Condenado a ella

Peligrosa

Pasé el día entero encerrado con ella en esa oficina, ya que hoy solo iba a llenar unos documentos que necesitaban ser firmados, pero antes debían ser leídos. Llegaron las seis de la tarde, su trabajo terminó por ese día, todo queda a cargo de los demás, así que, me pidió que la llevara a su casa, bajamos y le dijo a su chofer:

 ― De ahora en adelante serás chofer de Karla, mi secretaria.

Se dio cuenta que vine en el carro que me compró y me miró diciendo:

― Vámonos en tu carro, así no tienes que volver de nuevo por aquí.

Nos montamos, se acomoda o se entera que este vehículo es súper cómodo, la miro y saco una sonrisa de satisfacción, entonces le dejo saber lo que siento:

― No sé por qué hace todo lo que hace por mí, pero estoy muy agradecido con usted, siento que le debo mucho, no sé cómo le voy a pagar.

― Con tu presencia me basta, no eres igual a los demás hombres, me di cuenta desde el primer día que te vi, me cubriste el corazón, no diré que me flechaste ya que creo que es un término ambiguo y mal entendido.

No sé a qué se refería, pero creo que le caí bien desde el primer día. Comencé a correr en el vehículo, ella quería ir a cenar, sin embargo, quería pasar por su casa a refrescarse primero, por lo que mi dirección está marcada, ella me fue guiando.

Las cicatrices del accidente se me notaban en la cara, ella comenzó a disculparse al mismo tiempo que me acariciaba:

― Lo siento, es mi culpa que tengas esas marcas, por mandarte con él, pero tuvieron que pagar caro por todo, aunque eso no me llenó ni me confortó.

No entendía de lo que hablaba así que procedí a preguntar:  

― ¿A quién te refieres con que tuvieron, acaso es…?

― A la compañía dueña del camión que te atropelló luego del accidente, fuimos a juico y ganamos 2000000 de dólares, porque descubrimos que había bebido alcohol y además estaba comiendo mientras conducía, tu hiciste lo que tenías que hacer, por lo tanto, no tienes nada de culpa.

― De verdad pasó eso, wao.

― Eso no llenó el vacío de mi modista Andy y de lo que te pasó a ti.

― Es duro, pero mírale lo bueno a las cosas malas, yo sobreviví.

― Doy gracias a Dios todos los días por eso.

Hasta que llegamos a la dicha dirección, es un departamento muy hermoso, pues le dije que la esperaría en el auto a lo que ella se duchaba, insistió en que entrara hasta que tuve que entrar.

Parecía todo un niño admirado por las cosas brillantes que tenía ese departamento, Scarlet se dio cuenta, sonrió y luego dijo:

― Cuidado si te mareas por tantas vueltas, espérame aquí, si quieres algo de tomar allí está la cocina y si quieres un aperitivo antes de cenar solo avísame.

― E…stoy bien así, gracias.

Si me descuido caeré en las garras de esta loba, es mejor que guarde la distancia o voy a quedar atrapado en el terreno de ella. Como estaba tardando mucho me puse a observar la casa, ella tenía gustos buenos, pasando por su mini biblioteca, pude ver un libro que estaba como en exhibición, el título es, “La clave del éxito”, de seguro fue de este libro que se guió para llegar a donde está y por eso lo tiene así.

Después de tanto esperar, la señora Scarlet decidió salir, ¡por Dios!, no quería pensar mal, pero se me hacía inevitable elogiar la belleza de mi jefa, colgaba un vestido negro, no tan largo, y con el espaldar descubierto, el pelo suelto, el cual era lacio oscuro, sus labios rosados, el vestido le quedaba demasiado ajustado y resaltaba sus partes delanteras superiores y las traseras también, lo digo porque ella dio media vuelta y preguntó cómo se veía. Yo respondí:

― Parece una princesa sin limitaciones, una diosa en su zona, una reina sin corona, quién lo diría, es mi jefa fuera de una oficina.

― Me vas a tener que perdonar, pero tengo algo que proponerte.

Dijo eso con una risa de que no es algo bueno, para mi suerte ella sabe que tengo novia y que solo la veo como mi jefa, por lo que entonces quise preguntar confiado:

― Usted mande señora.

― Acabo de encontrar una invitación de una fiesta, que específicamente es hoy, no iba a ir, luego pensé, por qué no ir juntos y así no me molestaran con los medios y algunos amigos de bolsillo, ya que cada vez que voy a fiestas como esas me restriegan que siempre voy sola.

― ¿Cenaremos allá o qué?

― ¡No!, allá lo único que haremos es pasar y saludar, después no vamos a un restaurante que pedí una reservación, ¿qué te parece?

― Está muy bien esa idea.

Esto me iba ayudar a despejar la mente y el cuerpo, sentía que me había caído un camión encima, aunque literal me cayó uno.

La señora Scarlet no era una mujer cualquiera, era mi jefa, además estaba repleta de dinero y reconocida por todo el país, ella tomo mi brazo, y comenzó a caminar, hasta que llegamos al auto, le abrí la puerta y luego entré yo.

― Aprendes rápido.

Me dijo, después que entré, la miré y le pregunté:




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