Confesiones de una cazadora

Prólogo.

Hace cientos de años en una aldea europea cerca de Irlanda existió un grupo de hombres que eran cazadores, entre estos había uno que se había casado y estaban esperando a su primogénita, sin embargo, esa noche sucedió una desgracia que empezaría a marcar el destino de una mujer poderosa.

Poco después de que nació la bebé la aldea fue atacada por bestias asesinas y aterradoras. El padre de la niña estaba afuera peleando contra estas criaturas mientras que adentro de la carpa, madre e hija dormían hasta que una de las criaturas entró; la mujer intentó proteger a su hija golpeando a la bestia con lo que tuvo a la mano, pero en su intento de salvar a la niña la mujer perdió la vida, pues fue devorada por la mitad del cuerpo; el hombre entró corriendo cuando escuchó el llanto de la bebé y antes de que se acercara más le cortó la cabeza con su hacha.

Después de aquella noche los pocos sobrevivientes salieron en busca de un nuevo lugar para vivir ya que seguro bajarían más criaturas de la cima del bosque. Pasaron los años y la niña fue llamada Farah Venatore, durante ese tiempo su padre se volvió el mejor cazador de todos y decidió enseñarle un poco sobre ese mundo a su pequeña de cinco años, pues le había prometido que le enseñaría a pelear cuando fuera mayor pero lamentablemente hubo otro ataque y de forma misteriosa su padre falleció aunque jamás hallaron su cuerpo; después de eso la niña quedó al cuidado de su tío quien también era cazador, pero él decidió no enseñarle a pelear ya que las mujeres no eran cazadoras por el contrario solo se dedicaban a cuidar a los hombres que venían de sus arduas cacerías o peleas.

La chica maduró y en secreto aprendió a pelear gracias a su amigo de la infancia: Thomas, un niño pelirrojo de ojos marrones por quien tenía sentimientos correspondidos hasta que se hicieron jóvenes y el tío de Farah decidió enviarla al palacio del príncipe para que sirviera en su corte cuando este ascendiera al trono. El objetivo del tío de Farah era conseguir una mejor vida y privilegios a través de una posible relación pasional entre la joven y el heredero, pero cuando se lo propuso a Farah, esta se negó rotundamente clavando el cuchillo sobre la mesa y volvió a hacerlo enfrente del príncipe heredero cuando su tío la llevó para que la aceptaran. Desde entonces Farah fue vista y juzgada tanto por hombres como mujeres al rechazar al príncipe por seguir la idea de convertirse en cazadora, incluso su tío le dio la espalda por causarle tal humillación después de haberla criado así que se fue muy lejos del pueblo y del palacio para vivir en una vieja cabaña abandonada en la entrada del bosque.

Los años siguieron cayendo como la nieve que cubría el bosque en cada invierno, Farah vivió sola todo ese tiempo, aprendió herbolaria y a crear sus propias armas además de que perfeccionó sus habilidades como cazadora, lo que hizo que evitara que bajaran criaturas del bosque hacia el pueblo; un día se llevó una gran sorpresa: descubrió como matar a los licántropos, pero ese descubrimiento no solo la llevó a la cima, sino que también la destrozó un poco.

Como cada mañana Farah entró al bosque para cazar algún animal pequeño para cocinar, sin embargo, había encontrado varios zorros destazados por lo que supuso que se trataba de algún lobo común hasta que escuchó el gruñido atrás suyo y al ver el dementor le disparó con sus flechas, pero fueron inútiles  así que corrió lo más rápido posible de regreso a su cabaña con la bestia siguiéndola. A los alrededores de su hogar había colocado algunas trampas que con la nieve no eran vistas y solo ella sabía en donde estaban; jaló de una cuerda de entre las ramas que hizo que se dejara caer con fuerza la espada de su padre quedando clavada en el suelo; Farah se deslizó hacia ella para evitar el zarpazo del dementor y en cuanto empuñó la espada la enterró en el pecho de la criatura.

El dementor murió al instante sobre ella, sus ojos grandes derramaron una lagrima cuando vieron el rostro de la mujer; Farah empezó a hiperventilar por la impresión luego frunció su ceño cuando vio colgando del cuello de la bestia un collar viejo de hilo grueso con plumas maltratadas y un cuarzo negro en medio, llevó sus ojos agrandados y llorosos hacia los del dementor que quedaron abiertos después de morir y gritó con toda su fuerza, desgarrada por el dolor que le causó haber descubierto que el dementor que mató había sido su propio padre al que hacía años habían dado por muerto sin tener siquiera su cadáver. Cuando se calmó preparó las cosas para enterrarlo y crearle una lápida, pero cuando desclavó la espada y vio la herida se percató de que adentro tenía fundida la plata de la espada mezclada con algún polvo azul; enterró a su padre y después inspeccionó su arma al igual que el lugar donde cayó cuando activó la trampa, resultó que debajo de la nieve florecía una planta azul cuya flor al aplastarse desprendía polvo, buscó entre sus investigaciones y como no había nada aún tuvo que someter a prueba su teoría: Buscó a un herrero para pedirle que fundieran la espada con el polvo de la flor y crearan unas dagas, una vez listas se metió al bosque una semana para encontrarse con un licántropo y cuando lo halló lo capturó para probar su descubrimiento, surgiendo así la misteriosa “plata esmaltada”.

Farah se dirigió al palacio y fue escoltada por Thomas, quien se volvió guardia real del nuevo rey quien al ver a la mujer de inmediato la reconoció. Esta le contó su descubrimiento y llevó de prueba al lobo, el hombre no dudó en ella ni por un segundo y aunque existía una atracción por ella desde que la conoció, eso no le impidió pensar con sensatez y organizó un evento al que todos en el reino estaban invitados y delante de todos, nobles o plebeyos nombró a Farah Venatore como cazadora de la corte real y líder de la orden de cazadores del reino, como era la primer mujer cazadora que había existido le otorgó su propio y único título: “La cazadora original”.




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