Confesión en 21 días

Capítulo 7

—Amelia ábreme por favor— llevaba ya media hora al otro lado de la puerta esperando entrar.

—Vete Pedro, quiero estar sola.

—Por favor, sólo quiero ver que estés bien.

Las lágrimas caían por mis mejillas sin poder contenerlas. Por un lado trataba de calmar el llanto pero por otro lado sabía que la única forma de tranquilizarme era sacando todo lo que tenía guardado.

—Por favor —insiste— sólo déjame acompañarte.

Era cierto que me había dolido mucho lo que me había dicho Jessica. Sus palabras habían sido hirientes y sentía el odio con el cual se había expresado. Pedro sabía lo doloroso que había sido la ausencia de mi madre y lo había vivido en carne propia. De pronto lo único que escuché fue silencio, aunque sabía que él seguía afuera esperando entrar.

Cuando abrí la puerta, estaba de pie con la mirada hundida en nostalgia, como si hubiese sido él el responsable de mi dolor. De un segundo a otro sentí como sus brazos me rodearon en un fuerte y fraternal abrazo. Respondí a este acto y envolví su cuerpo para sentir su protección. Cada vez que me abrazaba sentía que estaba en mi lugar seguro, y era ahí donde quería estar siempre.

En el momento en que me soltó pude sentir el frío de su ausencia. Cerró la puerta tras de sí y fuimos hasta la cama en dónde ambos nos sentamos. Su cara demostraba arrepentimiento aunque no sabía por qué. Quizas se sentía responsable por lo que había pasado, siendo que Jessica había sido quien me había herido de esta manera. Titubeó unos segundos sin saber qué decir.

—Perdoname— logró decir. Bajó la vista y su cabello cubrió sus facciones. Su mano estaba aferrada a la mía con fuerza.

—No fue tu culpa Pedro.

—Siento que fue mi responsabilidad Amelia, no debí traer a Jessica hasta acá— confesó— no sé por qué no le agradas y tiene este comportamiento tan agresivo hacia ti— dijo mirándo el suelo.

—Es tu novia, entiendo que quieras traerla y pasar tiempo juntos.

Pedro movió la cabeza en negación y esbozó una leve sonrisa.

—Pero me duele que te trate así ¿sabes? Siempre me ha dolido— levantó la vista y me miró a los ojos— Tenemos que encontrar la manera de que esto no vuelva a pasar. Ella es mi novia y tu..

Me sequé las lágrimas que rodaban por mis mejillas, a pesar de que seguían saliendo sin poder detenerlas. La tenue luz de la lámpara iluminaba su rostro, dejando ver cada facción bien definida. Estaba a punto de decir algo más pero se detuvo sin terminar la frase.

La verdad me sentía culpable. Debo confesar que parte de las lágrimas que derramaba era porque creía que de alguna manera lo estaba engañando y eso me hacía sentir horrible. Pedro aún no sabía nada de mi viaje, ni que una vez terminado el verano, me iría para volver dentro de un año. Y no me sentía capaz de contárselo, a pesar de que tendría que hacerlo tarde o temprano.

—Quizás, lo mejor sería alejarme un tiempo— dije dando indicios de que fuese una posibilidad.

—¿A qué te refieres?— preguntó con el ceño fruncido.

—Quiero decir que no creo que ella y yo podamos llevarnos bien, quizás sería mejor que yo me aleje de ustedes para que...

De pronto sentí como su mirada empezó a cambiar, pasó de ser una mirada dulce a una llena de confusión. Al instante se puso de pie y caminó de un lado a otro, moviendo la cabeza en negación como si lo que acababa de decir fueran palabras sin sentido. 

—No vuelvas a decir algo así nunca Amelia. No quiero siquiera pensar en no tenerte en mi vida.

Caminé en su dirección y lo tomé de los brazos para que dejara de dar vueltas. La luz ya no podía iluminarnos directamente pero aun veía sus ojos tristes. Conocía perfectamente sus facciones y era capaz de verlas en completa oscuridad. Sin pensarlo, levanté mi mano y acaricié su mejilla. Mi dedo pulgar se movía de un lado a otro acariciando cada espacio que pudiera tocar. Una leve sonrisa se asomó en sus labios y sentí una aprobación.

Él apretó con fuerza mi mano y posó su frente sobre la mía y permanecimos así por quizás muchas horas o tal vez segundos. No sabía de tiempo. Sentí que su respiración agitada mecía mis cabellos. Tenía la necesidad de decir algo, pero no sabía qué. Quería abrazarlo, besarlo, sentirlo cerca de mí, pero me era imposible.  

—Estoy cansada, ¿sabes?— dije rompiendo el silencio—Cansada de sentir impotencia y no poder sacar lo que realmente está aquí adentro— dije poniendo las manos en mi pecho. Pedro me miraba sin decir nada.

—Estoy cansada de tener que acabar el día con lágrimas por no saber tomar decisiones. Pero de lo que más estoy cansada, es no poder hacer lo que quiero, no poder expresar lo que siento y no poder tener a las personas que quiero a mi lado.

Un silencio inundó el cuarto y ambos nos abrazamos. Las lágrimas de impotencia salían con fuerza sin poder detenerlas.

—Lo siento tanto Amelia. Desde ahora te prometo que nadie va a hacerte daño. De eso me encargaré siempre.

Sus palabras rebotaban en mis oídos con fuerza.

—No voy a permitir que vuelvas a llorar de la manera en que te vi esta noche, te lo prometo.

Mi corazón comenzó a latir con rapidez y sentí como sus palabras endulzaban cada parte de mi ser. De algo estaba segura, su amor me reconfortaba de todas las maneras posibles.

Estaba dolida, con mucha rabia y molesta, pero algo de esta noche me había hecho ver las cosas de una manera diferente a como las veía antes. Ahora todo me hacía sentido. No sabía si había sido la forma en que Jessica se había portado conmigo o simplemente me di cuenta de que Debbie y Simón tenían razón.

Cada día que pasaba me acercaba más a mi viaje y nada lo podía cambiar. Sólo me quedaba aprovechar al máximo las oportunidades que se me presentaban y estaba segura de que esta era una de ellas.

Con los pocos días que me quedaban, iba a poner en marcha el plan.

Y nada me lo iba a impedir. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.