Conduce mi dolor

34. Los Dumas.

Raven

—Súbete a la moto —demando. Me está sacando de quicio.

Vuelve a negar entre risas, tiene los ojos rojos de lo borracha que esta, no debí de haberla traído.

—¡Vamos Raven! Celebra el Año Nuevo.

—Año nuevo paso hace una semana — le recuerdo—. Ya es 2018, cabeza hueca.

Tharir empieza a contar los días con los dedos, se queda pensativa como analizando lo que le acabo de decir. Suspiro irritado y la tomó de la nuca.

—Sube tu trasero a mi moto y vámonos. Venir a la fiesta fue mala idea, no creí que te ibas a embriagar con Nicolás.

—Tu amigo rojo me cae demasiadooo bien.

Rojo es el apodo que le puso Tharir a mi amigo. Nunca la había visto borracha y no negare en decir que me gusta verla así: Alegre, aunque sea por el alcohol.

—Ya vámonos o tú papá no dejara que vuelvas a salir conmigo.

—Está bien, idiota. — Me da un beso en los labios—. Vamos o mi papá te pasará las llantas de la moto por el pene.

—¿Que? —No sé ni que contestarle. Me giro hacia la moto y me quedo quieto cuando la descarada me da una nalgada.

—Buen trasero, Dumas. — Se sube a la moto. Yo me quedo como idiota tratando de recuperar la razón—. Sube sin neuronas.

Antes de subirme a la moto le coloco el casco y enseguida el mío. Me subo y ella enreda sus brazos alrededor de mi cintura, cuando subía nunca se agarró de mí y está a es la primera vez que lo hace. Me siento muy orgulloso de mi.

Habíamos quedado en venir a una fiesta con mis amigos, se supone que todo iba a estar tranquilo, íbamos a celebrar Año Nuevo tranquilos y todo eso. Pero Nicolás llegó con demasiado alcohol, todos empezaron a tomar y yo quise embriagarme, solo que recordé que la odia todos venía conmigo así que no podía embriagarme, de todas formas, la que termino mal fue ella. No sé qué regaño me llevare con Parker, solo espero que no nos esté esperando.

Las cosas en las últimas semanas han estado bien, por un momento creí que Tharir se iba a aislar, pero fue todo lo contrario, ella es la que ha estado más activa en nuestra relación, aunque todavía no tenemos ninguna. Yo todavía ... no tengo ni idea de cómo decirlo y tampoco quiero arruinar mi avance con ella. Tharir suele ser bipolar así que me confunde un — mucho — poco.

También está lo de la droga, tal vez estoy abusando de su confianza, pero casi siempre trato de revisarle los bolsillos por si encuentro otra bolsa y nunca hay nada. Quiero creer que es porque ella la está dejando. Hace una semana insistí con que fuéramos con alguien y ella se negó. Eso lo comprendo porque si yo estuviera en su lugar también me negaría, solo que no sé cómo ayudarla, ella me confesó que solo llega a inhalar una línea a la semana, que esa es la manera en que se va recuperando. Tampoco puedo hacer la gran cosa si le prometí que no le diría nada a su familia, espero que no esté cometiendo un error. De verdad lo espero.

No tardamos en llegar y como soy el dueño del hotel no tengo que pedir pase. Subimos al edificio, no hay muros en la costa. Llegamos a su recámara y ella se avienta.

—¡Fue una noche espectacular!

—Sobre todo tu show sobre la mesa — le recuerdo—. Ese fue estupendo.

—Soy estupenda.

—Egocéntrica ... eh.

—Estar contigo me ha pegado lo egocéntrica.

—Júntate conmigo.

Voltea los ojos.

—Maldito arrogante.

—Como sea ... Ya mejor duérmete, mañana no será un día feliz para ti con la resaca que te espera—. La tiro al piso para que me deje acomodar las sábanas.

—Idiota — gruñe en el piso.

—Me gustaría más el que me llames, amor.

—En tus sueños, idiota.

Suelto el aire.

—Lo intente.

Ayudó a levantar a Tharir, la acuesto en la cama, le quitó las botas y voy a prepararle un té en lo que ella se cambia. Se que este pensamiento no es bueno, pero agradezco que su abuela no hable y este un poco viejita para quedarse dormida fácilmente.

Le llevo el té a Tharir que ya está cambiada y acostada.

—Ten — le doy el té. Me siento en la orilla en la cama—. Mañana tomas café para esa resaca. — Ella asiente.

—OK.

—Em ...— Joder. Que idiota me siento—. Salimos el domingo.

—Voy a trabajar — dice—. Pero podemos salir en la mañana.

—Esa sería buena idea. — Me acomodo el cabello—. Pasó por ti a las diez de la mañana, no quiero retardos, odia todos.

—Ya lo tengo. — Le da un sorbo a su café—. ¿Y Tara? Ni me acorde de ella cuando salí.

—Se quedó en la fiesta con tu amigo.

—Zacarias.

—No me importa su nombre.

—Eres dramático ... el solo está saliendo con tu prima. Déjalo ser.

—Yo no he dicho nada —me defiendo—. Solo que ...

—Créeme que, si él se atreve a lastimar a Tara, seré la primera en dejarlo sin descendencia.

—Por eso nos llevamos también. — Me acerco y le revuelvo la cabeza—. Nos vemos el domingo.

—Adiós.

Salgo de su habitación, veo el reloj y todavía tengo un rato para ir por unas cervezas y embriagarme yo ya que me quitaron el gusto al hacerla de niñera.

Bajo del elevador y mis planes son arruinados al ver a mi papá que camina hacia.

—¡Hijo! —Abre los brazos y me abraza, yo no le correspondo el gesto. Se separa de mi frunciendo el ceño —. ¿Pasa algo?

¿Pasa algo? Esa pregunta es tan absurda. Había quedado en que iría a Noruega para celebrar las fiestas, solo que las ganas se me fueron cuando Parker me contó la estupidez que hizo mi padre. Si él no se hubiera dejado comprar muchas cosas se hubieran evitado. Demasiadas.

—Creo que pasan bastantes cosas, papá — lo encaro—. Pero, primero que nada, ¿qué haces aquí? —No tengo ni idea el porqué está aquí, no me informaron nada.

—Vine a ver a mi hijo. Me dejo abandonado estas fiestas.

—¿Y?

—Ese tono, Raven — advierte—. No me gusta, mucho menos que andes con tus aires de grandeza que él que te mantiene soy yo.




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