Condenados [saint Seiya]

Capítulo 8 | El rugido del León

¿Alguna vez te preguntaste que era lo que nos hacía especiales?

Yo sí. Muchas veces.

A Melek la hacía especial lo buena amiga y persona que era. A Gaby que siempre podías contar con ella, que, al igual que Mel y Aria, no te dejaría sola. Y a Aria el noble y buen corazón que tenía.

¿Qué me hacía especial a mí?

El increíble y atronador poder que tenía dentro, y que, gracias a él, también podían cortar mi cabeza en cualquier momento.

No creo que nadie supere eso. Digo, usualmente la vida de cualquier ser humano no estaba en peligro. Al menos no en uno latente como lo estaba la mía.

Y no solo lo decía por ser aspirante a caballero de plata, como se podrán dar cuenta.

Volviendo a temas importantes, Aria había conseguido su armadura ante la mirada perdida que Athena le brindaba y ante la de muchos soldados que la dejaron de considerar un peligro con una simple señal del Patriarca.

Menos mal que ya no estaba en peligro.

Esperaba que siguiera así.

—Solo tienes que concentrarte y elevar tu cosmo al máximo—Escuché que Mu o mamá, como Mel le decía usualmente, le dijo, posicionando sus manos a cada hombro de la castaña—. Marín es poderosa y rápida, pero tú puedes serlo más.

—Claro que sí—Aseguró ella con alegría—. Esa armadura será mía.

Y, antes de que Mel avanzara al centro del Coliseo con la mirada atenta de Aioria sobre ella, Kiki, en su inocencia dijo:

—¡Ten cuidado con el rugido del León!

Eso se malinterpretó, estaba tan segura de ello cuando vi como la amazona de Águila apretaba con fuerza sus puños.

Para nadie era un secreto que ella tuvo algo con el León dorado, así como tampoco que Aioria ahora miraba con un brillo especial en los ojos a mi mejor amiga.

Un brillo como el que adquiría mi mirada cuando veía a Milo.

Sacudí la cabeza, alejando esos pensamientos que cada vez eran más recurrentes.

Las chicas le gritaron sus buenos deseos y yo hice lo mismo:

—Suerte, leoncita.

Ella solo me entrecerró los ojos y, quizá quiso decir algo más, pero no pudo porque era hora de combatir.

—¿Acaso quieres que yo te llame escorpioncita cuando vayas a patear el trasero de Shina? —Me preguntó Aioria con burla—. Porque puedo hacerlo, querida Grett.

Negué inmediatamente con la cabeza mientras entornaba los ojos.

—Quiero ver que te atrevas.

—No me subestimes.

Aioria sonaba divertido, lo cual a mí me irritaba. Pero no en el mal sentido, sino en uno bueno, en el tipo de sentido en el que tus amigos te hacían burla, pero tú no te lo tomabas tan enserio porque sabías como eran ellos.

Eso me pasaba con el caballero de Leo porque, después de lo ocurrido con Milo, fue él quien me ayudó a entrenar por unos meses porque no podía ni estar en el mismo espacio que él. No podía soportarlo. Tanto así que, en las primeras lecciones que tuve con él después de entrenar con Aioria y Mel al mismo tiempo, solo quería estampar su jodido rostro de dios griego contra una columna de cualquier templo de las doce casas.

—¿Sabes que es lo que yo quiero ver?

Aioria pasó uno de sus brazos sobre mi hombro en un abrazo amistoso al mismo tiempo que sus ojos miraban atenta a la castaña que estaba dispuesta a atacar cuando el combate diera inicio.

La veía con adoración.

Con jodida y pura adoración.

Tan lindos.

—¿Qué?

Pero no pude decirle que quería ver como Mel le pateaba el trasero a Marín y ganaba su armadura, porque llegó Milo y, con el ceño fruncido y con cara de pocos amigos—Aunque Aioria era de sus mejores igual que Camus— mustió:

—¿Acaso estoy interrumpiendo algo?

—Nada que no hayas interrumpido ya—Le espeté, dispuesta a ignorarlo para concentrarme en el combate.

Pero me fue imposible puesto que su simple presencia me desconcentraba, causaba un revuelo de emociones en mi cuerpo y me alteraba a los niveles de la chica de dieciocho años que era.

Y Aioria lo sabía, porque solo le regaló una sonrisa divertida al caballero de Escorpio, que podría malinterpretarse a simple vista, antes de gritar:

—¡Tú puedes, Mel!

Eso crispó a Marín, sobresaltó a Mel—En el buen sentido, quiero creer—, desconcertó a Mu y dejó a Kiki y a todas nosotras—Aria, Gaby y yo—con una sonrisa pícara en el rostro.

Y eso, que el combate aún no había empezado.

 

3/5

***

Por sí quieren cotillearme y descubrir más sobre la historia, doy adelantos y spoilers en mis redes [Igual les dejo el link en mi perfil]:

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