Conectados

Capítulo 7: El campamento.

Juxta pensó que el camino sería silencioso e incómodo, pero, al contrario, Leonardo sacó a relucir todo su lado extrovertido, mientras charlaba con la hermana de Ryan, Charlotte. Relatándole aspectos del campamento y sus integrantes, para hacer todo más ameno. 

Por otro lado, él solo se dedicó a observar por la ventana. Como siempre lo hacía. Ryan iba a su lado, pero también iba callado, atentó a la conversación que mantenía su hermana con Leonardo. 

En alguna parte del camino, sintió un toque cálido rozar su mano izquierda sobre el asiento de cuero, desvió la mirada de la ventana, encontrándose con la mano derecha Ryan a su lado.

Era apenas un toque. Miró al chico, expectante ¿Qué se supone que debía hacer ahora?

Él no volteó, aún atentó a la conversación. Pero eso no significó que dejara de moverse. Con su dedo meñique comenzó a acariciar suavemente el dorso de la mano del chico, como si solicitara su permiso.

Juxta movió la suya, algo indeciso, para luego terminar juntando su mano y la de él, en un suave apretón. Un sentimiento cálido se alojó en su pecho. Un sentimiento que no comprendió del todo, menos después de haber nacido por un simple gesto.

— ¿Qué es ese olor? — Charlotte preguntó llegado un momento, cubriendo su nariz.

— Será mejor que cierren las ventanas— Leo advirtió— Lo que están por ver quizás no sea agradable. Pero son precauciones que debimos tomar para mantener el campamento a salvo.

— ¿A qué te refieres? — Ryan interrogó, para luego callarse cuando los vio.

— ¿E…esos son? — Charlotte tartamudeó entre la sorpresa y el horror.

— Son acechadores— Leo confirmó— Pero tranquilos, ya no pueden hacerles daño. Están muertos.

Atados a los árboles, había una hilera de cadáveres de aquellas criaturas. Completamente abiertos, con sus tripas fuera pudriéndose al sol.

Ryan apretó su mano. Juxta no era tonto, comprendió que debía explicar el porqué de aquella carnicería.

— Su olor— Susurró— Su olor funciona como camuflaje, nos mantiene ocultos. A ellos no les interesa la muerte, ellos se sienten atraídos por la carne viva.

— Llegamos a ser demasiados, era cuestión de tiempo para que nos detectarán, esta fue una de las medidas extremas que tomamos— Leo agregó a la explicación. 

Charlotte cubrió su boca, en un intento para retener el vómito que pulsaba por salir, tras ver esa escena. Después de todo, aquellas criaturas, alguna vez habían sido humanos.

 Ryan por otro lado, trato de ser más frío al respecto.

— Es… ingenioso— Admitió— Aunque me sorprende que hayan conseguido a… bueno, tantos.

— Juxta se encargó de ellos. Es muy bueno cazándolos— Leo elogió.

El pelinegro se movió inquieto a su lado, y soltó su mano, no era algo que lo enorgullecerá del todo.

— Ya veo…

— ¿Cuánto falta para llegar? — Charlotte trató de cambiar el tema, para ignorar sus náuseas.

— Medio kilómetro, ya estamos cerca. El olor es casi nulo en el campamento.

— Eso suena bien.

 Minutos más tarde. El chico de cabellos castaños hizo una señal con su brazo, fuera de la ventana. Entonces las puertas de aquel establecimiento fueron abiertas.

Charlotte dejó de cubrir su nariz una vez bajó de la camioneta, ahora que ya no percibía aquel olor. Se dedicó a admirar el lugar. El espacio era grande, lo suficiente para permitir rústicas construcciones. Además del gran edificio, que antiguamente había sido sede de una escuela. Contaban con al menos dos puestos de vigilancia, que miraban directamente hacia los muros fortificados con diversos materiales. Existía una zona de entrenamiento, una armería y hasta una enfermería.

Y por sobre todo había niños, todo era verdad, la comunidad estaba compuesta por niños inocentes. 

Vio como un chico llevaba en sus hombros algo de madera para una fogata, una niña llevando una cubeta entre sus manos, llena de agua.  Dos chicas en lo que parecía ser un puesto de vigilancia y tres niños jugando mientras corrían. 

Estos últimos se acercaron curiosos al ver a los recién llegados, que eran una novedad en el lugar. 

— ¡Nuevos miembros, bienvenidos! — La niña habló emocionada— Soy Lizzy ¡Un gusto! Ellos son Noah y Anna— Presentó.

— Un gusto, mi nombre es Charlotte— Sonrió— Y él es mi hermano Ryan. Gracias por el recibimiento.

— Si quieren pueden unirse a nuestro juego— Noah invitó.

— Lo siento, pequeño, pero ellos irán con Alicia, deben comer primero— Leo interrumpió.

— Oh…

— Pero luego si quieren pueden hacernos un tour por el lugar— La rubia propuso. Le agradaban los niños.

— Cuenta con nosotros— Esta vez fue la dulce Anna quien aprobó.

Ryan se mantuvo al margen, su hermana era alguien muy sociable cuando se trataba de niños, él en cambio era más reservado al respecto. 

— Síganme, los llevaré con Alicia para que puedan comer algo— Leo los guio.

— ¿Y quién es Alicia? — Ryan preguntó con curiosidad.

— Es la encargada de la cocina y el inventario— Juxta explicó.

— Con un carácter del demonio— Leo agregó, a lo que el pelinegro le acertó un codazo.

A diferencia de lo dicho por el chico de cabellos castaños, Alicia recibió de buena forma a los recién llegados, era incluso aún más amable que los niños pequeños, y luego de presentarse, les sirvió una abundante ración de sopa, pan y agua, a cada uno.

— Con esto recuperarán energía— Sonrió— Y dejarán de estar en los huesos.

— Muchas gracias, pero no era necesario tanta comida. Aún no sabemos cómo pagarles.

— Aquí se paga con trabajo— Explicó Leo, sentándose con ellos, tampoco había comido— Alicia ¿Puedes servirme un poco?

— ¿Qué tiene las manos ásperas, “jefe”?

Intercambiaron miradas fieras. Juxta soltó un suspiró, estaba cansado de la rivalidad y las peleas infantiles de esos dos. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.