Confesiones de un alma torturada

Confesión N°3: Cartas

Cartas.

Pienso en eso mientras me lavo los dientes.

Me miro al espejo y, mientras el dentífrico se vuelve una clase de espuma blanca, pienso en eso, en las cartas.

Pero no en las cartas esas para jugar, no.

Cartas, en esas cartas, en esas que prometen amor eterno, esas que gritan profundas verdades, las que susurran oscuras mentiras.

Podrás entender que esto no te lo cuento porque sí… no, no. Es para que entiendas por qué hice lo que hice. Qué me llevó a hacerlo.

Para que entiendas…

Como sabrás, no estoy aquí por nada, no señor, para nada. Les costó encontrarme, de eso estoy segura, casi segura. Nadie podría imaginarse que alguien como yo… bueno, ya sabes.

Las cartas, esas, escritas a mano, con caligrafías diferentes, esas son las que más me gustan. Las que me cuesta entender, las que son ilegibles, si, esas son las que más me gustan. Pero eso no quiere decir que me gusten las que están escritas en otro idioma, claro que no, porque, obviamente, no las entiendo. Para nada.

Ellas hablan.

Me hablan.

Susurran.

Me susurran.

Así bajito, como en secreto.

Las escucho desde la otra punta de la ciudad… si haces silencio, seguramente vos también podes escucharlas, pero no, piensas que estoy loca.

Pero no.

Estoy más cuerda que nunca. Si, si.

Ellas hablan. Susurran. Pero al parecer, solo yo las oigo. Yo.

Que privilegio.

Pero bueno.

Basta de fanfarronería. No todos son tan privilegiados como yo. Una lástima.

Te contaré.

Como ya te dije, las cartas hablan. Si, hablan. Mucho. Si. No se callan. No. Las oigo a kilómetros y kilómetros y más kilómetros. De distancia. A veces gritan muy fuerte y no escucho nada más que sus voces y tengo que taparme las orejas, así.

Pero…

Otras veces…

Tienes que prestar atención a lo que te estoy contando.

Esto va a encantarte. De verdad. Si. De verdad.

Bueno. De vuelta al punto.

A veces susurran… así…

¿No las escuchas?

¿No?

Pues, que lástima.

Voy a contarte mi primera vez. Pero no es ESA primera vez. No es esa que te estás imaginando. Pervertido. Claro que no es lo que te estás imaginando. Claro que no.

Es una historia muy entretenida. Ya te darás cuenta.

Claro que sí. Por supuesto.

La primera vez que tuve el valor de seguir los susurros. Por primera vez busqué una carta deprimida. Si. Deprimida. Era una carta que lloraba. ¿Puedes creerlo? ¡Lloraba! No lo soporté. Me torturaba. Necesitaba tenerla. SI. Exactamente. Tenerla.

Te contaré.

Por supuesto que sí.

Necesitas saberlo. Entender.

No hice lo que hice porque sí.

No es que un día abrí los ojos y me dieron ganas de comenzar a robar cartas.

¡Cambia esa cara por favor! No soy un monstruo. No, no. Sólo hice lo necesario, hago lo necesario.

Los susurros no se callaban. Torturaban mis oídos cada vez que intentaba ignorarlos. Dolía ¿entiendes? Dolía. Era como si alfileres… dolía demasiado. Alfileres.

Ya no podía seguir ignorándolos. No podía. No. ¡Me iba a volver loca! Si. Loca. Yo sé lo que estás pensando. Claro que lo sé. Lo sé perfectamente. Claro que sí. Crees que ya estoy loca, que divago. Eso crees. Si. Pero no es así. No es así. Claro que no. Por supuesto que no. Solo tengo un don… Un don. Sí, eso. Un don. Y, a veces, un don, un don así, requiere sacrificios. Claro que sí. Pero nunca pensé que fuera tan… gratificante… tan… placentero… tan…

La primera vez fue una vieja. Si. Una vieja.

Según las cartas depresivas se llamaba Amelia… o eso supongo… a no ser que ella también…

Creo yo, que le hice un favor… si… un favor. Uno muy grande creo yo. Las cartas… Esos susurros… esos llantos… eran muy ruidosos y si… Las cartas gritaban… si yo podía oírlas desde tan lejos… gritaban… ella no podía estar tranquila entre tanto bullicio. Gritaban… No podía…

Las cartas eran de un tal Carlos… eran de la guerra de Vietnam… seguramente la conoces… ¿Vietnam?... entre 1955 y 1975… La conoces… estoy segura. Muy segura. Vietnam… La guerra… Al parecer Carlos estaba allí… Amelia recibía cartas…

Las cartas me susurran… ¿sabías?

Ellas me contaron… Me dijeron que… Me pidieron que la matara… debía hacerlo… Ellas me lo pidieron… la vieja… ellas suplicaban.

La maté.

Tuve que hacerlo.

Ellas me lo suplicaban.

No me arrepiento. No. De nada me arrepiento.

De nada.

No…

Hice lo necesario…

La maté.

No me arrepiento.

La maté. Si. Eso hice. Si… fue hermoso… Sí que lo fue…

Le corté el cuello… Ella dormía… Roncaba… Si… Dormía… Supongo que no se dio cuenta de que iba a dormir…

Le corté el cuello. Si… Eso hice.



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En el texto hay: historiascortas

Editado: 15.02.2020

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