Condenados [saint Seiya]

Capítulo 29 | Onda

Milo de Escorpio

Varios cosmos se hicieron presentes en la entrada del Templo de Acuario y el caballero de Escorpio se alertó ante ello. Su cosmo disminuyendo considerablemente al percatarse de quienes eran.

Vio unos segundos a la chica de, ahora, cabello rojizo inerte en el suelo con manchas de sangre en su cuerpo, justo como él las tenía en su armadura.

Apretó los labios con fuerza y le fue inevitable dejar que las lágrimas corrieran por sus mejillas, al fin de cuentas, su chica había muerto. Y él no pudo hacer nada para evitarlo, aún sabiendo de antemano lo que ocurriría.

Arkhes se lo advirtió. Le ordenó estar con ella en todo momento porque Grettel era fuego y, así como alumbraba, también podría arderlo todo en llamas.

Pero era ella quien había ardido.

Junto con una parte de él.

—Perdóname—Susurró antes de darle un pequeño beso en la frente, sintiendo lo fría que se encontraba.

¿En verdad ella había…?

Se levantó del suelo de baldosas, caminó hasta la puerta y la miró por última vez, un gesto nostálgico surcando sus labios, antes de salir a encontrarse con los demás caballeros quienes habían llegado hasta Acuario.

—¿Qué ha ocurrido? —Escuchó preguntar inmediatamente a la pelirroja de Ave de Paraíso— ¿Dónde está mi hermana?

El corazón de Milo se estrujo al recordar lo que había pasado y no pudo responder, sin embargo, sintió la gélida mirada de su amigo Camus sobre él, pero eso tampoco surgió efecto.

No quería decirlo. Si lo hacía, todo se volvía aún más real.

Grettel había muerto.

—¿Dónde está, Milo? —Demandó el caballero de Acuario.

Milo negó, sus ojos examinando a todos los presentes.

—¿Qué te ocurre? —Preguntó, mirando como Mel parecía carente de fuerza— ¿Estás bien?

Y no solo era ella, Gabriella también lucía de la misma manera.

La castaña se las ingenió para asentir.

—Lo estoy—Aseguró—. Pero ahora necesitamos saber dónde y qué está pasando con Grettel, su cosmo se siente un poco débil.

Pero… ¿Cómo es que ella podía sentirlo cuando la amazona de Lira había cerrado ya los ojos por siempre?

—¿Qué? —Exteriorizó Aioria por él— ¿Puedes sentir su cosmo?

Todos estaban asombrados, él incluido.

—Está aquí—Anunció Gaby, a quien las piernas le habían flaqueado unos instantes y se había apoyado en Camus—. ¿No es así?

La mirada de Kanon paseó por todo el templo, en busca del cosmo del que hablaban, pero, al no encontrarlo, compartió una inexpresiva mirada con la General.

Tal para cual.

—Está aquí.

Aria no supo como reaccionar ante eso y solo atinó a abrir mucho los ojos para luego enfocarlos en el caballero de Piscis y volverlos a él en interrogativa, no obstante, cuando pareció percatarse de que era así, su expresión se volvió confusa y, por la mirada que compartió con las amigas de Grettel, supo que nada estaba bien.

Debía de actuar rápido.

—Grettel está muerta—Manifestó—. Murió antes de que yo fuera a hablar con la señorita Athena.

Pero Milo sabía que, de haber sido como afirmaba, el cuerpo de la chica estaría a las afueras del Templo y no en las baldosas de su aposento.

Algo más había ocurrido y tenía que averiguarlo.

Espera… ¿Kiki no debía de estar aquí? ¿Realmente nunca lo estuvo?

Para sorpresa de todos, una de las comisuras labiales de la General se elevó en una pequeña pero retadora sonrisa.

—Nunca hablaste conmigo, Milo.

—¿Qué? —Habló Saga, desviando sus ojos azules a la novia de su hermano— ¿A qué te refieres con eso?

Pero no fue Kath quien respondió, sino que lo hizo Mila.

—Ella es Athena—Confesó su cuñada—. Kathie de Orión es la nueva encarnación de Athena.

Eso no fue lo sorprendente, lo fue la respuesta de la aludida y, aunque él ya lo sabía, sus compañeros no. Por lo que los tomó con la guardia baja.

Gaby, Mel y Aria tornándose sorprendidas.

—Y tú el Oráculo de Delfos, Mila.

En ese instante pudo sentir como el cosmo del Patriarca Shion se abría camino rápidamente hasta allí y supo que eso no era bueno.

Mucho menos cuando una explosión de un cosmo inmenso, abrumador y poderoso recorrió el perímetro en forma de una onda morada como hacía unos momentos, debilitándolos a todos.

—Grettel no está muerta, Milo—Corrigió Gaby mientras sus esmeraldas se desviaban a las aguamarinas de Camus—. Está más viva que nunca.

—Y, esta vez, para siempre.

Nadie entendió la frase que dejó los labios de Mel, ni siquiera él que era consciente de que Grettel era la encarnación del elemento fuego, aquel que fue robado por Prometeo para brindárselo a los humanos.

La leyenda que Kath había relatado una vez en la Cámara del Patriarca.

Su chica era fuego en todo el esplendor de la palabra.

Pero, ¿En verdad eso era lo único que era?

—Hay un espectro en el Santuario—Anunció Aioria, pero se corrigió inmediatamente al percatarse que había errado—. Son muchos. Están invadiéndonos.

Camus, Afrodita y Saga verificaron cada centímetro del perímetro de la casa de Acuario con la mirada, sin embargo, el nombre que dejó los labios de Kanon les hizo saber que esto era más grande de lo que se imaginaban.

—Sorrento.

—¿Sorrento? —Cuestionó Aria— ¿Un marina de Poseidón?

Kanon asintió.

—Vienen para aquí—Expresó, intercambiando miradas con la que, ahora era, Athena—. Todos ellos.

La onda expansiva de nuevo cubrió el perímetro, incrementando su poder cada vez más y, esta vez, no lo dejaron pasar pues cada vez los debilitaba con mayor rapidez, corrieron inmediatamente al aposento de Grettel solo para encontrarla ahí, de pie y con las manos extendidas mientras su cabeza estaba elevada hacia el techo—Que él mismo había destrozado instantes antes—mirando el cielo oscuro aún cuando tenía los ojos cerrados.




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