³«¿«³
Pensé que el problema, había terminado en el salón, pero estuve equivocada. Fue mala idea salir sola y decirle a Athena que me adelantaría a comprar unas cosas. Nunca me gustó meterme en problemas; sin embargo, tiendo a ayudar a alguien si lo veo en problemas. Es mi naturaleza de “Jesucristo” o así dice mi amiga. Quiero alejarme; sin embargo, mi cuerpo se queda de pie y mirando al chico que está sentado en el suelo con varias lesiones en el rostro.
Cassis tuvo una pelea con ese chico y ahora está lesionado.
—¿Por qué?
Sobresalto. ¡Ha hablado!
Con miedo, me agazapo y saco unos medicamentos de mi mochila.
—Te ayudará con tus heridas —comento, tratando de sonar lo más natural posible. Sus ojos oscuros igual que Ashiel, se fijan en los míos. ¿Quiere golpearme?—. Ya no te metas en problemas.
De la nada ríe, haciéndome sobresaltar de nuevo.
—Pareces una madre —comenta, agarrando mi mano junto al medicamento. ¡¡Cielos!!—. ¿Quién piensas que ganó? ¿Tan mal me veo?
¿Qué? ¡¿A qué viene esa pregunta?! ¡¡Solo quiero alejarme de él!!
Carraspeo.
—Tienes herido el rostro.
—Sí. Son heridas de guerra —comenta sonriendo. ¡Quiero que aleje su contacto! ¿Si le digo que no me toque? ¿Me golpeará? Observo su aspecto. Tiene su uniforme sucio, producto de la pelea—. Puedes aplicar el medicamento en mi cara, Adeline Lane.
De nuevo ha dicho mi nombre completo.
Quiero negarme, pero de nuevo, hago lo contrario. Con los nervios de punta, aplico el medicamento sobre las lesiones del rostro. A medida que le aplico, su mirada no se aparta de mí, haciéndome sentir cohibida. ¿Por qué este chico problemático está hablándome?
Con nadie del curso habla. Ni conversa con su gemelo.
Es demasiado extraño para entenderlo en su totalidad.
—¿Por qué no llamas a un adulto cuándo te buscan pelea? —cuestiono enfocada en terminar rápido—. Podrían herirte en gravedad. Mandarte al hospital.
Él ríe. Lo miro sin comprender el motivo de su risa.
Es la primera vez que lo veo reírse.
—Estos golpes no son nada, Adeline Lane.
—Podrían ser severos.
—Soy bueno defendiéndome —responde entre una sonrisa encantadora. ¡Es igual a su gemelo! Si no fuera por ese lunar, estaría diciendo que es Ashiel—. Puedo aniquilar a varios a la vez. Por eso, soy bueno en karate y taekwondo.
No sabía que supiera eso.
Es comprensible.
—De todas maneras, debes tener cuidado, Cassis.
Termino la curación y saco una bandita para ponérsela en la nariz, mientras tiene una expresión algo extraña. A medida que me levanto, su mirada no deja mi cuerpo.
Saco un caramelo y lo entrego.
—¿Un dulce?
—Sí. Te portaste bien, mientras te estaba curando —confieso. Sí. No me ha lastimado o hecho algo malo. Al menos, así nos llevaremos bien y no tendremos ningún percance en el futuro—. Nos vemos y anda a casa.
Sonríe de nuevo y sus ojos se achican un poco.
—¿Qué pasaría si te dijera que no puedo levantarme por tener una costilla rota? —pregunta, sorprendiéndome—. ¿Me darías otro dulce, Adeline Lane?
¿Qué dijo? ¿Una costilla rota?
—¡¿Tienes una costilla rota?! —exclamo asustada—. Debemos llamar a emergencia. —Busco mi celular enseguida en la mochila—. Debes recibir ayuda cuanto antes. ¿O quieres que llame a Ashiel? Él…..
Mis palabras son interrumpidas, con su presencia enfrente de mí.
Uno de sus dedos toca mi frente, mientras sonríe mostrando la hilera de dientes perfectos que tiene.
—Eres muy inocente.
—¿Qué?
—Es la primera vez que veo a una chica preocuparse por alguien como yo —declara sin quitar esa sonrisa del rostro—. Muchas gracias por el caramelo. A la próxima, quiero ver que sacas de tu mochila mágica.
Con una pequeña risa, se aleja de ahí a paso relajado como si nada hubiera pasado, mientras quedo de pie y confundida. ¿Acaso estaba molestándome? ¿Él…..
¡¿Le caigo mal?!
▬¿«¿▬
—¡¡Line!!
La voz de Athena despierta de mis pensamientos. No he dejado de pensar en lo que pasó con el gemelo problemático. ¿Acaso desde ahora estaré en la mira de él y su pandilla? ¡¡Pero lo ayudé!! ¿Qué debería ser si empiezo a ser acosada? Rasco mi cabeza con desesperación. ¡¡Por gusto lo ayudé!! ¡¡Soy una reverenda idiota!!
—Parece que desde ahora no ayudaré a nadie —comento en un respiro—. ¡Prometo que no lo haré! ¡Seré ignorante a cualquier persona que necesita ayuda!
—¿En serio?
—¡¡Sí!!
—Cierto, te iba a decir que me duele la cabeza —comenta—. No he podido estar bien.
—¿En serio? ¿No será por estrés? —pregunto preocupada y busco de nuevo en mi mochila un analgésico—. Aquí tengo una pastilla que te ayudará para el dolor y…..—Me congelo al ver su expresión. Tiene una ceja arqueada—. ¡Otra vez!