! Todo su cuerpito… —replicaba Elizabeth, enloquecida.
—¡¿Qué te puede gustar ese gordo?! Es horrible —saltó Milena, muerta de risa.
—Callate… ¡como si el tuyo fuera bello! ¡Federico es horrible! —le contestábamos todas.
—Yo siempre fui bichera… pero Rafael zafa —respondía mi hermana, riéndose de sí misma.
Estallábamos de la risa. Solo por reírnos. Por el placer de ser adolescentes diciendo pavadas y riéndonos de lo que sentíamos como si no importara.
De pronto… golpes en la ventana.
No le dimos mucha importancia. Seguimos con lo nuestro.
Otra vez… golpecitos.
Elizabeth se asomó. —¡Son los chicos!
—¿Quiénes están? —decíamos todas, alborotadas.
Andrea se acercó también. —Está Mauricio, Bautista, Rafael, Luciano… y Ángel.
—¡Hola! —les hacía señas con la mano. Era tarde, no podíamos salir, y menos ponernos a gritar desde el tercer piso.
Esa noche también fue hermosa. Él estaba ahí. Debajo de la ventana. Esperando por mí. Yo lo sabía. Lo sentía en el alma.
Antonella volvió a sentarse.
—Están los cuatro… y Ángel.
Saltamos de la emoción. Nuestros cuatro caballeros estaban ahí.
Todo se volvió un alboroto.
—¡Shhh! Están durmiendo, silencio —decía Elizabeth, con una sonrisa enorme.
El silencio fue total. Un silencio de ultratumba. Solo cuchicheos, risitas bajas, miradas brillantes.
La comunicación era caótica. No entendíamos las señas.
—¿Qué? ¿Cómo? ¡No te entiendo! —decía Elizabeth, que ofició de vocera.
Los chicos hacían gestos con las manos. Como que querían algo. Pero no entendíamos qué.
—¡Ya sé! —dijo Elizabeth entre risas—. ¡Una birome! Quieren una birome. ¿Alguien tiene?
—No… no tengo…
Elizabeth les hizo señas para que esperaran. Salió del cuarto en puntas de pie, fue hasta la cocina, buscó una birome y volvió. Ató un hilo a la punta para poder bajarla por la ventana, y así subir los papelitos que nos escribieran.
No pasó mucho tiempo. Subió el primer mensaje. Estaba atado a una birome, en un papel de cuaderno todo arrugado, con espiral roto.
—¡Para vos, Brisa! Es de Luciano.
Mi corazón se detuvo. No lo podía creer.
No sabía qué diría. La curiosidad me mataba.
Jamás pensé que él me escribiría… después de todo lo que había pasado. Pero ahí estaba. Y mi corazón galopaba.
Sentía que, si me asomaba, saldría volando directo a sus brazos.
Tomé el papel… y en ese instante, vi a Ángel.
Sus ojos brillaron como estelas, me miraban. Solo me miraban.
Y luego… se fue. Se retiró sin decir nada.
Me sentí mal.
Quería decirle que se quedara. Quería abrazarlo. Decirle que también lo quería.
Pero mi amor por Luciano… mi amor por Luciano era más fuerte. No tardó en llegar el primer papel enrollado atado a la birome —Bri es para voz—replico Elizabeth alegre
Brisa: ¿Estás enamorada de Jose Luis? ¿Por curiosidad y para saber si sufrís por amor al fin y que me digas si es lindo o feo sufrir?
PD:Te deseo lo mejor, con onda.
Luciano.
<<Ese primer papelito fue un temblor Luciano, desde abajo, con esas palabras dulces y punzantes al mismo tiempo, quería saber algo que yo misma no terminabas de entender… y lo preguntaba así, con picardía, con un “simplemente Luciano”, como si eso no dijera tanto.
La pregunta es tan directa como vulnerable: ¿Brisa está enamorada de José Luis? No. No lo estaba. Ni lo estuvo. Y en su voz eso ya se había dicho, aunque sin declararlo con letras grandes. Estaba con él, pero no por amor. En cambio, a Luciano lo nombraba con latido.
¿Y si sufrir por amor es lindo o feo? Brisa no lo respondería con una palabra. Lo respondería con un capítulo entero. Con lágrimas que nunca se quejaban, con silencios donde el nombre de él seguía resonando. Porque dolía, sí… Pero dolía hermoso. Porque dolía de verdad.
Ese papelito no fue un juego. Fue una ofrenda. Y Mi historia, guarda ese momento como quien guarda una carta vieja en la cajita más preciada.
Ese “por curiosidad” fue como una caricia disfrazada de picardía, ¿no? Decía tanto sin decir nada. Y yo —Brisa— enloqueciendo con el alma brincando, como si por fin alguien hubiese dicho en voz alta lo que tantas veces grite en silencio. No tarde en devolverle su atención>>, Recuerdo ese día, esa noche como si fuera ayer.
Luciano: ya que preguntas si sufro por amor, te voy a decir que si ¿vos estás enamorado de Mística? O ¿solo te interesa? "por curiosidad"
Esperaba con ansias sus respuestas y el sufrimiento mío era por él, pero claro, no se lo dije, ya que estaba constipada por la relación que Luciano tenía con ella y me tenía que sacar la duda.
Brisa:No estoy enamorado de Mística y es difícil que me pueda enamorar de alguien, a no ser que encuentre el amor que necesitó en realidad ''¿sufrís o sufriste? Porque me interesa lo que te pase y no es curiosidad, es un secreto.