Conexión Irresistible ©

18|Campo de Batalla.

Wardo

 

Katherine está aquí.

Justo en frente de mí.

Luego de años sin verla. Luego de años sin respirar su esencia. Luego de años de... haberme roto el corazón.

El recuerdo de la última vez en la que nos vimos aturde mi cabeza. Fue en su boda. Ella estaba encadenándose a un hombre para el resto de su vida. Y dolió. Me dolió como ser asesinado a sangre fría porque sabia que lo nuestro, finalmente, había terminado.

Todavía con la mano sobre el pomo de la puerta, no puedo abrir la boca para decir nada. He sido apresado por la sorpresa, por la intriga y... los recuerdos. Un huracán de fragmentos aislados regresa para azotarlo todo. Para destruir mi cordura, y enviarme a saltar de una cima llena de rocas que se incrustan dolorosamente en mi estómago.

Pero ha pasado mucho tiempo. Debí haberla superado. Y eso planeo mostrar.

Ella sigue ahí. Plantada frente a mí, mirándome con sus grandes ojos marrones bien abiertos. Sus labios llenos plegados. Una fina capa de brilla embaucándolos. Ignoro a la punzada de nostalgia que me atraviesa. Se ve diferente... se ve crecida. Madura. Pero sigue luciendo preciosa.

Me aclaro la garganta, duramente.

—Hola, Katherine.

Ella se relame los labios antes de sonreírme.

—Hola, Eduardo.

Nos quedamos en silencio, devorándonos con la mirada durante un par de segundos hasta que la voz de alguien más hace trizas nuestro campo de batalla.

Jessica se ha levantado del sillón, y se ve confundida por la presencia de Katherine en mi departamento casi a medianoche. ¿Y quién diablos puede culparla?

Cinco años más tarde regresa a mí.

—¡Katherine! —Jessica se acerca para saludarla con un abrazo. Me lanza una furtiva mirada que pretendo ignorar. No quiero hablar con Jessica sobre Katherine. Y tampoco quiero hablar con Katherine sobre Jessica.

—Hola, Jess. —Ella le devuelve el saludo. Sus ojos no se apartan de mí mientras abraza a Jess.

—¡Qué sorpresa que estés aquí! —Jess se aparta, y se coloca en medio de los dos.

Ni siquiera soy capaz de prestarle atención.

Mi cerebro se ha ido nadando a una alcantarilla de recuerdos mugrientos y deplorables.

Jess me da una mirada que solo deja al descubierto su intriga. Probablemente cuestionándose por qué Katherine vendría a visitarme a mí. Nunca hablé con ella acerca de lo que sucedió entre Katherine y yo. Ni siquiera fui capaz de hablarlo con Kath. Ella siempre estaría cubriéndole la espalda a su hermana. Y lo entiendo. No la culpo, porque yo haría lo mismo por mi hermano.

Katherine suspira mientras mueve la cabeza de arriba abajo.

—Sí. Recién llegué a la ciudad. Hace unos... —Katherine baja la mirada al reloj que adorna su delgada muñeca. Luego retorna hacia mí—, media hora. Fuimos a tu departamento, Jess. Estaba tu prima. Creo que se llama... ¿Karla?

Jess se apronta en corregirle. —Kenzie.

Katherine asiente.

—Kenzie. Sí. Muy amable, por cierto.

Escuchar a Katherine mencionar a Kenzie mientras hace un par de minutos estaba seduciendo a Jess justo en mi sala me hace sentir el hombre más miserable y cretino del universo.

Vaya, mijo. Se te ha juntado el ganado.

Mierda.

—Sí. Kenz es muy atenta.

—Y tienen un lindo departamento, además. —Sigue halagando Katherine. Sus ojos se clavan sobre Jessica como si estuviese batallando internamente por no mirarme. ¿Por qué?

Jess le da una sonrisa amable, y luego se gira hacia mí. Su mano toquetea la parte externa de mi brazo, y me hago un lado para deshacer el contacto, por puro instinto.

Diviso la arruga que se ensambla en su frente, pero se preocupa por maquillarlo.

—Bueno, debería irme —anuncia Jessica. Se vuelve hacia el salón para coger sus pertenencias, y en cuestión de segundos, está de regreso con nosotros. Parte de mí quiere decirle que no se vaya. Pero la otra parte de mí solo quiere escuchar lo que Katherine tiene para decirme.

Dudo que haya venido solo a saludar.

No es su estilo de hacer las cosas. Y se siente terriblemente mal conocerla tan bien.

—Avísame cuando llegues —le digo bajito.

Jessica solo asiente. Se despide de Katherine con una sonrisa de labios cerrados, y se pierde entre la penumbra del exiguo corredor.

Cuando se ha ido, olvido cómo respirar.

Katherine, abrumada del silencio que nos acecha, rompe su armonía de raíz.

—Necesitamos hablar.

—Bien. ¿Pasas? —Señalo el interior de la sala con el brazo.

Ella echa un veloz vistazo antes de asentir, y caminar lentamente hacia adentro. Cierro la puerta con suma cautela, y tomo un par burbujas de aire para conectar los cables en mi cabeza. Echan chispazos, porque la llegada de Katherine ha hecho un cortocircuito.

La veo mientras se detiene en medio de la sala, impregnando el ambiente con su aroma. Una fragancia que me cosquillea deliciosamente en la nariz. ¿Sigue usando el mismo perfume luego de tantos años?

Conozco a Katherine demasiado bien como para saber que cuando se encapricha con algo, no lo suelta hasta que se aburre. Tal parece que ese perfume ha sido uno de los afortunados.

Me cruzo de brazos, alzando la barbilla y sin poder arrancarle los ojos de la espalda.

Ella se vira hacia mí. Sus grandes ojos curiosos me analizan en silencio.

—Me gusta. Esta muy lindo —emite en bajos decibeles. Se refiere al departamento, pero mi cerebro demora en procesar la información. Está muy concentrado en ella—. Tiene una vista linda. Y casi no se escuchan los pitidos horrendos de los autos. —Se ríe con suavidad, y mis labios se astillan.

¿Hace cuánto no la escuchaba reír?

Mierda. Esto me va a costar más de lo que imaginé.

—Estamos en el decimo piso —murmuro como si fuese lógico.

Ella asiente, un poco picada por mi tono neutro.




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