Confesiones de una cazadora

Capítulo 3.

Habían pasado un par de días desde que Injae llegó a California a principios de mes, con el asunto de su padre ni siquiera tuvo la posibilidad de pensar en su cumpleaños dieciocho hasta que su tía la sorprendió con un pequeño pastel de fresas.

—Mi cumpleaños fue hace poco más de una semana —alegó confundida—. ¿Por qué el detalle?

—Cumpliste dieciocho y no creo que sea algo que deba pasar desapercibido.

—Te lo agradezco tía, pero…quizás más tarde, debo ir a la escuela a hacer el trámite de inscripción. —Frunció los labios.

— ¿Quieres que te lleve?

—Está bien, Dylan se ofreció a acompañarme ya que dijo que tiene asuntos pendientes.

—Me agrada Dylan… ¿son amigos? —Alzó una ceja con picardía—. Creo que te vendría…

—Tía —detuvo en seco—, no. Apenas si lo conozco y que vaya a acompañarme no significa nada, tampoco somos amigos, ¿de acuerdo?

Verónica levantó las manos aceptando el fin de la conversación.

Injae tomó sus cosas y salió a esperar al chico afuera de su casa. Unos minutos después un Jeep Wrangler verde se estacionó frente a ella.

— ¿Es un jeep? —Preguntó Injae al verlo.

—Del dos mil siete —admitió jocoso—, es de mi abuelo…podrá ser viejo, pero aún es bueno.

La chica frunció la frente ante la oración que escuchó.

—Hablamos del Jeep, ¿verdad?

Dylan soltó una carcajada con su cabeza pegándose con el respaldo del asiento.

—Creí que Injae Venator no tenía sentido del humor —bromeó sarcástico—. Sube al auto.

— ¿Cómo sabes mi apellido? —Desconfió al abrir la puerta—. Mi tía usa su apellido de casada…

—En este lado de Petaluma todos conocen a todos. ¿Vas a subir o no?

La chica subió con mal genio y estuvieron callados todo el camino hasta que pasaron por el Río Petaluma.

—Es lindo…no lo había visto cuando llegué —comentó Injae viendo por la ventana—, era de noche.

— ¿Sabes nadar?

—No…no me llevo bien con el agua a menos que sea de la regadera —replicó indiferente.

— ¿Fue una broma? Porque si lo es olvida lo que dije sobre que tenías sentido del humor —expresó burlón y la vio seria—. Ya, me callo.

Injae mantuvo su vista sobre la carpeta de papeles en sus piernas.

—Casi muero ahogada en un río cuando era niña.

—Lo siento. —Apretó sus dientes con culpa—. No quise ser insensible, debió ser dificil, ¿cuántos años tenías?

—Cinco —replicó a secas—. ¿Esta es la escuela? —Preguntó cuando estacionaron.

Dylan asintió y ambos bajaron. La chica entró mientras que el pelinegro la esperó en el patio de la entrada, después de un rato Injae salió y regresaron al auto con la supuesta intención de volver a casa, pero Dylan tenía otros planes.

— ¿Qué hacemos aquí? —Alegó extrañada—. Creí que volveríamos a casa, pero estamos del lado opuesto.

—Bienvenida al museo y biblioteca de Petaluma —enfatizó orgulloso al levantar sus manos—. He visto que lees bajo los árboles así que imaginé que quizás te gustaría venir.

Injae lo miró despacio sin expresión y después llevó su vista nuevamente a la entrada del lugar con un ligero levantamiento de las comisuras de sus labios.

— ¿Eso fue una sonrisa?

—No.

Se metieron al museo y fisgonearon un poco, después se fueron a la biblioteca donde Injae buscó de reojo algunos libros sobre mitología.

— ¿Mitología egipcia, griega, romana o nórdica?

Dylan tomó el libro de las manos de Injae para ver con intriga lo que la chica quería leer.

—Celta —dijo decepcionado—. ¿Te han dicho que tienes gustos extraños?

—Sí, algo así —afirmó desinteresada y le quitó el libro—. ¿Vas a leer algo o solo a criticar mis gustos?

—Claro que sí, ¿sino que haría en una biblioteca? —Frunció el ceño jocoso.

— ¿Qué leerás?

—Encontré arrumbado un libro de ciencia ficción y creo que es el primero de la saga. —Mostró el libro que llevaba—. Leí en internet que es buena.

— ¿Globnar? —Miró el título y tragó duro—. Sí, es el primero.

Injae siguió de largo y Dylan la siguió sorprendido.

— ¿Lo has leído?

—Conocí a alguien que sí.

Llegaron a casa de Injae con los libros prestados y antes de que ella entrara se detuvo en la puerta para hablarle.

— ¿Quieres comer pastel?

—Un “gracias por acompañarme hoy” hubiera bastado, pero bien, acepto el pastel. —Sonrió y apagó el auto—. ¿Tu tía lo hizo por alguna razón…?

—Por mi cumpleaños que fue hace poco. —Resopló y abrió la puerta—. Tía, llegamos —avisó en voz alta—. Toma asiento, seguro está arriba.

Después de un rato los tres estaban en la mesa comiendo cuando llegó el esposo de Verónica de trabajar, le ofrecieron pastel antes de que se fuera a duchar y los cuatro terminaron de pasar un rato agradable, aunque sin muchas risas por parte de la familia, pero al menos acompañaban con su simpatía al muchacho que contaba algunas anécdotas de su vida.

El día oscureció y Dylan se despidió de todos. Injae lo acompañó hasta la puerta.

—No te vi sonreír durante toda la cena a pesar de que tus tíos sí —comentó abatido—. Sabes que en algún momento tendrás algo por qué hacerlo, ¿no?

—Gracias por acompañarme hoy —expresó más gentil—, de verdad.

Dylan asintió y bajó los escalones de la puerta, pero se detuvo a voltear hacia la chica.

—Supongo que ahora te veré solo en la escuela. —Suspiró—. Es una pena, fue divertido irritarte un poco esta semana —añadió jocoso—. Te veo hasta el lunes, Injae Venator.

Injae frunció el ceño confundida.

— ¿No vendrás mañana?

—Acompañaré a mi abuelo a cazar…quizás quieras venir —vaciló—. Vi el arco en el granero…son tus iniciales, ¿cierto?

—Hice tiro al arco de niña, pero jamás he cazado nada —respondió seria—, y preferiría no volver a usar el arco jamás.

—Bien, ya no pregunto más. Que pases buena noche.




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