Confesiones de una cazadora

Capítulo 6.

Dylan acompañó a Injae de regreso a su casa en la tarde.

—¿Está todo bien? Te ves pensativa… ¿Es por el examen de habilidad?

—Ah… no—vaciló sin verlo—. Me quedé pensando en el chico de hace rato en tu casa.

—Oh… ¿pasó algo con él? —Frunció el ceño—. ¿Te dijo algo…?

—No, es ah…no me dijo nada, solo me asustó un poco cuando lo vi —respondió nerviosa—. ¿Quién es?

—Trabaja con mi abuelo, él y su hermana… bueno, media hermana. Va a la preparatoria también con nosotros.

Injae lo miró confundida.

—Nunca lo he visto y créeme que sé reconocer una cara.

—Probablemente porque está en un grado superior, es de último año y seguramente vas a verlo más a menudo ahora que te promuevan —comentó dándole un empujoncito.

—¿Su hermana no va?

—Yurim. No, ella iba a la universidad, pero tuvo unos problemas y la dejó. ¿Por qué te interesan tanto?

—No, por nada… solo curiosidad —dijo dudosa.

Injae avanzó para llegar hacia su casa y Dylan se quedó atrás viéndola preocupado.

En los días siguientes Dylan no asistió a clases, mientras que Injae recibió el aviso de su promoción a último grado por lo que ahora tendría que cambiar su horario y vería menos tiempo al pelinegro en la escuela.

Un día estaba en la biblioteca escolar buscando algo para su tarea cuando vio en una de las mesas de trabajo al pelirrojo de aquel día. El chico se arremangó la sudadera y dejó ver aquel tatuaje extraño, además de otro que parecía ser nuevo.

Injae se quedó observando desde los estantes hasta que él alzó la vista y chocaron miradas. Aquello pareció que lo había molestado porque cerró su libro con fuerza para guardarlo junto con el resto de sus cosas y rápido se marchó.

Dylan había acompañado a su tío con el médico porque al parecer había pescado un resfriado y llevaban un par de días sin que la temperatura corporal se le controlará por completo, cosa que se le hizo extraño a la Injae porque recordaba que el chico le había comentado que su abuelo era muy sano y casi nunca se enfermaba.

Injae estaba en su casa hablando por llamada con Melissa hasta que su tía llegó con bolsas de papel con la despensa de la semana.

—Llegó mi tía, te hablo más tarde —dijo y colgó—. ¿Por qué no me dijiste que irías de compras? Pude haberte acompañado.

Se acercó a ayudar con más bolsas mientras la saludaba.

—Anoche te desvelaste haciendo tu tarea y te vi durmiendo profundamente, no quise despertarte.

—Gracias, tía. —Sonrió.

—¿Hoy no saldrás con Dylan? —Preguntó pícara—. Lo vi por el museo.

La chica quedó estática al oír que Dylan había regresado y ella no sabía.

—No, creo que no —replicó seria—. No entiendo por qué tú y el tío Patrick insisten en qué pasa algo entre nosotros, sólo somos amigos.

La mujer se recargó sobre la alacena cruzada de brazos y una ceja alzada viéndola jocosa.

—La primera vez que lo insinué dijiste que no eran amigos y ahora lo son, quizás la tercera vez ya sean algo.

Injae asintió irónica para seguirle el juego a su tía.

—Mejor dime a que se debe tanta comida esta vez… ¿cocinaremos algo especial?

—El lunes vendrá la trabajadora social para supervisar que todo vaya bien aquí, es uno de los últimos pasos para terminar el proceso de adopción —explicó emocionada—. No sabes cuanto Patrick y yo hemos esperado por esto.

Sonrió entusiasmada e Injae la miró ladeando su cabeza con una expresión de ternura hacia su tía.

—¿Y ya tienen un nombre?

—Es una niña de ocho meses, pensamos llamarla Susan… ¿Te gusta?

La chica dio un trago duro al oír el nombre y asintió con ojos cristalizados.

—Susan Shepherd Venator —dijo deleitando cada palabra—. Es lindo, a mis padres y a Rebecca les hubiera gustado.

Verónica emitió una risita que Injae imitó en complicidad.

Después de acomodar las cosas en la cocina, Injae subió a su cuarto aburrida y se sentó junto a la ventana a tratar de escribir ideas para un ensayo que tenía de tarea, pero a su mente distraída de pronto le llegó la imagen de aquel tatuaje del pelirrojo y sin darse cuenta terminó dibujándolo.

Injae resopló con fastidio al ver lo que hizo. Se sobó la frente y observó con más atención el dibujo, frunció el ceño intrigada por la extraña forma que este tenía así que con ganas de saber que significaba, buscó en Internet el símbolo.

Imágenes de símbolos satánicos y de ritos aparecían constantemente hasta que encontró uno similar y lo cliqueó para abrir la página con la información; se encontró con más símbolos parecidos que según la página provenían de una antigua comunidad celta.

—¿Qué diablos es esto? ¿Tengo un vecino satánico?

Bajó a la cocina para tomar un respiro y se encontró a su tía leyendo en la sala.

—¿Conoces a Gerard Gastrell? —Mencionó de repente—. Me refiero a que tan bien, él dijo conocer al abuelo.

Verónica se tensó un poco ante la pregunta, pero disimuló al no elevar su vista del libro cuando respondió.

—Sí, ellos fueron compañeros de trabajo —se limitó a decir.

La chica no se convenció mucho de la respuesta vaga que recibió, pero no continuó indagando con su tía. Se sirvió agua y subió de nuevo.

Después de un rato investigando la cultura celta y sus pueblos, contactó a Dylan para que se vieran afuera de la casa de Injae quien imprimió algo de la información que encontró para enseñársela.

—Hey —saludó relajado—. Me sorprendió que llamaras, pero imagino que tu tía te dijo que estaba aquí…

—En realidad nunca te fuiste, ¿o sí? —Cuestionó desconcertada—. ¿Qué más ocultas, Dylan Gastrell?

Injae se acercó rápido para darle los papeles contra su pecho.

—¿Qué significa eso? —Reclamó molesta—. Quiero la verdad.

Dylan revisó las hojas y observó los símbolos, su semblante fue cambiando en cuanto miró los símbolos.




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