Confesiones de una cazadora

Capítulo 4.

—Sabes que no es necesario que me lleves, ¿cierto?

—Solo llevas un poco más de una semana, puedes perderte —bromeó Dylan.

Injae y Dylan asistían a la misma escuela y cómo vivían cerca, el chico insistió en llevarla a clases en el jeep de su abuelo.

—Puedo tomar un autobús…o caminar —alegó rígida—, no voy a perderme.

Una chica morena de cabello rizado se acercó a ellos.

—Hey, Injae —saludó alegre—, hola Dylan… —Sonrió pícara.

Ambos la saludaron. Injae notó la mirada coqueta de la morena hacia Dylan y desvió la suya.

—Gracias por traerme. Tengo clase, adiós —se despidió desinteresada y se fue.

—Tú la conoces mejor… ¿siempre es tan fría?

Dylan arqueó las cejas y soltó un suspiro agotado.

—Injae Venator es muy misteriosa, recuerda eso, Ana.

Le despeinó el cabello por arriba y siguió de largo hacia su clase.

En la clase de literatura Injae fue llamada a dirección.

—Como unidad educativa tenemos el deber de hacer avanzar a nuestros estudiantes —comentó la mujer—, y según tus promedios eres candidata para aplicar el examen de habilidades, me sorprende que en tu antigua escuela no lo hayan ofrecido.

—En realidad lo ofrecieron, pero yo no lo hice —confesó con la mirada baja.

—Qué pena, ya estarías más adelantada que el resto de tu clase. —Frunció el ceño—. ¿Esta vez aceptarás hacerlo? Es una gran oportunidad, Injae.

Injae jugó con sus manos indecisa.

—No respondas ahorita. Si estás interesada llena el formulario y aplica el examen, si lo pasas con los créditos establecidos serás promovida automáticamente.

La chica asintió y se retiró para regresar a su clase. Se encontró con todos reunidos en pares para la actividad; su semblante se tensó cuando no supo que hacer al no conocer a nadie y no tener con quien hacer el trabajo hasta que alguien entró con un par de libros y se acercó a ella de lado.

—Espero haber escogido bien los temas —susurró Dylan—. Por si preguntas, el profesor escogió los compañeros de trabajo.

En el almuerzo Dylan le hizo señas a Injae para que se sentara con él en la cafetería.

— ¿Siempre eres tan social? Veo que muchos te conocen.

Dylan esbozó una pequeña sonrisa y bajó la mirada.

—Trato de ser amable, es todo. ¿Quieres una papa? —Inclinó sus frituras hacia ella—. ¿Terminaste el libro de la mitología celta?

Injae asintió y tomó una papa.

— ¿Por qué te gusta la mitología? —Expresó curioso—. ¿Crees en esas cosas…? Ya sabes seres sobrenaturales, demonios, ángeles y todo eso.

—Shh —regañó—. Baja la voz, podrían oírnos.

— ¿Y? ¿Cuál es el problema? Nadie en la preparatoria va a creer en esto.

La chica frunció sus labios avergonzada.

—Pero tú si…¿Qué sabes, Injae Venator? —Entrecerró sus ojos—. Eres una chica muy misteriosa, tienes secretos…

—Todos tenemos.

—Hay de secretos a secretos, ¿cuáles son los tuyos?

— ¿Y los tuyos, Dylan Gastrell? —Preguntó con recelo.

Dylan soltó una risita jocosa y asintió con su cabeza, luego siguió comiendo su almuerzo.

—Acepta la propuesta de la directora y sáltate el grado escolar.

— ¿Cómo sabes eso? —Cuestionó sorprendida.

—Los rumores vuelan rápido en la preparatoria Casa Grande —respondió relajado—. Hazlo, es una buena forma de iniciar tu nueva vida , ¿no crees?

—Supongo que sí —replicó dudosa—. Aunque deberé repasar para los exámenes de habilidad y…quería aprender a montar, ahora no podré.

—Que extraña forma de organizar tus prioridades —bromeó extrañado—, pero si eso quieres yo te enseñaré a montar.

Injae frunció el ceño y arqueó una ceja ante la propuesta del muchacho.

— ¿No tienes tareas o algo así?

—Uhm… —vaciló—. Sí, pero soy un alumno promedio. —Encogió sus hombros con descaro—. ¿Te enseño entonces?

De pronto la castaña inexpresiva y vacía de vida dejó salir una sonrisa abierta.

— ¿Eso fue una sonrisa? —Expresó emocionado—. ¡Lo es! —Exclamó poniéndose de pie— .¡Wuju! ¡Hice sonreír a Injae Venator! —Gritó en la cafetería.

—Shh —reprendió sin molestarse—. Dylan, basta.

Dylan siguió festejando su logro mientras ella lo jalaba de la punta de su camiseta para que se sentara en silencio porque todos estaban viéndolos; el pelinegro continuó ignorándola para soltar tarareos de festejo haciendo que Injae empezara a incrementar su risa y dejara de jalarlo para sentarlo.

Injae se dejó llevar por la risa escandalosa de Dylan, juntó sus manos en el aire como si fuera a dar un aplauso, pero no, las ladeaba de un momento a otro mientras encogía sus hombros riéndose.

El chico finalmente se sentó de nuevo.

—No solo sonreíste, sino que además te reíste —dijo extasiado—, así que me debes algo.

Injae no entendió y frunció el entrecejo manteniendo su sonrisa.

—Nuestro trato, si te hacía sonreír de verdad al menos una vez irías conmigo al festival de primavera —alardeó recordándole.

—En realidad nunca concretamos ese “trato”.

La felicidad del pelinegro se vino abajo tan rápido como subió.

—Pero está bien —expresó en voz baja.

— ¿Cómo?

La chica se cubrió con su puño semicerrado su boca para ocultar su sonrisa.

— ¡Debes ser especifica! ¿Fue un “si, iré contigo” o…?

—Aprende a captar las indirectas —murmuró en regaño—. Por eso pierdes oportunidades con las chicas.

— ¿Acaso tú…? —La miró pícaro.

—No.

—Oh —masculló abatido—. Entonces , ¿qué quisiste decir con eso?

—Nada, olvídalo. —Reviró sus ojos burlona—. ¿Vas a comer las papas?

Los días transcurrieron rápido y pronto Injae tuvo que realizar su examen de habilidades para luego esperar la notificación sobre su promoción de grado escolar.

— ¿Cómo te fue? —Preguntó Dylan al verla salir del aula.

—Bien, espero… ¿no tenías planes hoy?




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