Confesiones de un alma torturada

Confesión N°18: Malas energías.

Nunca pensé que fuera posible una cosa así.

Nadie me creería si se lo contara.

Ustedes tampoco van a creerme.

Yo tampoco me creería si estuviera en su lugar.

Sé que piensan. Es lógico. Una estudiante, en plena crisis pre-parcial, llega a la facultad y acribilla a todas esas personas sin el mínimo asomo de razón o remordimiento. Es lo lógico. Yo también lo pensaría

Ahora bien, si me permiten, si me dan la posibilidad de explicarles, de darles mi versión de los hechos, si hacen un mínimo esfuerzo por entenderme, hallarán la respuesta de todo este mal entendido.

Admito que llegado este punto, el tener que estar al día con la facultad, el tener que estudiar tanto para el parcial, mi novio que está lejos, mi familia… Llegada a este punto, cualquiera aunque lo niegue, termina un poco desquiciado.

Aunque no es mi caso.

Yo no estoy loca.

Lo lamento me fui de tema.

Bueno, voy a intentar explicarles lo que sucedió, pero antes, para que entiendan bien la situación, necesitan escuchar una anécdota o una historia, como ustedes prefieran llamarlo.

Bien.

Hace unos días, mi grupo de estudio fue a casa a almorzar. Se suponía que íbamos a estudiar pero teníamos los ánimos tan saturados que preferimos distender un poco. Así fue como poco a poco nos fuimos conociendo y surgieron temas que provocaron en gran parte los sucesos de esta tarde.

Hablamos de muchas cosas.

Cosas que no vienen al caso.

Pero en un momento, no sé bien por qué, o qué fue lo que nos llevó a eso, comenzamos a hablar de las energías, de cómo cada persona puede manejarlas según sus actitudes.

¿Ustedes creen en las energías? Yo me portaba un poco escéptica con respecto a ellas, pero luego de lo que sucedió… bueno, es creer o reventar.

Verán, la energía positiva es ese imán de fuerza que fluye de una persona cuando consigue que su mente y su corazón estén alineados con el lado amable de la vida. Pero así como existe la energía positiva, de manera contrapuesta, existe la energía negativa. Se produce cuando nos posicionamos como víctimas de una situación, cuando nos dejamos vencer.

Seguramente entienden de qué hablo, pero no lo conocían por ese nombre.

Todas las personas podemos transmitir energía positiva o negativa, a veces incluso sin darnos cuenta.

Hay quienes dicen que todas las personas tenemos un aura de un color particular. Dependiendo de la energía que guardemos en nuestro interior. De ahí el color. Pero no me confío mucho de esa versión. Aun así, ya no puedo negar nada…

¿Qué? ¿No me creen?

Pero es cierto…

Las energías forman parte de nuestro día a día aunque ustedes no lo crean. De acuerdo a nuestras actitudes diarias vamos a tener más consecuencias positivas o negativas.

Yo creo en eso.

Bien. Ya expliqué mi punto. Ahora voy a explicar la situación. La semana que viene tenemos nuestro primer parcial y, dentro de dos semanas tenemos el otro. Tenía mucho estrés acumulado y no me había dado cuenta de que era un tanque cargado de energía negativa.

Estábamos en una de las dos clases que teníamos y, por alguna razón yo miraba al techo del escenario escuchando sin oír las palabras del profesor. Las vigas de metal negro dibujaban triángulos al derecho y al revés. Por alguna razón recordé la charla que tuve con mis amigos. En una parte, uno de ellos me contó que había podido mover una taza solo con mirarla. Bueno, yo fije la vista sólo porque si y me imagine lo que pasaría si se movieran.

Se movieron.

Lo juro por mi vida, se movieron. Como si estuviera en el mundo de las maravillas, las pesadas vigas de metal negro bailaban en el aire y se enroscaban entre ellas como lombrices extremadamente grandes.

Al ver eso, obviamente todos nos asustamos. Nadie podía creer lo que sucedía.

Me asusté.

Me asusté mucho.

Y casi como un reflejo de mis latidos punzantes por el miedo, las vigas danzantes se volvieron dagas.

No tuve tiempo de detenerlas, de descubrir cómo volverlas a su lugar.

Todo pasó muy rápido.

Demasiado rápido.

La primera viga cayó sobre el profesor. Lo partió en dos. Justo a la mitad.

Nunca pensé que eso pudiera pasar fuera de un plano exclusivamente ficcionario. Pero fui espectadora en segunda fila de cómo mi profesor caía partido en dos.

No puedo sacarme esa imagen de la cabeza. Esa primera imagen. La viga en el medio, el cuerpo a los costados, la sangre que manchaba con una velocidad horrorosa toda la alfombra.

Nunca había visto tanta sangre…

Estaba aterrada. Nadie sabía que pasaba, pero yo sí. Yo lo provoqué.

Supongo que eso me jugó en contra…

Después de eso, de lo del profesor, una sucesión de flechas metálicas de gran tamaño, fue cayendo, una por una sobre mis compañeros. Yo no pude hacer otra cosa que cubrirme con la cabeza. Como si con eso hubiera podido detener el metal.

No tuvieron tiempo de entender lo que sucedía antes de morir. No tuvieron tiempo de huir.



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En el texto hay: historiascortas

Editado: 15.02.2020

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