Estaba de lado, frente al espejo, quitándose lentamente su lindo vestido dorado, la tentación fue fuerte, pero mi decencia fue aún más fuerte, mis instintos de hombre no me dominaron, sino mi facultada de caballero. Desde que la vi retiré el rostro, a la vez pedí perdón, ella al parecer no le interesó mucho que la viera, así que, no se enojó, volteó, me miró todo avergonzado, se puso una toalla y me dijo:
― No te preocupes, ven pásame el vaso con agua, ya tengo una toalla.
Dijo esas palabras con una sonrisa burlona debajo.
Sin demora le pasé el vaso con agua, me dio las gracias y cuando me iba me dijo:
― ¿Te vas tan rápido?
― ¿Desea algo más seño… Scarlet?
― Quiero saber qué viste, descuida eso no afectará en nada nuestra relación.
― He… su ropa interior es de color amarillo anaranjado, solo vi eso.
― Ese color se llama amarillo patito.
La vergüenza me consumía, no podía ni mirarla a la cara, estaba en una situación difícil, quería salir de allí. Se volvió a dar cuenta de mi incomodidad y se acercó, puso su mano derecha sobre mi mejilla, la levantó lentamente y clavó su mirada en los míos, sentía que estaba en su territorio, dominado por ella, su mirada café sentenciaba mi vista. Estaba sudando de tanto nervios, no la podía ver más que como mi jefa y no quería ofenderla. Acerca su cabeza a mi oído y dice:
― Tienes calor, ¿quieres bañarte conmigo?
Estaba tan nervioso, que no me salía el habla.
― ¡Daniel!
Se escuchaba la vos de mi madre llamándome. Aproveché el momento y dije:
― Si no me necesita para nada más, me retiro.
Hizo una seña con su cabeza de que no me necesitaba, eso entendí, por lo tanto, me fui. Salí de la habitación dándole gracias a Dios por no dejarme caer.
Saliendo del pasillo de las habitaciones, llegué hasta la cocina y pregunté:
― ¿Para qué soy bueno?
― Marta quiere que la ayudes a destapar esta botella de vino.
Destapé la botella y Marta llamó a su hija para que nos acompañara, entonces le dije:
― Ella está… ocupada, vendrá dentro de un rato.
No quería decirles que ella se iba a bañar, no vaya hacer que malinterpreten las cosas. Duramos un buen rato hablando y bebiendo vino, la señora Marta era alguien con muchas aventuras, en eso, sale la señora Scarlet, nos ve y luego dice:
― Tenemos trabajo, Danny, lo siento señoras, pero hay cosas que atender.
Mi madre quería que la llevaran donde su amigo, la señora Marta se iba a quedar y todo sucedió así.
En la empresa la señora hizo algunas cosas, luego me dijo que la llevara a su casa, pues eso hice, después me dijo que me podía ir. Eran las siete de la noche, entonces decidí irme a bañar para pasar a buscar a Sofía al trabajo.
Esperé afuera de la cafetería unos diez minutos, como de costumbre, salió del trabajo a las 8:00 pm., estaba como esperando el autobús, estaba del otro lado de la calle, di la vuelta y le dije:
― Nos vamos señorita.
― Y esa rareza tú por aquí a esta hora, te dejó salir la leona de la jaula.
― Al parecer esa leona no tiene la suficiente destreza para mantenerme a su lado.
Con una sonrisa picarona sube al auto, me toma de la cabeza y me hala hacia ella para darme un gran beso. Nos fuimos y cuando llegamos a la casa, nos encontramos muy entusiasmada a Lucia, nos veía y decía que éramos la mejor pareja y cosas así. Entonces sugirió:
― ¿Qué tal si van y tienen una cena romántica? De papá no se preocupen yo me haré cargo, ustedes vayan y disfruten una linda velada.
No me parecía pertinente, pero si Sofía le agradaba estaría más que dispuesto. Pude percibir que le gustaba la idea, sin embargo, algo la cohibía, por lo que dije:
― Si es por el dinero, no tengo, pero la señora me dijo que si necesitaba algo podía usar esta tarjeta.
Eso le cambió el estado de ánimo, aunque no hacía falta ir a un restaurante elegante para disfrutar de una linda cena, entonces produce:
― Puedo traer cosas del súper mercado y hacernos una deliciosa cena, ¿qué les parece?
― Creo que es lo mejor, no tengo ánimos para salir, solo quiero compartir tiempo con mi familia, ya tu eres parte de ella.
Después de decir eso, se fue a su habitación a ducharse. Quedándonos solos Lucia y yo, aproveche para que me dijera qué necesita para ir a comprarlo.
Fui al súper mercado más cercano, pues cuando iba a entrar, pasan dos hombres armados, me arrempujan hacia dentro y dicen levando uno el arma y el otro apuntándole a las personas:
― ¡Esto es un asalto, todos cayados y al piso!
Nos arrinconaron como espaguetis, una mujer que estaba detrás muy asustada, me logra poner la mano en la cintura y al parecer siente algo duro, al darme cuenta me recuerdo que aún tenía el arma. No quería hacerme e héroe hasta que vi que nos de ellos agolpeó a la muchacha que estaba en el cajero, para que le diera el dinero, ver eso me enloqueció.