Condenado a ella

Declaración

― Bueno decía muchas cosas que no me atrevo a volver a mencionar, lo siento, pero había una diferencia entre Andy y yo.

― La puedo notar a simple vista.

La curiosidad era algo que no se me daba, sin embargo, hay veces que se me entra una inquietud perturbadora, que me impulsa a querer investigar de las cosas, para mi bien será dejarlo ahí, por ahora, con respecto a esta información.

Llegamos a la empresa, ellos se desmontan después de agradecer y se van.

Otra vez me he quedado solo, no estaba acostumbrado a estar esperando, haciendo nada, eso suele agotar más que hacer algo.

Todavía seguía montado en el carro, de un impulso aceleré y salí cien y pico del estacionamiento, necesitaba pensar, lo que llevó a que me pusiera a dar vueltas por la ciudad. Estaba en una carretera que nunca había estado, y me llamó la atención un letrero que decía, “De lo que sueles correr o ignorar, es lo que te atormenta por toda la vida”.

Resulta que vi mi vida reflejada en esa frase, sin darme cuenta llegué a la cafetería, albergaba tanta gente que apenas cabían. Entonces, di media vuelta y volví al estacionamiento de la empresa.

Mi teléfono comienza a sonar, por lo que procedo a contestar:

― Haló.

― Puedes subirme la tela que se quedó en el vehículo.

Me dice Karla del otro lado del celular.

― Enseguida la subo.

Le contesté con entusiasmo.

Recogí las telas y subí al piso de la oficina de la jefa, que es donde obviamente se encontraba Karla.

Cuando me encontraba en mi destino, se abre el ascensor, salgo del mismo y me dirijo a la secretaria, resulta que no estaba allí, miro de un lado a otro y no la veo, pregunto a unos de los compañeros y me dijeron que posiblemente se encontraba en el piso anterior, en donde se gestionaban los diseños con tela.

Pues, bajé un piso y cuando llegó parecía todo un hormiguero, todos moviéndose de un lugar a otro. Alguien me logra ver con las telas y dándome las gracias me las arrebata alejándose rápidamente.

Logro ver a la jefa en el fondo, por lo que, decido acercarme. Resulta que había un vestuario, donde se modelaban los vestidos. Sin querer logro ver algunas de esas mujeres en paños menores, entonces la señora percatándose de eso, pone su mano en mi cara, específicamente en los ojos para que no las vea, luego dice moviéndome hacia fuera:

― ¿Acaso estás loco?, ¿qué haces aquí?

― Vine a traer las telas que necesitaban.

― Muy bien, por favor vete, no puedes estar aquí.

Iba a dar media vuelta para irme y antes de eso me pregunta:

― ¿Llegaste ver algo?

Me encontraba en una situación difícil, será mejor morir con la verdad, que vivir en la mentira:

― Señora, nunca fue mi intención, pero sí, las vi.

Respiró hondo y después se fue vociferando:

― Qué no se repita.

Solo me decía que pudo salir peor.

Volví al estacionamiento, a echar un sueño, tengo un sueño acumulado y esto no es bueno.

Una vez que llego al carro, entro y encuentro una figura de mármol, la cual se me hacía conocida, pero no sabía de dónde.

De seguro fue Robert o Karla que dejó esta figura, bueno ya me regañaron por estar donde no debía, por lo que, voy a dormir un rato y atenderé esto después.

Después de eso me quedé dormido, pasando rápido el tiempo.

Me despertó el sonido del celular, lo tomo y contesto:

― Haló.

― Voy de camino hacia ti, vamos a ir a comer.

Frotándome los ojos intento despertar del todo y comprender en qué situación me encontraba. Hasta que me doy cuenta de que me había dormido, ya había pasado dos horas, por lo tanto, es hora del almuerzo.

En lo que reiniciaba mi mente y cuerpo, logro ver a la señora acerarse a mí. Salgo de volada y le abro la puerta, pues, enseguida entro también.

― ¿Qué hace esto aquí?

Me pregunta tomando la figura de mármol. Yo le contesté:

― En realidad no sé cómo llego eso a mi carro, cuando bajé después de verme con usted, allá arriba, me encontré eso aquí, pensé que lo había dejado Robert o Karla, ya que ellos habían sido los últimos en montarse.

― Esta figura me la regaló mi padre, no perdonaría aquel que quisiera robarme o romperme este oso de mármol.

― Se lo juro que no fui yo quien lo trajo, además ¿no cree que, si yo quisiera robármelo, lo guardaría en un mejor lugar?

― Confío en tu palabra, ahora vámonos que tengo hambre.

Mientras íbamos de camino, me iba contando la dirección del restaurante, luego comenzó a describir y a decir que era el mejor restaurante y en el que más confiaba.

Llegamos, entramos, nos recibieron muy cortésmente, después nos sentamos y pedimos. En lo que llegaba la comida, establecimos una conversación:




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