Confesiones de una cazadora

Capítulo 12.

Abril 2024.

Los días se volvieron semanas y las cosas siguieron su curso como si nada hubiera ocurrido, aunque de vez en cuando se recordaba por las calles como una gran pena lo que pasó con aquel chico pelinegro de ojos marrones que siempre que reía inclinaba su cabeza hacia atrás, pero no pasaba de ahí.

Durante ese tiempo Injae recibió la visita de Gerard una vez más, pero ella se mantuvo firme en su decisión y lo rechazó tajantemente. Esto molestó al hombre y la chica lo sabía porque podía sentir atrás de ella la mirada de Scott con quien compartía dos clases.

—Hasta mañana, Injae —dijo Patrick subiendo a su cuarto—. No duermas muy tarde… Vero me dijo que tienes exámenes.

Injae cerró el refrigerador con un trozo de pan para sándwich en su boca.

—Descuida, tío —replicó con el pan en su boca.

De pronto la bebé empezó a llorar en el cuarto de la pareja y Patrick salió apurado mientras Injae se reía preparando su cena. Subió a su cuarto, cerró la ventana para poder quitarse el suéter y seguir haciendo su tarea mientras comía su sándwich, pero lo dejó a medio comer porque se quedó dormida; cuando despertó por una mínima ráfaga de aire viniendo de la ventana se paró con cautela y apagó su computadora para irse a acostar.

Se acostó dándole la espalda a la ventana para fingir que estaba dormida, pero con cuidado sacó algo debajo del colchón cuando escuchó el piso rechinar. Alzó la vista apenas por encima de la sabana para ver la espalda masculina de alguien rubio que usaba una chaqueta de cuero y que estaba parado frente a su escritorio comiendo el sándwich que ella había dejado, el sujeto caminó un poco hacia la ventana para ver hacia afuera mientras ella se levantaba de la cama despacio con una daga empuñada.

Injae caminó hacia el sujeto y este la vio por el reflejo de la ventana; el rubio se volteó hacia ella, pero la chica fue más rápida y ágil, lo tomó desprevenido para derribarlo y ponerse sobre él a punto de enterrarle la daga.

La actitud de la chica flaqueó cuando se sorprendió al ver el rostro del chico, pero después se puso nerviosa cuando vio que él de reojo miró hacia su pecho que se descubría un poco por la blusa holgada de tirantes que usaba y después desvió sus ojos para no verla. Se paró de golpe volteando hacia la cama, entonces él se aclaró la garganta y cuando se levantó le pasó el suéter que ella dejó en la silla para que se cubriera.

— ¿Qué haces aquí? —Reclamó Injae poniéndose el suéter mientras le daba la espalda.

— ¿Qué haces con una daga? —Dijo jocoso—. Y ese olor a verbena… ¿es incienso?

—No sé de qué hablas.

Mintió con nervios. El chico jaló de su brazo para hacerla voltear, pero al hacerlo el impulso le quitó a Injae el equilibrio y cayó de espaldas hacia la cama con él encima.

—Escucho tus latidos acelerados… ¿O estás mintiendo o estás nerviosa?

El rubio miró de reojo los labios de la chica y después vio como respiró hondo.

—O ambas…

Injae lo hizo a un lado con su brazo y se levantó de la cama.

— ¿Qué haces aquí Jace? —Se cruzó de brazos viéndolo seria.

Jace esbozó una sonrisa jocosa y se paró frente a ella. Antes de que dijera algo escuchó el picaporte del cuarto del final del pasillo.

—Un picaporte… —avisó nervioso.

— ¡Mis tíos! Escóndete.

— ¿Dónde? —Reclamó indignado.

—En el ropero o debajo de la cama. ¡Yo qué sé!

El chico se escondió en el ropero e Injae abrió abruptamente la puerta y vio a su tía bajar soñolienta.

—Injae, estás despierta… ¿Podrías ayudarme?

—C-claro. —Sonrió nerviosa.

Bajó a la cocina a ayudar a su tía con la leche de la bebé y cuando subió al cuarto ya no encontró a Jace.

Al día siguiente Injae salió de clases apurada porque había pasado un mal rato en su última clase debido al pelirrojo Scott, con quien tuvo que hacer una actividad y les fue dificil llevarse bien durante ella.

“Que lindo es” “Él no estudia aquí…” “¡Se ve tan lindo y ese auto!”

—Ana, ¿qué ocurre? —Preguntó Injae confundida al verla en el pasillo—. ¿Qué hacen todas esas chicas paradas en la entrada?

—Hay un chico rubio estacionado en un auto rojo… ¡Y está guapísimo!

Injae arqueó la ceja cuando vio la forma en que se mordió el labio la morena al hablar del chico. Caminaron hacia la puerta y salieron haciéndose paso entre el grupo de chicas.

— ¿Apoco no es guapísimo? —Susurró Ana.

El rubio estaba afuera del auto recargado sobre la puerta viendo hacia la entrada del edificio. Sus lentes oscuros cubrían sus ojos azules, pero no su sonrisa pícara cuando vio a Injae, se mantuvo cruzado de brazos esperando a que se acercara.

—No lo digas en voz alta o se le va a subir a la cabeza —alegó Injae sarcástica.

— ¿Lo conoces? No me digas que es tu novio.

—No lo es.

—Entonces… ¿podrías ayudarme con él? —Suplicó.

El chico escuchó todo con su audición de lobo y se echó a reír jocoso cuando Injae reviró sus ojos, pero acabó rápido para disimular y no parecer un raro que reía solo.

Injae se despidió de Ana y caminó hacia Jace incomodada por recibir las miradas de las admiradoras del rubio.

—Sube o seguirán hablando. —Abrió la puerta del auto para Injae.

—Lo disfrutas, ¿no?

— ¿El qué? —Fingió no saber mientras rodeaba el auto para subir.

—El que todas las chicas mueran…—dijo alargando con burla la palabra—. Por ti.

Jace se carcajeó y bajó levemente sus gafas para mirarla con sus ojos pícaros.

—Sé que tú también tienes una pequeña obsesión conmigo.

—Como sea. ¿Cómo supiste donde estudio? —Interrogó frunciendo el ceño—. Aún mejor, ¿cómo sabías donde vivía?

—Me encontré a tu tía ayer comprando y la llevé a tu casa, volví a ir esta mañana, pero no estabas… obviamente. Ella me dijo donde estudiabas —explicó desinteresado.




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