Confesiones de un alma torturada

Confesión N°17: El cadáver exquisito.

El juego es simple. Por si no lo conocen paso a explicarlo. Con que jueguen dos personas alcanza, pero si son varias, es mucho más divertido.

Una hoja va pasando de mano en mano y, cada persona escribe una frase, luego de hacerlo, pliega el papel para que el que le sigue no lea lo que escribió.

Es un juego de épocas remotas que, para quien lo sabe valorar, es divertido y de gran utilidad para la pintura, para la escritura, incluso para la música.

Nosotros eramos cinco. Todos los miércoles en mi casa, para huir de la rutina y cortar la semana, nos encontrabamos luego del trabajo. 

Muchos lo verán extraño, nadie se encuentra con sus amigos a jugar al cadáver exquisito un miércoles por la noche. 

Bueno, nosotros sí.

No entiendo la razón de que me hagan contarlo si ya saben lo que sucedió, nos tienen a los cinco encerrados.

¿Cuál es la necesidad?

¿Curiosidad? 

¿Para que quede registrada mi confesión? 

Da igual.

No me molesta contárselos, seguramente les divierta tanto como a mi.

Bueno, volvamos al tema.

Todos los miércoles, por la noche, como ya les dije, jugábamos al cadáver exquisito. Pero a diferencia del juego tradicional, nosotros sí le poníamos temática. Para sumarle diversión...

Como ya sabrán, somos cinco, dos hombres y tres mujeres. Debo admitir que ellas eran mucho más imaginativas que nosotros dos juntos. Hacían cada cosa que...

Me fui de tema, disculpen.

Volvamos a la temática. La cuestión era así. Teníamos un sombrero en el que todos los miércoles, al finalizar el encuentro, metíamos los nombres de todos y sacabamos solo uno. Todos queríamos ser elegidos pero el azar siempre fue más sabio.

Quien salía elegido tenía una semana para escoger una presa y bueno... Ya saben... Teníamos dos opciones, vigilarlos hasta el día del encuentro o guardarlos en algún lugar seguro, siempre era mi casa ese lugar.

Teníamos una sola regla, una vez que el encuentro llegaba a su fin, nosotros pasabamos a ser completos desconocidos. Nada de saludarnos en la calle, ni pedirnos ayuda al momento de cazar, nada de juntarnos a comer. Nada. Absolutamente desconocidos.

Solo amigos de ocasión.

Si tan solo hubieran respetado esa regla...

Yo siempre supe que la amistad entre el hombre y la mujer no existe.

Ah... Quieren saber a qué jugábamos...

Bueno, solo porque son simpáticos.

Como ya les dije, el juego del cadáver exquisito consistía en escribir una frase y plegar el papel. Bueno, nosotros jugábamos con una temática particular. Escribíamos ideas.

Ustedes se preguntarán ¿ideas? ¿Ideas de qué?

Bueno, ideas. Imaginábamos lo que haríamos con nuestra presa. 

Si supieran la imaginación de cada cosa que hemos hecho... Las mujeres en especial...

Casi en todas las ocasiones, la presa era del sexo opuesto de quien lo capturaba. Supongo que por eso a las mujeres les gustaba tanto ser elegidas.

Mi casa era el mejor lugar para jugar, aunque suene bastante cliché y sé que así es, queda en un lugar remoto, donde los gritos no molestarían a nadie. Contábamos con un gran terreno para guardar las sobras. Además, no tengo familia de la cual dependa mi tiempo, los demás si.

Cuando necesitaban guardar a la presa, no necesitaban pedirme permiso, la puerta del sótano tenía un candado falseado, para que los curiosos o adolescentes promiscuos no entraran.

Bueno, el encuentro era familiar, cenábamos, tomábamos algún que otro vino y luego, mientras comíamos el postre, jugábamos. 

Así fue nuestra rutina durante cinco años y nueve meses.

¿Luego qué? Luego bajábamos al sótano.

Como les dije y, como seguramente ya sabrán, el sótano, al igual que nosotros, fue evolucionando durante estos cinco años y nueve meses. Fuimos comprando cadenas y juguetes, cosas que ya deben tener como evidencias y que no vienen al caso.

El mejor momento era cuando desplegabamos el papel y leíamos frase por frase. Cada uno elegía una frase y la interpretaba. Nunca podían ser dos personas al mismo tiempo. 

¿Que si me arrepiento de algo? Bueno... No.

Lo único que tal vez me genera cierto resentimiento fue el haber dejado que esos dos cobardes huyeran, debí haberme encargado en cuanto se rebelaron. 

Yo siempre dije que la amistad entre el hombre y la mujer no existe. Siempre lo dije.

¿Quieren saber qué pasó? ¿En serio? Son mucho más idiotas de lo que pensé.

Al parecer, querían estar juntos y, en un acto de consciencia repentina, se dieron cuenta de lo que habíamos estado haciendo durante cinco años y nueve meses era inhumano, que estaba mal.

Un poco tarde si puedo opinar. 

Llegaron hace dos miércoles diciendo que se amaban, que querían estar juntos. Todos nos reímos al principio, pensamos que era broma. Pero no y, para nuestra sorpresa, les surgió la humanidad desde algún lugar. 

Intentaron hacer que, como ellos, nos diéramos cuenta de que hacíamos mal, pero cuando vieron que ya lo sabíamos y lo aceptábamos, desistieron. 

Se fueron.

Huyeron.

Debí haberme encargado de ellos en cuanto pude.

A la semana próxima no se presentaron. 

Era la primera vez que nos pasaba algo así. Supusimos que con el tiempo volverían. 

Ese fue nuestro error.

Supongo que también tengo parte de la culpa. Siempre tuve algo de romántico. Guarde cada papel del juego.

Doscientos noventa y seis papeles plegados como abanicos.

No hace falta que les dé un total de cuerpos... Espero...

Tengo que admitir que enterrar los cadáveres en mi terreno le hizo maravillas a mi jardín. Tengo flores que, incluso son de otra estación. Es más, pude hacerme una huerta, tengo tomates, zanahorias, lechuga, calabaza. No hay nada mejor que la verdura natural.

No me arrepiento de nada, solo de haberlos dejado vivos.

Ustedes nunca nos van a entender.



#12350 en Thriller
#5042 en Suspenso
#2691 en Terror

En el texto hay: historiascortas

Editado: 15.02.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.