Juxta cubrió sus oídos con ambas manos de forma repentina, cuando el primer trueno hizo su aparición. Ryan se preocupó, cuando su mano fue soltada y su conversación terminó de forma abrupta. Un relámpago iluminó la habitación poco después.
— ¿Juxta? ¿Qué sucede?
— El ruido… insoportable… — Él murmuró casi dolorosamente.
El chico tembló, cuando otro trueno se escuchó, haciendo eco en el bosque. Se levantó deprisa, alejándose de la calidez del fuego. Ocultándose en el primer lugar que encontró, que fue debajo de una mesa polvorienta.
Entonces a Ryan no le tomó mucho tiempo comprender la situación. Desabrochó su chaqueta y se acercó a él.
— Jux… — Susurró, más el chico no le prestó atención, sumido en sí mismo. Oculto contra sus rodillas, sus manos aun sosteniendo su cabeza.
Ryan sabía exactamente qué hacer, se situó a su lado, lo cubrió con su chaqueta y con un suave movimiento lo atrajo hacia él, para abrazarlo. Y así poder calmarlo.
Juxta parpadeó confundido, ante el cambio de posición, pero no tuvo mucho tiempo de asimilarlo cuando otro trueno cayó, haciéndolo temblar y aferrarse a la camisa del contrario, ocultándose aún más en ese refugio improvisado.
Dolía, aquel sonido, dolía…. Los truenos eran tan intensos, y sus oídos estaban demasiado sensibles aquel día por los acontecimientos, era simplemente insoportable. Todo se intensificaba después de alimentarse.
— Tranquilo, pronto pasará, solo son sonidos de la naturaleza, no van a hacerte daño— El rubio murmuraba, mientras acariciaba sus cabellos— Estoy aquí para ti.
Ryan tenía una idea equivocada de la situación. Aun así, el pelinegro agradeció las palabras tranquilizadoras, y las caricias. Estas últimas no alejaron el dolor, pero sí lo hicieron más soportable.
Volviendo al campamento, el chico de cabellos castaños observó la ventana.
— Juxta odia las tormentas— Leo comentó, cuando el primer trueno se escuchó. Y el relámpago que le siguió iluminó el lugar.
— No creo que sea el único— Charlotte respondió, comprobando la temperatura del chico, ya no quedaba rastro de la fiebre, los medicamentos auto recetados parecían haber funcionado— Los niños están inquietos, por suerte Alicia se está encargando, y les lee un cuento para dormir.
— ¿Quién se encarga de la guardia?
— Adam y Steve se ofrecieron. Le dimos varias mantas, el frío es inclemente por la tormenta. Y antes de que preguntes, los animales ya están en el establo, a salvo de la lluvia— Se adelantó.
— Gracias, Char. Por cuidarme y ayudarnos.
— Solo tomé decisiones basadas en lo que tú harías— Ella rio, quitándole importancia— Ya tienes mejor semblante, aunque aún es necesario que descanses…— Vio el termómetro— Tu temperatura bajó demasiado bien ¿Tienes frío? Iré por unas mantas.
— Estoy bien— Leo la detuvo, tomando su mano— Quédate. Tu compañía me hace bien— Sonrió.
Las mejillas de Charlotte se encendieron un poco. Al parecer Leonardo seguía enfermo, o eso pensó la chica.
— Está bien— Aceptó.
En la cabaña, Juxta dormía apaciblemente contra el pecho del contrario, la tormenta ya comenzaba a alejarse. Y sus temblores habían disminuido.
Ryan bajó su mano, alejándose cuidadosamente de los cabellos oscuros de Juxta, para acariciar su mejilla. Siendo recibido por su suave piel y su serena respiración.
Hasta ese momento, no había tenido la oportunidad de apreciar al chico tan de cerca, en sus cinco sentidos, claro, como lo estaba ahora. Su lindo rostro, sus pestañas largas y oscuras, sus labios finos… estaba tentado a probarlos de nuevo. Aún recordaba su sabor, la pasión de capturarlos, solo suyos por una noche.
Los tocó delicadamente con su pulgar, delineando suavemente los bordes. Y se detuvo solo al sentir la penetrante mirada del chico. Juxta había despertado.
— Yo… no— Trató de excusarse al verse descubierto.
— El frío está aumentando, deberíamos volver a la fogata, la posición en la que estamos también se ve incómoda para ti— Él susurró, ignorando el hecho anterior.
— Estoy bien, no te preocupes— Ryan se apresuró, pero el pelinegro ya se había alejado, levantándose y extendiendo una mano en su dirección.
Ryan debió aceptar que algo así no volvería a suceder, con el chico entre sus brazos, al menos no tan pronto. Aceptó su mano.
Estaba por soltarlo, pero un suave apretón del chico, le dijo que no era una opción. Juxta lo guio junto al fuego, que para ese entonces eran apenas cenizas calientes.
El pelinegro se sentó cerca de estas últimas y lo invitó a sentarse a su lado, cuando el rubio lo hizo, tiró de su agarre para caer ambos recostado contra el desnudo suelo. No habían podido encontrar mantas en aquella polvorienta cabaña.
— Debimos quitar las cortinas y usarlas como mantas— Comentó Juxta, antes de rodar y esconderse entre los brazos del chico.
Ryan reaccionó lento ante sus intenciones, pero terminó rodeándolo con sus brazos. Se sentía más que afortunado.
— Aún tenemos mi chaqueta— Susurró, cubriéndolos a ambos con ella— Y si permanecemos cerca, conservaremos el calor.
Juxta asintió. Se sentía a gusto cerca del chico, se sentía a salvo. Con Leo no pasaba lo mismo, era solo algo físico, con Ryan en cambio, se sentía cálido. Quizás hacía algo más que gustarle.
— Pronto amanecerá… ¿Deberíamos comenzar a alistarnos? Leonardo y tu hermana deben estar preocupados.
— Son adultos, no creo que puedan caer más en pánico si nos quedamos unas horas más. Además, aún llueve. Y los caminos tardarán en secarse, el lodo es molesto.
La lluvia, ahora era un suave eco en ese momento. Pronto acabaría… solo era una excusa para quedarse más tiempo juntos. Antes odiaba las tormentas, pero después de conocer a Juxta, no le parecían algo tan malo, no si podía estar junto a él.
— Si, la lluvia aún no termina y el lodo...— Juxta aceptó las excusas, adormilado, cerrando sus párpados y disfrutando del calor del otro— Solo unas horas más…