Condenado A Amarte

CAPITULO 2

Ojos en la Oscuridad.

El tiempo para un humano es efímero; para un vampiro, apenas un parpadeo. Y sin embargo, cada año que pasaba era una tortura para Damian. Había jurado ante su padre que la bebé había muerto, pero en realidad, su vida latía con más fuerza de lo que jamás imaginó.

Al principio solo era curiosidad, una necesidad de comprobar que seguía con vida. Desde las sombras de los techos y los bosques cercanos, él la miraba jugar en el jardín de aquella misma casa donde debió morir. Veía cómo aprendía a dar sus primeros pasos, cómo reía cuando caía y volvía a levantarse, cómo sus ojos azules se iluminaban cada vez que descubría algo nuevo.

Damian nunca había sentido algo así. No era hambre, no era deseo de sangre… era algo distinto. Una conexión que lo mantenía encadenado a esa vida frágil.

Los años corrieron veloces. La niña se convirtió en adolescente, y cada día Damian se convencía de que había tomado la decisión correcta aquella noche. La observaba desde lejos, escondido entre la multitud de un mercado o en lo alto de un edificio, cuidando de que ningún peligro la rozara. Había veces en que humanos perversos se acercaban demasiado; bastaba una sombra, un destello de colmillos ocultos, y esos hombres huían despavoridos. Ella nunca supo que tenía un guardián invisible.

Hasta que cumplió veinte años.

Ahora era una mujer, y Damian apenas podía reconocer en ella a la pequeña criatura que lo había sonreído en la cuna. Su cabello castaño caía en ondas suaves sobre sus hombros, y aquellos ojos azules seguían siendo los mismos que habían detenido sus colmillos hacía dos décadas. Había belleza en su risa, pero también una fuerza que lo inquietaba.

Esa noche, mientras la luna bañaba el campus universitario con su luz pálida, Damian la observó entre un grupo de estudiantes. Ella caminaba con libros entre los brazos, riendo con sus amigas, completamente ajena al mundo de sombras que la rodeaba.

El corazón de Damian latió con una fuerza extraña. No era hambre, no era sed… era una urgencia diferente. Un deseo de acercarse, de hablarle, de dejar de ser solo un fantasma en su vida.

Pero un escalofrío recorrió su espalda. Desde hacía semanas, sentía que no era el único vigilando a la muchacha. Sus instintos le gritaban que alguien más, alguien con ojos tan oscuros como los suyos, había descubierto la verdad.

Su padre sospechaba.

Y si lo confirmaba, no dudaría en acabar con ella.

Damian lo entendió entonces: no bastaba con protegerla desde las sombras. Tenía que entrar en su mundo, estar a su lado, aunque fuera bajo una mentira. Sería un estudiante más. Solo así podría mantenerla a salvo… y cerca.

La decisión estaba tomada.

Mientras ella reía en medio de la multitud, él dio un paso hacia adelante, fundiéndose con los humanos. La primera vez que ella cruzara sus ojos azules con los suyos, no sabría que el monstruo que debió matarla… ahora estaba condenado a amarla.




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