Conexión

Epilogo

Epílogo

 

Brad vio las velas que formaban un número sobre el pastel que su nieta sostenía frente a él y no podía creer que esa fuera la edad que estaba cumpliendo.

Setenta y cuatro años. ¿A qué hora pasaron tantos?

Ya sin percatarse de esa cojera que llevaba hace tantos años –esa que obtuvo tratando de ayudar al que fue su mejor amigo– se acercó hasta Grace que sonriente sostenía el pastel.

Sopló las velas luego que su familia terminara de cantar esa odiosa canción típica de cumpleaños, sus cuatro hijos y sus respectivas esposas lo abrazaron uno por uno al igual que lo hicieron sus diez nietos, como siempre Grace fue la última. Esa chica de apenas diecisiete años era su nieta favorita –aunque era algo que jamás diría frente a los demás–, el lazo entre ellos había sido fuerte desde el principio, desde la primera vez que vio esa fea bola rosada que solo lloraba.

—Feliz cumpleaños, abuelito.

—Abuelito, tu vecino —contestó con el ceño fruncido. Siempre le había gustado hacer del viejo cascarrabias cuando se trataba de ella. Aunque reconocía que con los años era justamente en lo que se había convertido.

—Feliz cumpleaños, Brad —Grace sonrió y él sintió una gran calidez extenderse por su pecho, la sonrisa de esa niña siempre había tenido ese efecto en él.

Recorrió con la mirada a cada una de las personas sentadas ante la gran mesa del comedor y se alegró al ver a todos reunidos, la familia que había creado junto a Helen; jamás pensó que terminaría casado con la que fue la novia de Ian… si solo Anne hubiese estado viva. A pesar de los años que habían pasado —y aunque realmente quería a Helen—, nunca había podido dejar de pensar a esa chica y de arrepentirse por jamás hablarle de sus sentimientos.

Se levantó con dificultad y caminó hasta su estudio, se sentó en la silla tras el escritorio y del primer cajón sacó la única fotografía que tenía de los que fueron sus mejores amigos. Ian, Anne y él estaban sentados bajo el gran árbol del parque que siempre fue su sitio de reunión, se preguntaba cómo había podido seguir viviendo luego de la muerte de ambos.

—¿Quienes son ellos? —se sobresaltó al escuchar la voz junto a él.

Grace se rio a carcajadas por asustarlo y él apretó sus mejillas con fuerza.

—Mocosa entrometida —gruñó.

—Ya dime... ¿Quiénes son ellos?... —dijo arrebatando la fotografía— Oye… —Brad alzó una ceja al escuchar la manera graciosa que alargaba la “e”— si que eras guapo.

—¿Era? ¿Cómo que era, mocosa?

—Eres —sonrió con inocencia y agitó la fotografía para que le dijera quien eran los que en ella aparecían.

—Son mis mejores amigos, Ian y Anne.

—Y ¿Dónde están?

—Muertos... —su nieta lo miró asombrada— ambos fueron asesinados por la misma persona que le causó esto a mi pierna —tocó con su palma su muslo izquierdo donde el músculo estaba paralizado.

—Lo siento.

—No importa, fue hace muchos años y muy lejos de aquí.

—Fue en tu antiguo pueblo ¿verdad? Por eso cuando la abuela va, no quieres acompañarla —Brad asintió.

Luego de la muerte de Ian, la historia del joven maldecido por la antigua mansión se hizo conocida, aunque la teoría de que se había suicidado por una profunda depresión era la declaración oficial de la policía la historia paralela había tomado fuerza en el pueblo de una manera tan potente que tanto él como la familia de Ian habían tenido que irse de San Luis y por su parte jamás volvería a poner un pie en ese endemoniado sitio.

Ese maldito día cuando perdió a su mejor amigo era sin duda el peor día de su vida, luego que esa cosa lo hiriese y quedara tendido sobre la grava sin poder moverse lo único podía oír eran los fuertes gruñidos que ese ser emitía y los gritos de Ian —esos que jamás se borrarían de su mente—, como pudo, sintiendo que el cuerpo le quemaba con cada movimiento logró pedir ayuda pero cuando esta llegó era demasiado tarde, Ian, ya estaba muerto. Recordaba el rostro de la señora Evelyn cuando llegó a la mansión, el dolor reflejado en sus ojos era tal que cualquiera que la viese sabía que esa mujer estaba totalmente rota; no podía creer que el señor Steven hubiera muerto casi al mismo instante que Ian lo hacía, ambos se habían ido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.