Capítulo 12
Estaba atento, tan quieto que por un momento ambas personas que lo miraban expectantes pensaron que había dejado de respirar.
Pero es que no podía creer que eso fuese cierto, el hombre de sus visiones amaba a esa chica, se desvivía por ella, él mismo comenzaba a sentir el inmenso amor que George McLean sentía por Helena ¿Cómo era posible que hubiese sido capaz de…, abusarla?
—¿Está segura que eso es cierto? —preguntó en un susurro aún sin poder creerlo.
—Eso es lo que yo sé, joven. El señor Jason no aceptó que Helena y el joven George se casaran, él no quería que su hija estuviera con él hijo del patrón, una noche en la que varios jóvenes amigos del joven George llegaron de visita hicieron una fiesta… y el joven…
—¡Eso no es cierto! ¡No puede ser cierto! ¡Él la amaba! —gritó con todas sus fuerzas, se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro murmurando que aquello no era cierto.
—Yo era una niña, eso es lo que escuché de mi madre… mi padre, fue uno de los que fue asesinado por el señor Jason.
—¿Ese hombre, mató a todos… por eso?
—Vengó a su hija.
Ian salió de esa casa casi tambaleándose, sentía el estómago revuelto y la vista nublada, su mente trabajaba tan rápido que no era capaz de hilar ningún pensamiento coherente.
Le ofrecieron llevarlo de vuelta a su casa pero no aceptó, el pueblo estaba lejos pero necesitaba caminar, necesitaba aclarar sus ideas, cada palabra de esa anciana martillaba en su cabeza.
George McLean había abusado de Helena.
No, eso no podría ser cierto.
En sus sueños y visiones Helena era venerada por George, ese hombre estaba tan malditamente enamorado de esa chica que él mismo sentía que la amaba, Helena se había metido en su mente tan profundo que el anhelo por ella lo estaba volviendo loco, así que era imposible que algo así hubiese pasado.
Había dicho que ya no le importa a lo que había sucedido tiempo atrás pero ya no pensaba lo mismo, debía saberlo, para su propia paz tenía que saberlo. El sentimiento de angustia y desesperación que estaba haciendo opresión en su pecho no se iría, no se iría mientras no supiera exactamente lo que pasó, y para saber solo había una manera.
(* * *)
Evelyn se paseaba de un lugar a otro sin poder calmarse.
¿Quién era ese hombre con el que su hijo se había ido? ¿De dónde, Ian conocía a ese hombre? Ni siquiera ella sabía quién era.
—Tranquilizante, Evelyn —Darien la tomó de los hombros y la obligó a sentarse en el sofá.
—¿Por qué mi hijo se fue con ese hombre? ¡¿Quién rayos era ese hombre?!
—Era el señor Clark, lo conozco Evelyn no es alguien malo, es el hijo de la señora Aurora, una anciana que vive a las afueras del pueblo.
—¿Aurora O’Brien? —preguntó con asombro el mayor de los Morris.
—¿Usted la conoce? —Evelyn miró a su suegro con el ceño fruncido.
Antes que el mayo de los McLean pudiese decir algo, la puerta de enfrente se abrió y Brad apareció frente a todos. Sabía que su amigo había sido dado de alta y había ido a ver cómo estaba.
—¿Quién es Aurora O’Brien, Brad? —el chico observó a todos sin entender por qué lo golpeaban con esa pregunta a penas entraba.
—Tu sabes mucho más que nosotros lo que sucede con mi nieto, Brad, por favor respóndenos.
—No entiendo de qué hablan. Yo solo vine a ver a Ian.
—¡Mi hijo se fue a hablar con esa mujer apenas llegamos del hospital, sin importar que aún está convaleciente! ¡Quién es esa mujer, Brad!
—Mierda —siseo el chico antes de sentarse frente a la madre de su mejor amigo.
Brad había prometido no decir nada acerca de la anciana, bastante le había costado que Ian le dijera sobre lo que había estado averiguando por su cuenta. Miró una vez más a la mujer que era como una segunda madre, Evelyn siempre lo había tratado como un hijo más, mientras estaba con ella jamás había hecho una diferencia entre Ian y él, suspiró y se acomodó para hablar, sabía que Ian se iba a molestar pero no había mucho que pudiera hacer ante eso.