Confesiones de una cazadora

Capítulo 5.

Injae y Dylan llegaron a casa del abuelo de este, donde también vivía el chico sin sus padres ni hermanos, ni ningún otro familiar cerca.

—Es una casa grande… —comentó Injae husmeando con la mirada—. Y muy linda.

—Díselo a mi abuelo, él la hizo así —afirmó desinteresado mientras buscaba al hombre—. Te lo presentaré…

—No hace falta —dijo una voz ronca asustando a los chicos—. Tú debes ser Injae Venator, la hija de Alaric y sobrina de Verónica Venator.

La chica unió sus cejas en señal de confusión al ver la actitud confiada sobre ella y su familia por parte del hombre mayor con bastón.

—Soy Gerard.

— ¿Usted conoce a mi familia? —Insinuó recelosa con su misma expresión.

Dylan se mantuvo callado desde la cocina atrás de Injae. Su semblante nervioso fue como un aviso para su abuelo para que tuviera cuidado con lo que iba a decir.

—Conocí a tu abuelo, Nolan Venator —mencionó con una mirada de orgullo—. Fue un gran hombre y un excelente militar.

Injae arrugó leve sus labios y esbozó una media sonrisa, volteó a ver a Dylan que cambió enseguida su semblante ante ella.

—Pudiste decirme antes que nuestros abuelos estuvieron juntos en la milicia —comentó más relajada.

—Arruinaba el misterio —bromeó—. Abuelo, ¿ya llegó el comprador del ganado?

—Uhm sí, acompáñame…Injae no te ofrezco venir con nosotros porque será algo muy aburrido.

—Está bien, no se preocupe, señor Gastrell.

—Dime solo Gerard. “Señor Gastrell” me recuerda mucho a mi padre —mencionó con gracia—. Vamos, Dylan.

El chico se acercó a Injae para darle un vaso con limonada y un sándwich para que comiera en lo que esperaba a que regresara.

— ¿Aún no le has dicho nada? —Habló en voz baja Gerard.

—No…no es fácil acercarse a ella y ganar su confianza —alegó susurrando—, es dura como una roca.

—Por supuesto que lo es —afirmó tajante—. Es una Venator, no esperes menos de ella.

Conforme se alejaron más de la casa y llegaron al granero en donde estaban los animales, elevaron más el tono de sus voces.

— ¿Tú crees que ella acepte?

—Espero que sí, no me gusta rogar —expresó cambiando su expresión seria—. ¡Señor Marshall! Un gusto siempre verlo…

Dylan resopló desanimado por la actitud fingida de su abuelo.

Por otro lado, Injae merodeaba la sala hasta llegar a un corredor con retratos y algunas artesanías. Tomó un cuadro, sonrió leve al ver la foto de Dylan con su abuelo y notar el gran parecido entre ambos; conforme más veía las fotos notó que no había ninguna de los padres de Dylan, solo él de pequeño y fotos de personas adultas con quien suponía era Gerard de más joven.

Todo eso llamó tanto la atención de la chica que ignoró el tiempo y permaneció husmeando. Volteó los cuadros para ver si tenían notas atrás, fisgoneó las artesanías y arreglos extraños que habían sobre los estantes.

— ¡No toques eso!

El regaño sobresaltó a la castaña que a la vez masculló un insulto.

—Lo…lo siento —titubeó nerviosa.

Injae volteó hacia el otro lado de donde vino el regaño. Se encontró con unos iris marrones que brillaban por el reflejo del sol que traspasaba la ventana al final del pasillo, la veían fijo y hacían juego con la expresión dura en el rostro pecoso de la persona que la regañó; la persona se acercó y pronto Injae divisó a un chico con cabello corto rojizo, joven como de su edad o quizás algo mayor por su cuerpo atlético.

—A Gerard no le gusta que toquen sus estatuas de arcilla —comentó tajante.

Injae asintió cabizbaja cuando observó el antebrazo del pelirrojo. Quizás era por su actitud intimidante, tal vez por su tono de voz grave y cortante, probablemente por el tatuaje negro de un símbolo extraño en su antebrazo o a lo mejor fue todo eso junto que hizo que la chica retrocediera para evitar más contacto con él.

—Como sea, ¿lo has visto?

—Está con el comprador de su ganado…

— ¿Comprador? —Preguntó confundido—. Ah, claro… —Reviró sus ojos.

El chico se dio la vuelta y regresó por donde vino sin decir más.

—Qué tipo tan grosero y extraño… —Arqueó sus cejas—. Todo aquí es extraño —murmuró para ella misma.

Injae regresó a la sala a esperar a Dylan que ya había vuelto hacía pocos minutos.

— ¿Lista para montar?

—Claro —respondió vacilando.

Fueron al establo y mientras Dylan sacaba un caballo para ensillarlo, Injae se quedó cruzada de brazos observando a lo lejos a Gerard que hablaba con el pelirrojo que conoció en el corredor de la casa.

— ¿Injae?

Dylan le habló sin recibir respuesta, entonces vio hacia donde ella tenía su vista y divisó a su abuelo con el pelirrojo que luego fue acompañado por una chica bajita; apretó su mandíbula y se acercó a Injae para hacerla voltear hacia el establo.

—Te presento a Hunter. —Señaló entusiasmado.

Un caballo negro con melena blanca estaba frente a ellos.

— ¿Hunter? ¿Como cazador en inglés?

—Hunter como cazador en inglés —replicó sarcástico—. Mi abuelo se lo puso cuando me lo regaló de niño.

—Es peculiar…como él, no había visto uno negro con melena blanca —expresó curiosa.

—Crin —mencionó. Injae volteó a verlo confundida—. Se le llama crin a la melena de los caballos.

—Lo olvidé, estoy con Dylan Gastrell, especialista en ganado —bromeó.

— ¿Quieres subir?

La miró jocoso y le señaló con su vista al caballo, después le extendió su mano para que ella la tomara y subiera con él. Injae se subió primero y atrás de ella se puso Dylan para ayudarle a sostener las riendas del caballo; cabalgaron despacio y después fueron más rápido, recorriendo el lugar de los Gastrell.

Gerard y sus acompañantes escucharon las risas de aquellos dos en el caballo así que voltearon a verlos.

—Le agrada a Dylan —expresó la chica bajita—, ¿no es un problema?




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