Tharir.
Un mes desde que acabaron las vacaciones y regrese a la escuela. Que hueva. Se me ha pasado demasiado lento, las clases aburridas como siempre e igual que la vida.
Estoy sentada en las gradas del estadio de futbol de la escuela. Solo pasan unos cuantos chicos, es hora de clase, pero como es matemáticas decidí no entrar. De qué sirve que entre, a la maestra le caigo demasiado mal y me reprobara, aunque entregue trabajos y haga tareas. Mejor me voy a los extras donde califica otro profesor y así paso.
Siempre resolviendo la vida fácil.
Saco un cigarro y empiezo a darle caladas y pensando en la mortalidad del cangrejo. Últimamente los días se pasan como viejita cruzando la calle. Las cosas han mejorado para mi desde el rumor falso de Raven y yo. Se la volaron con esa puras noticias de chismes. El sigue feliz en su relación y Chloe no se diga es la mujer felicidad. Para que aprendan de que si eres persistente llegas a tu meta y la rubia amor y paz lo logro. Espero de verdad que sean felices.
Yo y la soledad nos casaremos y no tengo ningún problema con eso.
Observo el estadio y no entiendo como hay pendejos que juegan este tipo de deportes. Mi celular vibra y entrecierro los ojos al ver que es número desconocido. Mierda y mil mierdas más.
Contesto o no contesto, contesto o no contesto.
Malditos debates internos.
Finalmente contesto, pero no será la primera en hablar.
—Hola... Tharir—me estremezco al oír esa voz. Que idiota no vuelvo a contestar.
Mierda.
—Eh...eh...hola ¿q-que q-quieres? —mi voz tiembla. Siento que mi alma se va.
Como no va a temblarte el alma si es ese...imbécil.
—No te pongas nerviosa.
Regresa a mi valor.
—Tienen prohibido llamarme—le recuerdo—¿Quieres meterte en problemas?
—Oh no cariño—mi estomago se revuelve al escuchar eso ultimo— esta es una orden directa del jefe.
—He cumplido mi parte del trato no tengo nada que hablar con él.
—Lo has cumplido...
—¿Entonces que quieres Zacarias?
Ya quiero colgar. No entiendo para que me quieren.
—Escucha bien Tharir—con ese tonito mejor no me pongo brava—Abdón te quiere ver, tiene cosas que decirte sobre... Caleb—se forma un nudo en mi garganta. Se que esto no será nada bueno—. Así que tú decides si vienes o te quedas en tu casa.
No sé qué decir. Se que me dará información nueva e importante, pero...pero a cambió yo tengo que darle algo y ese algo no me gusta. Estoy harta de esto.
—¿A qué hora tengo que estar allá?
Se que no hice bien, sé que regrese a lo mismo, regrese a lo que trate de dejar en el pasado. Dios. ¿Por qué eres así de injusta vida? Me paso las manos por el rostro y regreso a clases.
Las clases son aburridas, nada interesante. Solo quiero salir de aquí. No presto atención a nada de lo que dice la maestra, mi cabeza da vuelta y vueltas.
Si Abdón tiene información de...Caleb es porque algo está sucediendo, pero Owen tampoco me ha dicho algo y él es mi abogado. Bueno de mi abuela.
Relájate Tharir, solo te estás haciendo teorías que te van a explotar la cabeza. Me digo a mí misma.
¿Pero entonces que quiere de mí? Se esa respuesta y no quiero que esa sea la respuesta.
Mi cerebro está en modo error.
—Señorita Davis—genial. Alzo mi cabeza y veo a la maestra de brazos cruzados—¿Me puede de que estoy hablando?
No
—Si.
—Me parece genial entonces dígamelo.
Y si mejor le digo porque su esposo la dejo, quiero decirle.
—Usted estaba hablando de...eh—veo al pizarrón y hay unos siglos—. Del siglo de las luces.
Agradezco saber sobre los siglos.
—Bien—contesta seca y sigue explicando la clase.
Al fin terminan las clases y salgo como bala hacia el estacionamiento. Qué bueno que traje la moto. Cuando llego hay una escena asquerosa delante de mí. El sin neuronas y la rubia amor y paz se están atragantando. Ay dios vomitare.
No quiero ver esa escena así que, bajo la mirada, subo a mi moto y la enciendo.
—¿A dónde con tanta prisa, odia todos? —volteo los ojos.
—Sigue atragantándote con tu novia—contesto, suelta una carcajada
—¿Celosa? —¡Oh por dios!
—Siento decepcionarte, pero no, no estoy celosa y mucho menos de alguien como tú—digo, enarca una ceja y me sorprende su cara como si se estuviera acordándose de algo.
Oh. Por fin se le ilumino el cerebro.
—¿Alguien como yo? —parece divertido. Mientras que Chloe solo observa de mi hacia Raven.
—Solo ignórame—parece que me contestara. Me apresuro a arrancar la moto y lo dejo con la palabra en la boca.
Manejo hacia mi infierno. No es un lugar al que me guste ir, solo voy cuando tengo que entregar el dinero y ya. Trato de relajarme lo más posible. No quiero que sus hombres me vean tensa.
Por fin llego al lugar, entro y siento ese escalofrío que me da cada vez que vengo, me hacen una revisada como siempre y me hacen esperar en la sala de juntas o más bien de sus negocios sucios. El lugar es elegante lo admito y muy grande. Pues como no va a ser grande si aquí viene mucha gente puerca, mafiosa y las peores escorias.
No entiendo como mi mama aguanto tantos años en esto, sé que lo hizo por mí, pero ella no tenía que pagar los platos rotos de mi abuelo, no debió de hacerlo. No debió sacrificarse por mí eso hizo que su vida acabara.
Aún recuerdo cuando la encontré tirada a lado del sillón con un montón de pastillas y droga alrededor de ella. Fue el momento en que yo me rompí completamente. Una gran parte de mi se fue con ella. Mi mamá murió por una maldita sobredosis. Y luego Caleb que llego todo borracho y drogado. Golpeándome porque según el yo lo había provocado sino le hubiera dicho la verdad a mi mama. Y así fue como lo sentí, como mi culpa y ahora cargo con eso.
Caleb tiene razón yo ocasione la muerte de mi mama.