Confesiones de un alma torturada

Confesión N°20. Castigo Persa.

Confesión N°20. Castigo persa.

No sé qué fue lo que pasó. No sé qué hice para merecer esto.

Me tiene encerrado hace diez días… Al menos eso era cuando dejé de contar.

No sé qué va a pasarme, pero deben saber que se trata de un hombre castaño, un hombre gordo. Golpea fuerte.

No sé si para cuando lleguen voy a estar vivo, no sé si van a encontrarme… pero aun así, les dejo esta carta… o este intento de carta.

Espero que la sangre dure más de lo que yo voy a durar en esta tortura, encontré una pequeña astilla en este lugar y bueno… situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Cuando se va saco el papel y escribo todo lo que puedo, hasta que el dedo me deja de sangrar. Creo que eso es lo bueno de que mi mama haya insistido en que sea scout, la supervivencia es parte de mí, aunque no sé muy bien cuanto tiempo me quedará…

Dios, cada segundo que no estoy escribiendo, pienso. Me devano los sesos pensando que fue lo que hice mal para provocar su ira. No lo conozco, no entiendo qué fue lo que pude hacer para merecer esto.

Para quien encuentre esta carta (si la encuentra), para quien la lea (si es que puede), tiene que saber que es un hombre. Un hombre que no debe pasar los treinta años, un hombre que no es flaco, pero tampoco es obeso, es una persona con un par de kilos de más.

Si, lo sé. Suena un poco cruel.

No me dejó ver su cara, tiene un pasamontañas, y sus ojos… son color miel, tienen demasiada furia contenida. Debió haber sufrido mucho en su vida. Incluso en la situación desventajosa en la que me encuentro, aun me permito sentir lástima por él. No me habló en ningún momento, por lo que no puedo describir su voz.

Estoy aterrado.

Todos los días cuando amanece me trae leche con miel. Luego pasado un rato me vuelve a traer. Una vez cuando anochece.

Al principio no comía, el miedo me cerró el estómago. Aprendí mal de los scouts, ellos nunca tendrían miedo. Pero, maldita sea, tengo 17 años. Yo no hice nada. Ni siquiera me relaciono con gente de su edad. Luego de unos días, me obligó a comer, abrió mi boca y como yo lloraba me metió una piña, creo que me rompió la nariz, pero casi no siento dolor. Después de eso empecé a comer, no podría tener oportunidad de escapar si me rompía todos los huesos por mi estúpido miedo.

Ya perdí la cuenta de cuánto tiempo llevo aquí.

Ya perdí la noción del tiempo. Sólo me guío apenas por las veces que él me trae la comida.

Mi cuerpo es cada vez más flácido y creo que aumenté de peso. No entiendo la función de la leche con miel. Sólo sé que es mejor no contrariarlo.

Tengo un nuevo detalle. En su mano derecha, tiene un dedo al que le falta una falange. El anular.

Estoy en un establo. Hay vacas. Yo estoy en uno de esos cosos en donde meten vacas. Estoy encadenado. No sé por qué tomo esta medida, pero bueno, si quiero sobrevivir, solo me queda obedecer.

Hace creo que dos días que no escribo, hoy me dijo que las cosas van a cambiar, pero dudo mucho que se refiera a algo que a mí me beneficie. Estoy aterrado, peor ya tengo asumido mi destino. Hace ya un tiempo que imagino mi final. Lo único que me entristece, es que no haya podido darle un último beso a mi mama. Imagino a mi hermanito preguntando y preguntando por qué un día no volví a casa. Me da pena no volver a verlo. Perderme su crecimiento, perderme la oportunidad de ser su hermano mayor…



#12350 en Thriller
#5044 en Suspenso
#2689 en Terror

En el texto hay: historiascortas

Editado: 15.02.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.