Conexión

capitulo 11

Capítulo 11

El sonido hipnotizador de su risa mientras corría y él trataba de alcanzarla le impidió darse cuenta que alguien que no debía los estaba observando.

Paró para tomar aire, ella era demasiado rápida y ágil para él, por más que trataba de alcanzarla no podía. Helena lo miró de manera burlona.

Cada día que pasaba se sentía más prendado de ella, no solo era la mujer más hermosa que había visto en su vida si no también la más inteligente y fresca, su personalidad era cautivadora, era inteligente y culta. A pesar que ya no asistía a la escuela —por la idea retrógrada de que las mujeres no tenían por qué estudiar para llevar una casa—, Helena se las había arreglado para seguir aprendiendo, le sorprendió saber que su padre —que por ningún motivo logró convencer al padre de Helena de permitir que ella estudiara— le había enseñado personalmente. Increíblemente su amada sabía a la perfección como llevar varios de los negocios de su familia.

Las cosas con sus progenitores aún seguían tensas pero cada vez iban sediento un poco más, al menos su padre ya no se retiraba de la mesa cuando llegaba a comer.

Con las manos en sus rodillas se instó a recuperar el aliento, ocultando una sonrisa comenzó a respirar con más fuerza, por el rabillo del ojo vio como Helena pareció asustada de la manera exagerada en la que respiraba y preocupada se acercó a él, cuando la tuvo a su alcance movió rápidamente sus brazos alrededor de la breve cintura de la muchacha y la atrapó contra su pecho, ella soltó un gritito de sorpresa antes de enganchar los brazos a su cuello y reír sonoramente.

Con una gran sonrisa se dedicó a observar cada facción de ese hermoso rostro, la nívea piel adornada por esas mejillas sonrojadas era todo lo que necesitaba para sentirse dichoso, esos ojos verdes la única cosa que lo hacía sentir en el paraíso … esos labios de fresa, lo único que saciaba su sed.

Helena lo miró intensamente antes de preguntar si todo estaba bien, amaba esa confianza que había puesto en él, mucho le había costado para que su nombre saliera de esos labios sin el tan molesto “joven” ante el, había costado pero lo logró —al menos cuando estaban a solas—, escuchar la manera rasposa con la que su nombre era pronunciado por ella hacia su pecho arder.

Afianzó sus brazos en la pequeña cintura y la elevó para que sus rostros estuvieran frente a frente, “te amo” susurró y en respuesta obtuvo la más cálida caricia y un “también, te amo” en respuesta.

Helena estaba más confiada sobre ellos, con los días, hasta se atrevía a mirarle aún cuando sus padres estaban presentes y a solas más de alguna vez se atrevió a tomar la iniciativa, justo como ahora. Sintió las pequeñas manos en sus rasposas mejillas y la suavidad de esos dulces labios sobre los suyos. Como siempre que se besaban tenía que recurrir a su autocontrol para no asustarla, sabía que él jamás haría alguna infamia en contra de ella pero habían cosas que por naturaleza no era capaz de controlar y Helena para bien o para mal encendía cada fibra de su ser.

La muchacha se separó de manera brusca justo cuando ese mismo autocontrol estaba comenzado a flaquear, vio en sus ojos terror absoluto y cuando trató de tocarla ella retrocedió. No, eso no podía pasar. ¿Había hecho algo erróneo de lo que no sé percató?

El sonido de una gruesa voz evidentemente cargada de enojo llegó a sus oídos, en cuanto se giró vio al enorme hombre bajando por entre los árboles hasta donde se encontraban, de inmediato se dio cuenta que la mirada te pavor en el rostro de su mariposa no era por su causa.

Tomó la muñeca de Helena y la puso tras su espalda a modo de protección, se irguió lo más que pudo para no aminorarse frente al hombre, él era alto pero aún así el administrador de la hacienda le sacaba más de una cabeza.

Jason Donnet, era un gigante de por lo menos dos metros de estatura, anchos hombros y musculoso cuerpo, de cabello caoba como el su hija el cual tocaba sus hombros y unos ojos miel tan claros que parecían amarillos.

El hombre llamó a su hija una vez más y ella hizo ademán de acercarse a su progenitor pero él impidió que Helena se acercara a su padre, conocía el carácter del hombre, el gigante era conocido tanto por su excelente trabajo como por su mal humor cuando las cosas se salían de sus manos y esta era claramente una de esas cosas.

Vio como el hombre cerró una de sus manos alrededor del mástil del hacha que llevaba —seguramente estaba buscando leña en el bosque cuando los encontró—, esto le traería problemas. Él realmente quería esperar a que las cosas con sus propios progenitores —especialmente con su padre— se arreglasen para hablar con los padres de su mariposa, sabía que necesitaría todo el apoyo posible frente al furioso hombre que ahora tenía en frente.




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