Confesiones de una cazadora

Capítulo 13.

Jace e Injae fueron al río antes de que atardeciera, a pesar de la insistencia de la chica Jace no la dejó conducir su auto. Durante el camino pasaron por la plaza donde estaban pegadas las esquelas de los fallecidos recientemente y junto a ellas se encontraban pequeños altares para recordarlos.

—Son varias esquelas —comentó Jace intrigado—. ¿Conocías a ese chico?

Jace preguntó cuando observó como Injae veía por la ventana que quitaban uno de los altares, era viejo porque sus flores ya estaban marchitas. Injae no respondió.

Al llegar al río se acostaron en la orilla.

—Aún no me has dicho por qué estás aquí —comentó curiosa—. ¿Pasó algo…?

—No, tranquila. —Suspiró—. Solo quise tomar un descanso… ¿no es lo que haces tú?

Injae se giró a verlo sin entender.

—Actúas como una chica común, pero duermes con una daga bajo tu cama, creí que Liam te hizo prometer que te alejarías de lo sobrenatural. ¿Qué cambió?

—Nada…y no actúo, de verdad me va muy bien —alardeó irritada.

—Uhm se ve —expresó irónico—. Sabía que eras lista pero no sabía que tan lista… Estás en último grado, ¿felicidades?

La chica se incorporó y lo vio molesta así que él imitó el gesto sentándose frente a ella.

— ¿Por qué el tono irónico?

—No lo hay, lo prometo.

Alzó sus manos defendiéndose y se paró frente al río, le extendió la mano a Injae para que entraran juntos, pero ella se negó y él la tomó de la mano para levantarla, pero resbaló por el lodo y ambos cayeron.

Cuando la chica subió a la superficie se alteró porque no sabía nadar y Jace la ayudó a ir hasta la orilla, luego ella se salió rápido para recargarse en un árbol mientras tomaba aire repetidas veces. Jace se acercó preocupado al ver su actitud.

—Injae… ¿estás bien?

Quiso poner sus manos sobre los hombros de Injae, pero sus manos temblaron por pena y mejor las retiró para no incomodarla.

—Yo… —masculló—. Yo no pude. —Tragó duro—. No pude salvarlo.

— ¿De quién hablas?

—El chico del altar por el que preguntaste en el camino —mencionó dándose la vuelta.

Sus ojos estaban llorosos y su nariz roja, probablemente por el agua del río que entró en ellos o quizá porque querían salir algunas lágrimas.

—Su nombre era Dylan y yo… yo le disparé una flecha a la cabeza para que los Redentors no se lo llevaran —confesó y resopló.

Jace quedó atónito sin pensar en una respuesta ante lo que escuchó.

—Por favor di algo.

— ¿Quieres que diga algo para… hacerte sentir mal? ¿eso quieres? —La miró ofendido—. Te sientes culpable por haberlo salvado de una vida seguramente de dolor y agonía ¿y quieres que te haga sentir mal por eso? Injae Venator a veces no sé cómo funciona tu cabeza —expresó burlón.

—No se lo he dicho a nadie, pero su abuelo lo sabe e incluso me agradeció… lo cual es estúpido porque es un gran idiota —se quejó exasperada—. Es líder de un grupo de cazadores y quiere que me una a ellos.

—Imagino que lo mandaste al demonio.

La vio jocoso y sonrió, ella lo imitó de la misma manera como respuesta.

—Chica mala, desafías a los hombres poderosos —bromeó.

Vio hacia el río que brillaba de color naranja y suspiró.

—Tu tía tenía razón, se ve lindo bajo el atardecer.

—No sé nadar —confesó de la nada.

Jace la vio desconcertado y se rio, ella lo miró seria y le dio un golpe para callarlo.

—Sabes disparar un arco, una escopeta, una ballesta, cualquier arma en general creo, tocar el piano, pelear cuerpo a cuerpo y… no sabes nadar, ¿estás bromeando?

Injae se quedó pensativa y luego se entregó a la risa junto con el rubio.

—Hace tiempo que ya no hago nada de eso… así que no saber nadar no me hace ver tan mal —argumentó en su defensa.

—Mañana iremos a un lugar que vi cuando llegué ayer.

— ¿Cuál?

—Es sorpresa, si te digo se arruina.

La castaña lo miró jocosa por la intriga que le dejó.

—Ahora regresemos, seguro que te resfriarás con la ropa mojada —comentó exasperado.

—A veces yo tampoco entiendo cómo funciona tu cabeza —se quejó. Jace la vio ofendido—. Actúas como si te cayera bien, pero luego como si fuera la novata que tienes que cuidar… Creí que ya éramos amigos.

Jace se llevó el cabello hacia atrás y quiso decirle algo al respecto, pero se apretó el interior de sus mejillas.

—Solo regresemos.

El rubio se adelantó dejando atrás a Injae que se quedó viendo hacia los árboles porque se le hizo ver algo entre ellos.

— ¿Vienes o no? —Cuestionó desde el auto—. Si quieres te dejo conducir…

— ¿Quieres que subamos con la ropa mojada?

—No creo que quieras quitártela, ¿o sí? —Entrecerró sus ojos pícaro—. Sube al auto ya.

Durante el trayecto Jace condujo, de vez en cuando veía de reojo a la chica que llevó sus ojos cerrados todo el rato por lo que no se dio cuenta de que el chico veía su collar. Al llegar Jace acompañó a Injae hasta la puerta de la casa.

—Vi que usas su collar —mencionó Jace viendo el colgante.

Injae asintió desconcertada por el repentino comentario.

—Rebecca… ella siempre lo llevaba puesto —confesó cabizbajo—. Creí que debías saberlo.

—Gracias.

Esbozó una sonrisa triste como agradecimiento por decirle la verdad de una interrogante que surgió el día en que su hermana murió ya que esta lo llevaba puesto e Injae creía que dejó de usarlo desde que lo arregló luego de que Rebecca lo rompiera por enojo.

—Hasta mañana, descansa —dijo rígido.

Bajó de los escalones frente a la puerta para ir hacia su auto hasta que Injae lo detuvo.

— ¿Tienes a dónde ir?

—Claro —respondió enseguida—. Me hospedo en un lugar que encontré cuando llegué ayer —mintió fácilmente.

—Bien. Descansa tú también.

Injae se abrazó a sí misma para cubrirse de la ráfaga de aire fresco que les llegó.




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