La chica se sentó en una banca a la mitad de la universidad. Su expresión mostraba claramente que no la estaba pasando bien. Se acomodó un poco la falda al sentarse. Sacó de su mochila un periódico que se creaba en la misma universidad. En él, empezó a leer el artículo por el cual había comprado ese pedazo de papel.
“Querido lector:
Me llamo Raquel y soy bisexual. Antes de que ella llegara a mi vida ni siquiera yo lo sabía. Tengo 20 años y estoy en 6to semestre en la carrera de Licenciado en Administración de Empresas.
Quizás no hayas escuchado antes de mí, siempre escribo esta sección del periódico donde publico reflexiones o noticias de interés. Este día les presentaré la historia de cómo perdí al amor de mi vida. Gracias anticipadamente por leerme, de esta manera me gustaría ofrecerle una disculpa a ella, que, por no causarle problemas, evitaré mencionar su nombre. Aun así, estoy segura que ella sabrá a quien me refiero.
El primer día que la vi nunca esperé enamorarme de ella, aunque cambiando todas las circunstancias del destino ella logró que sucediera. Me encontraba en el parque cerca de las afueras de la escuela descansando con mi guitarra en brazos, tocando sencillas melodías de música clásica. Yo la logré observar de lejos, ella siempre ha sido muy confiada, así que, al cruzar la mirada, se acercó a mí. Su cabello negro revoloteaba con el viento. Me sonrió y me dijo que le gustaba mucho la melodía, pero que más le gustaban mis ojos, que eran los más bonitos que había visto alguna vez, se presentó y me dio la mano.
Empezamos a platicar acerca de la Universidad, teníamos muchos intereses. El único asunto que no compartíamos en ese momento fue lo de mis ojos, sus claros ojos azules eran incluso más hermosos que los míos. Prometimos volvernos a ver. Yo pensaba en ella como una amiga, pero no pasaría mucho para que cambiara esa opinión.
Al día siguiente la encontré en la entrada de mi salón y caminamos a lo largo de la escuela, nos sentamos en un lugar apartado y aprovechó para regalarme una rosa. Ella sabía que yo no tenía ese interés, y se lo dije de frente. Pero ella me dijo que cambiaría la manera en que la veía, que solo le diera la oportunidad.
Seguíamos como amigas cuando yo me enteré de eso. Pero poco a poco, como fue pasando el tiempo, ella me fue brindando cariño, amor, respeto, comprensión, me daba detalles y me hacía sentir la mujer más hermosa y querida del mundo, y aún más importante, sentía que ella era incluso mejor.
Al transcurso de unos meses no pude seguir negándome a mí misma lo que sucedía. Yo simplemente empecé a amarla. El 20 de agosto nos volvimos una pareja. Acordamos guardar discreción, ya que una pareja del mismo sexo no siempre es bien vista. Tanto ni su familia, ni la mía lo sabía. Mi familia, al ser religiosos no lo aceptarían, yo también lo soy y una parte de mí empezaba a sentirse un poco mal por desafiar a la naturaleza, o así lo veía yo.
Caminábamos juntas, nos dimos nuestro primer beso, nos consentíamos. A su lado no pasaba el tiempo, era la mujer más feliz del mundo y quería que ella también lo fuera. Nos divertimos tanto, yendo a distintos lugares que guardo con mucho cariño, ocasiones donde mi “amiga” (según mis padres) me acompañaba a las fiestas familiares, entre otras cosas. Siempre tuvimos nuestra manera de hacer que los problemas que teníamos pudieran solucionarse solos con respeto y amor.
Cumplimos 4 meses juntas, tan unidas, amándonos como si no hubiese un mañana. Pero, como no todo siempre es miel sobre hojuelas, llegó el día que tanto ella ni yo quería que llegara. La gente empezaba a murmurar, tanto aquí en la universidad como en este pueblo tan pequeño.
Empezaban a juzgarnos y a acusarnos de cosas, que, aunque fuese verdad no podía dejar que se escuchara o nos lastimaran de esa manera. Así que, sin consultarlo con ella, empecé a negarlo, y admitiendo que fui un poco egoísta, lo hice por protegerla a ella y protegerme a mí.
Esto causó un gran problema entre nosotras, que terminamos resolviendo en un pequeño recoveco de la ciudad, que normalmente se encontraba solo. Habíamos quedado en dejar de intentar callar los rumores, solamente no afirmar ni negar nada y dejar que la gente simplemente hablara. Entonces nos dimos un beso, cual fue nuestra sorpresa que en ese lugar donde casi nadie pasaba, pasaron mis padres y lograron ver todo el encuentro.
Sentí el brazo de mi madre jalándome y gritando, basta con mencionar que no me fue bien en casa por eso. Ellos me prohibieron volverla a ver, me dijeron tantas cosas que me hicieron incluso sentir vergüenza por lo que había hecho, yo la amaba y eso está mal para ellos y para Dios. Solamente no podía amarla.
La encontré en la calle al siguiente día, ella me habló y me explicó que se lo había dicho a sus padres también, se había metido en problemas por mí pero que al final tenían que aceptarlo, que no me iba a dejar sola, que estábamos juntas contra eso. Pero yo (como la bestia que mis padres habían intentado hacer conmigo y yo