Conexiones 0

Segunda Unión: Propuesta

Al día siguiente, en el receso, Marisa, Jayce y Tony estaban almorzando. Los dos chicos que seguían al «vampiro» revisaban si habían filtrado fotos del siniestro, pero no tuvieron suerte, aunque si leyeron teorías de otros usuarios sobre qué podrían significar anteriores mensajes dejados por el mismo loco.
—¿Cómo pueden comer y ver eso? ¡Qué asco! —replicó el joven, asqueado.
—Tenemos estomago fuerte. Tú tranquilo —expresó Marisa al morder una manzana.
—Yo estoy a dieta —explicó su otro amigo, cosa que extrañó a Jayce.
—¿A dieta? ¿Quieres desaparecer o qué? Estás incluso más delgado que yo.
—Tú tienes músculos. Yo no. Además, es sólo un kilo. Con esta semana que no coma en el receso, lo bajaré —comentó el joven con una sonrisa confiada, algo que no dejó satisfecho al otro.
—¿Apruebas eso?
—No es mi salud, pero si deberías comer, aunque sea una fruta. —Dicho eso, la chica le ofrece de su manzana, cosa que acepta dándole una mordida y regresándola.
—¡Ya! Estaré bien.
—¿Entonces? ¿Sí me van a ayudar? —preguntó el chico de ojos azules, a lo que Marisa sonrió.
—¡Claro! Nada como un misterio para divertirse un rato. ¡Ya la vida es muy aburrida sin el alcohol y las escapadas en tu auto!
—Lástima que el mío esté en el taller, pero si lo sacan antes, ya saben que yo los paseo —expresó Tony al bloquear su móvil, acercándose ambos más a Jayce—. ¿Cuál es el plan? ¿Cómo vamos a buscarlo entre cientos de personas que usan chalecos, fedoras y son altas y morenas?
—¡Muy gracioso! Tiene un arete de pluma azul con el otro lado dorado. Nunca había visto uno así —mencionó el interesado.
—Yo sí —aclaró Marisa—. Un sujeto los vende por la estación del metro de mi casa. Podemos ir a preguntarle si recuerda al tipo.
—Eso suena a un buen plan —explicó Tony, emocionado.
—Tiene la pinta de un mago callejero y se subió en una estación que lleva al centro. No tengo duda de que ha de trabajar allá.
—Bueno, podemos ir después de buscar al que vende esos aretes, porque tan pronto oscurece, ese sujeto se va de ahí —implicó Marisa, lo que hizo sonreír al tercero.
—¡Oigan! ¿Ustedes creen que sepa algo del vampiro? Bueno, vive cerca del último asesinato. Me parece que puede ser una buena oportunidad de obtener una nueva pista, ¿no?
—Ese sujeto me da miedo. Ayer Marisa y yo discutimos la posibilidad de que sea el asesino.
—¡Ay! Estaba jugando. ¿No lo recuerdas? Esto es la vida real. Aunque lo fuera, nunca lo sabríamos. —En ese momento, cinco sujetos se acercan a los muchachos. Todos ellos eran altos, corpulentos y de aspecto rudo. Iban liderados por un chico bastante formido, con grandes músculos y cabello muy corto.
—Oye, Jayce —dijo el líder, colocándose las manos en los bolsillos de su pantalón, acentados sus músculos y pectorales—. Nuestro corredor se fracturó y tenemos un partido contra los engreídos de la preparatoria G en una semana. ¿No quieres unírtenos sólo por esta vez? Es por la prepa, man —explicó el muchacho con una voz grave y masculina.
—No, gracias. Sé que pueden ingeniárselas sin mí. Lucas también es bueno corriendo —replicó el joven, cosa que no agradó mucho a quien contestó, sonriendo con enojo y viendo a otro lado, apretadas sus manos dentro de sus bolsillos, devuelta la mirada a Jayce.
—¿Cuándo lo vas a superar? Estábamos en la secundaria. Ya te pedí perdón, todo mundo lo hizo. Te lo pido bien, por fav…
—Dije que no —expresó de nuevo Jayce, interrumpiendo con una voz severa y una expresión de enojo legitima.
—¡No seas inmaduro!
—No, tú no lo seas. —Se interpuso Marisa, plantándole cara de frente al sujeto que era mucho más alto que ella al levantarse. —¿No sabes qué significa «no» o le hablo a la profesora Altagracea para que te explique? —Aquello molestó demasiado al líder, pero luego giró los ojos y se dio la vuelta, no sin antes decir algo a sus compañeros para que el trio lo escuchara.
—Vámonos, no pierdan más el tiempo con estos conductores alcohólicos. —Molesto, Tony se puso de pie y caminó hacia el sujeto. Sin pensarlo, lo tomó del brazo, lo hizo girar y le metió un puñetazo en el rostro, lo que impresionó a los presentes.
—¡Cuida tu sucia boca, imbécil! —expresó el joven, enrabietado, listos los jugadores de rugby en ir a golpearlo, hasta que Jayce se interpone entre todos.
—¡Lo hare! —expresa aquel con un grito—. Mañana iré a entrenamiento. No tengo ropa y no pienso ponerme nada de ustedes. —Aquello detuvo a los agredidos, mismos que aceptaron la oferta, notado por Jayce que el rostro del líder se notaba no tan lastimado.
—A las cinco luego de clases, Jayce —enunció el golpeado, retirándose con los demás del lugar, alertados los alumnos que vieron el conflicto, no hecho nada por el personal de la escuela al ver que todo terminó bien.
—¿Qué carajo te pasa? —emitió Jayce al girar y encarar a Tony.
—¡Ay! Mi mano. —Se quejaba el chico al dolerle los nudillos y dedos por el golpe. —¿De qué tienen hecha la cara los jugadores de rugby? ¿Concreto?
—¿Es la primera vez que peleas? ¡Ja, ja, ja! Hombres… —expresó Marisa demanera burlesca, aunque luego se detuvo unos momentos, como si se hubiera dado cuenta de algo—. ¿Por qué estás tan enojado? —La cuestión hecha de la nada provocó un tanto de incertidumbre en Jayce, aunque en Tony causó nervios.
—¿De qué hablas? ¿No lo escuchaste? ¡Es un imbécil! —explicó el agresor con una sonrisa temblorosa, aunque la seriedad de la chica no cambió nada.
—No, he notado que últimamente te enojas con facilidad. Hoy te excediste y te ves más tranquilo porque…
—¿Puedes dejar de hacer eso? —enunció Tony enojado, lo que llamó la atención de los presentes, quienes estaban pasando del trio hasta que oyeron eso.
El chico se dio cuenta de ella y su amiga, en lugar de detenerse, sólo sonrió ante esa actitud. Era como si le hubiera dado la razón y estaba satisfecha con ello.
Por su parte, Tony se retiró diciendo que iría al baño, a lo que Jayce trató de ir con él, mas éste se negó pidiéndoselo de una buena manera, por lo que su amigo aceptó y se quedó con Marisa, la cual silbaba de alegría, caminando de forma infantil en celebración.
Este conflicto continuó hasta que salieron de clases, en donde ya la chica había hecho que Tony estuviera más tranquilo a su lado, listos para iniciar el plan ya acordado.
La llegada a la estación por donde vivía Marisa fue un tanto rápida a pesar vivir retirado del bachillerato. Ahí, la joven les indicó donde ve al sujeto, mas ese día no estaba por ahí, así que la joven se acercó a otro puesto para preguntar por el susodicho.
Allí le dijeron que el tipo a veces no va y ese día fue uno de ellos. Sugirieron regresar al día siguiente, cosa que acordaron los jóvenes en caso de no encontrar al extraño «mago» en ese día.
La búsqueda continuó en el centro. Los tres fueron por todos lados a donde se juntaban actores de calle como lo eran: payasos, mimos, contadores de fortuna, músicos y oradores religiosos.
Los tres jóvenes se separaron y estuvieron preguntando por el tipo, pero sólo consiguieron que les quitaran dinero por información inútil, falsa o por nada. Marisa fue quien descifró si lo dicho sería de utilidad, llegando a la conclusión de que no.
Cansados, la noche los atrapó, por lo que su búsqueda los puso en una calle un tanto popular por tener varios moteles cerca, en donde mujeres de un ver un tanto atrevido posaban en las paredes de dichos establecimientos, recargadas y tratando de seducir con miradas o palabras a los hombres que pasaban cerca.
—¿Crees que ellas sepan algo? —cuestionó Marisa al notar a las trabajadoras sexuales.
—¿Qué van a saber una bola de putas? ¡Ni siquiera han de saber leer! Menos van a saber que es un fedora —dijo Tony de manera bastante despectiva.
—¡Wow! ¿Y ese odio a las prostitutas? —cuestionó Marisa, a lo que Tony se molestó todavía más.
—¡Bájale! No empieces, que sigo molesto por lo de la tarde —amenazó el chico, atravesado Jayce al momento.
—¡Oigan! Basta, por favor. Yo les preguntaré, ustedes quédense aquí.
—¡No, gracias! Iré por un jugo. Tengo sed y ya es tarde. Me buscan en la tienda —declaró Tony al darse la vuelta y dirigirse a un autoservicio que estaba contra esquina.
—Eso nos deja a nosotros. ¡Vamos! Nunca he hablado con una prostituta —confesó emocionada Marisa, acercándose a las mujeres, mismas que parecían coquetas al inicio, mas al saber que sólo deseaban información, los insultaban diciéndoles «metiches», «mocosos» o de otras cosas que empezaron a molestar a Jayce.
Marisa, alertada por cierto tipo de improperios hacia su amigo, prefirió ella hacer las preguntas y tratar de tranquilizarlo, hasta que una joven les indicó algo que los dejó fríos.
—Con un fedora, dicen. Sí sé quién es. Le habla a las del allá —señaló la trabajadora a una calle más oscura, recibido un billete por parte de Jayce y pidiéndoles que se quiten de donde estaba ella, pues ahuyentaban clientela.
Ambos caminaron hasta la zona indicada, en donde, en efecto, había más trabajadores sexuales, mas eran diferentes a las que estaban del otro lado.
—¡Oh! Son chicas trans. Tal vez tu «desconocido» fue una «desconocida» en algún momento —teorizó Marisa al acercarse a la primera mujer que vio. Esa parecía ser mayor de edad y estar sobre maquillada, con una peluca un tanto seca.
—¡Hola, jovencita! No deberías estar aquí. Éste no es lugar para niños. Será mejor que regresen a donde hay más iluminación, muchachos. Este sitio es peligroso —explicó de inmediato la prostituta con una voz amable y un tanto preocupada, a lo que la estudiante se impresionó.
—¡Gracias! Pero estamos buscando a alguien.
—Si es tu papá, o mamá, ojalá no la haya visto —dijo de manera jocosa la mujer al fumar de su cigarro.
—¡Oh, no! Es un joven moreno, alto y delgado. Usa chaleco sin mangas, un fedora y un arete de pluma azul —explicó Marisa de forma elocuente.
—¡Con dorado por detrás! Es importante ese detalle —explicó Jayce, cosa que hizo girar los ojos a su amiga y sonreír.
—Sí, el arete es azul con dorado por detrás. También suele llevar naipes. ¿Sabe quién es?
—¡Por supuesto que sé de quien hablan! Se trata de Hendrik. Fue popular un tiempo por acá, pero hace ya un año que no hace cruising —explicó la mujer, para luego ver a Jayce, desconcertada—. ¿Te gustó o te pegó una ETS?
—¡No! Para nada… —negó Jayce, nervioso y sonrojado, mas luego se detuvo un poco y puso cara de extrañez—. ¿Una qué?
—¿Cruising? ¿Qué es cruising?
—¿Qué? ¿No saben qué es el cruising? —Ambos jóvenes denegaron con la cabeza, cuyos rostros mostraban ignorancia—. Es cuando en un paradero desierto, como el de unas calles más delante, van los gays a querer encontrar… —La mujer se detuvo unos momentos, pensando—. Sexo, y entonces tratan de seducir gente con señas o miradas de manera muy directa. La diferencia del coqueteo normal es que terminan teniendo coito al aire libre.
—¿Qué? —mencionaron los jóvenes al unísono.
—¡Les dije que éste no es lugar para ustedes! Mejor regresen a casa, niños. Y tú. —Le dice la mujer a Jayce—. Aléjate de ese sujeto. Eres muy joven y apuesto, conseguirás alguien mejor y de tu edad pronto. —Eso hizo que el rostro de Jayce se volviera por completo rojo, y aunque apretó el entrecejo, él sí pudo controlarse y poner sus manos frente a él antes de aclarar lo que pensaba.
—No es sobre eso. El sujeto me lo encontré en el metro y pasó algo raro. Hizo magia o algo así y quería saber cómo lo hizo —explicó el chico, cosa que hizo reír a la prostituta.
—¿Magia? Dices. —Antes de continuar, ella dio un sorbo a su cigarro y expulsó el humo. —Sí hace magia, pero no es del agrado de muchos.
—¿A qué se refiere? —cuestionó Marisa, seria.
—Es mejor que se vayan. Las cosas se ponen peligrosas por aquí. —Sin más, aquella se dio la vuelta y caminó hacia más adentro de las oscuras calles, por lo que los jóvenes se regresaron a la tienda donde estaba Tony.
—¿Algo? —preguntó el tercero, ya un poco más tranquilo, aunque su cara demostraba seguir molesto.
—Sí, el tipo de llama «Hendrik». Es un homosexual promiscuo que no han visto en un año —dijo Marisa un tanto decepcionada.
—¡Vaya! Menudo personaje. ¿Ahora qué?
—Tenemos un nombre. Podríamos regresar y preguntar directo con eso.
—Yo creo que es mejor parar por hoy —propuso Marisa luego de escuchar lo dicho por Jayce—. La prostituta tiene razón. Es tarde y sí es peligroso estar por estos rumbos. Por cualquiera. Ustedes son niños ricos, no quiero problemas.
—¡Ey! Estaremos bien. Además, ¿Quién sabrá que tenemos baro?
—¿No lo sé? ¿Quién note tu ropa pulcra de marca, lentes, reloj y teléfono caros? —contestó cínica la chica a Tony, mismo que se sonrojó un poco al verse en un espejo convexo de la tienda.
—Es cierto. Podemos venir mañana un poco más discretos.
—Sí, creo que es lo mejor —sentenció Jayce luego de un suspiro—. Gracias por ayudarme. Avanzamos algo. Estoy feliz de eso.
—Sí, lo encontraremos pronto. Ya lo verás. —Los tres jóvenes pasaron hasta el metro, donde todos tomaron caminos diferentes.
No obstante, antes de subir al andén, Jayce recordó lo dicho por aquella mujer de la vida «galante». Esto le hizo ver desde arriba, en la estructura del transporte público, las oscuras calles en donde algunos hombres se metían como si buscaran el peligro.
Decidido, se dio la vuelta y bajó de la estación, encaminado a dicho lugar a pesar de las advertencias.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.