Condenado a ella

Cosas nuevas

Estábamos viendo la casa, poniéndome al tanto de todo lo que debía saber y lo que iba a sobrellevar, más lo que tenía que cuidar, toda una procesión discursiva, mientras que yo me estaba embobando de todas las grandes cosas que tiene esta casa, con razón quería a alguien para cuidarla, asombroso.

Nos pusimos a comer después de todo el tour y la charla, tenía hambre y ahora tengo más. Cuando fuimos a la mesa ya estaba todo puesto, Sandra vivía sola, ya que su esposo murió y solo le quedaban Ronald y Andrea, los cuales son independientes, por lo tanto, vive sola acompañada de sus trabajadores, pude haberle pedido que me buscara trabajo, pero no quería molestarla es una mujer ocupada. Lo que dejaba claro que nos encontrábamos solos en la mesa.

De una vez que terminé de comer, me fui a organizar mis cosas en la habitación asignada, era un gran cuarto, tenía un escritorio, un closet, una mesa de noche, una ventana junto al escritorio, un baño personal y la cama parecía de algodón de tan cómoda, luego me percaté que en la parte superior de la cama había una cruz de madera, enganchada en la pared. Me quedé un buen rato contemplando la cruz, haciéndome un millón de preguntas sobre por qué estaba ahí si mi tía no es cristiana.

Bueno, de una vez y por todas me dispuse a organizar mis cosas en el cuarto. Cuando terminé me tiré en la cama a descansar un momento, giré mi cabeza al baño y decidí ducharme. No había salido bien del baño y ya estaba sonando el celular, lo tomo saludando:

― Haló.

― Qué tal primo, cómo vas en tu nuevo cuarto, cuéntame.

― Ha eres tu primo, hasta ahora todo muy bien, acogedor, elegante y cómodo.

― Me alegro por ti primo, pero no te llamé solo por eso, sino porque no me has dicho cómo te fue con la nueva novia y jefa ¿he?

― En primer lugar, no es mi novia y segundo, me dio el empleo, ya mañana mismo empiezo.

― Huy… descuida brother que esa mujer está bajo tus pies.

― No me gustan las mujeres como ella, que se creen todo, es orgullosa, delicada y un saco más de cosas que no me gustan, menos en una mujer, además tengo una cita hoy con una vieja amiga que siempre me ha gustado.

― Lo importante es la felicidad, primo, aunque se es más feliz cuando hay dinero.

― No me pongas ideas raras en mi cabeza, chao, hablamos luego.

― Suerte en tu trabajo y en el amor.

― Gracias

Este primo me había puesto ideas que realmente no quería en mi cabeza, así que, mejor las olvido, no valla hacer cosa que me incline por ellas.

Como era aún muy temprano, bajé a hablar con Sandra, comenzamos un dialogo relacionado con la señora dinero, ese solo es un apodo que le he puesto, en fin, ella quería saber mi conexión con ella, le dije toda la verdad, desde el inicio hasta el final que fue hoy en la plaza. Ella me sugirió:

― Si no te gusta el trabajo, me dejas saber, que yo puedo conseguirte algo mejor.

― Esta bien tía.

Nos pusimos hablar de otras cosas y se me fue todo el tiempo de sobra que tenía, le pedí el vehículo prestado a mi tía para la cita de esta noche, como toda buena tía me lo cedió.

Con toda la humildad del mundo iba en el Ford Mustang, ya eran las 7:50 pm. Quería llegar temprano a buscar a Sofía. Cuando llegué ya había terminado su turno, salió de la cafetería con el teléfono en las manos y con el carro le paso por el lado, bajo el cristal y le pregunto:

― ¿Señorita, quiere que la lleve? 

Cuando fijó su mirada para ver quién era que le hablaba, se sorprendió y con una sonrisa en la cara presumió siguiéndome la corriente:

― ¡No!, alguien viene por mí más tarde.

Entonces por qué no seguir yo también la corriente.

― Pero de seguro ese hombre ya no viene, es muy tarde, ven móntate.

― Está bien.

Subió al vehículo súper alegre, con inquietud por preguntar sobre este carro, hasta que lo hizo:

― ¿Y este carro de quién es?

― Es de mi tía Sandra, tal vez no la conoces.

― No la conozco.

Soltando un suspiro digo:

― Pronto lo harás.

Quería dejar el tema del vehículo, deseaba entablar otra conversación más profunda, para eso comencé preguntándole:

― ¿Qué tal estuvo el resto del día?

Estirándose y quejándose a la vez, me contesta:

― No quiero hablar de eso, ¿podríamos por favor?

En lo que decía esto, asienta una de sus manos en mi cuello, luego se recuesta de mi hombro derecho, más tarde dice:

― “El destino es cómplice del pasado”.

― ¿Por qué dices eso?

― Porque el destino se encarga de que el pasado sea un mejor presente y un maravilloso futuro.

― ¿Acaso eres poeta o filosofa, de dónde sacaste eso?

― De seguro es la elevación de dopamina causada por este momento.

― Ahora eres bióloga.




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