Confesiones de una cazadora

Capítulo 22. [Canción]

[Escucha "You were loved" de One Republic]

 

Injae condujo hasta su casa, bajó los vivires y los llevó a la cocina, luego Jace bajó del auto desorientado.

— ¿Qué pasó?

La chica lo miró inexpresiva y vaciló unos segundos.

—Nada importante. —Sonrió a medias—. Te quedaste dormido en el auto.

—Ya somos dos —comentó Verónica bajando de las escaleras—, fui a dormir a Susy y me quedé dormida también.

—Qué bueno que llegamos a despertarte. ¿Susy no tenía cita médica?

— ¡Es cierto!

La mujer subió a arreglarse mientras Injae y Jace acomodaban los vivires.

—No tienes que hacerlo, todavía no has terminando tu valija —comentó seria.

—Está bien, aún hay tiempo.

Verónica bajó y se despidió de Jace de una vez por si al regresar ya no estaba. Luego él y la chica se quedaron afuera sentados en el porche de la casa mirando hacia el campo que poco a poco se iba poniendo de naranja.

— ¿Por qué no te quedas?

—Si no fuera por la forma en que me fui de Richmond… quizá lo haría, estar aquí con tu familia me hizo sentir parte de una y hace mucho no me sentía así —expresó melancólico—, pero hay asuntos que resolver en casa.

Injae bajó la mirada con tristeza y Jace la vio extrañado.

— ¿Estarás bien? Puedo quedarme unos días más si…

—No, está bien… estaré bien —respondió seria—. Tengo que estarlo, tengo a mis tíos y a Susy, debo protegerlos.

Jace trató de descifrar su comentario y cuando lo hizo apretó sus labios un segundo.

—Vas a unirte a ellos después de todo.

— ¿Crees que es lo correcto?

—Lo correcto es que dejes de tener miedo y despiertes del sueño de una vida normal porque seguirán viniendo por ti hasta que alguien logre matarte —contestó tajante—. Hay cosas que son inevitables, el destino por ejemplo… tu destino es convertirte en la cazadora original.

—Ni siquiera sé que quiere decir eso —bromeó cansada.

—Lo averiguarás pronto —bromeó recargándose en el barandal de los escalones—. Ya sabes lo que dicen, uno es un accidente, dos es casualidad y tres es un patrón.

Injae lo miró confundida mientras él hablaba levantando sus dedos según el número que mencionaba.

—Uno, vienes de una familia de cazadores; dos, eres la reencarnación de una super cazadora antigua —dijo con tono burlón—; tres, te mudaste a un pueblo lleno de cosas sobrenaturales y si quieres un cuatro, viniste a California para alejarte de eso y terminaste igual o más involucrada que antes.

—Que hijo de perra puede ser el destino.

Recargó su cara sobre sus brazos que descansaban sobre sus rodillas levantadas.

—Y lo será más. Si de verdad vas a meterte a esto tienes que tener en cuenta que no podrás salvarlos a todos —mencionó serio—, es algo que John me decía mucho y que no quería entender, pero es una verdad en nuestro mundo así que tú escoges si vas a esperar a que vengan a matarte o si serás tú quien diga cómo y cuando vas a morir.

La chica lo vio y sonrió orgullosa.

—Gracias.

Levantó el rostro y miró hacia el frente decidida.

—No sé cómo, pero voy a ayudarte a encontrar a tu hermana —afirmó—. Tal vez no logre llevarte directo a ella, pero trataré de acercarte lo más que pueda.

Jace le asintió y después se puso de pie.

—Aún no terminé de hacer la valija, creo que debo ir.

—Sí, yo iré a buscar algo al granero —vaciló.

Jace subió y terminó de guardar su ropa, bajó para meter la valija al asiento trasero del auto cuando se acercó Injae con su arco en las manos.

— ¿Es lo que creo que es? —Expresó jocoso al ver el arma.

— ¿Podrías hacerme un favor?

Después de decirle, puso el arco junto a la valija y caminaron hasta el capo donde Jace se recargó con Injae parada frente a él.

— ¿Estás segura de esto? Podría venderlo… —Bromeó.

Injae le dio un pequeño golpe en el pecho y ambos rieron. Se detuvieron y se miraron un momento como quisieran detener el tiempo ahí porque algo les decía que quizá sería la última vez, ella se acercó a él y para despedirse le dio un beso suave en sus labios que apenas se rozaron por pena, tomó por sorpresa a Jace un segundo y después correspondió para darle un beso real qué aunque fue lento y suave no duró lo suficiente en especial porque no trataban de hacer algo más que solo decir despedirse.

—Cuídate, Jace —murmuró al alejarse de su rostro.

La chica se distanció y rodeó el auto para irse.

—Adiós, castaña —dijo en voz alta.

Jace se quedó quieto junto a la puerta del auto viéndola de espaldas, esta volteó sonriéndole y susurró:

—Adiós, rubio.

Regresó la vista hacia su camino y fue hasta la puerta de su casa donde se quedó viendo como arrancaba el auto, en donde Jace empezaba a conducir viéndola por el retrovisor hasta que avanzó lo suficiente como para perderse de vista uno del otro.

Injae entró a su casa y sintió un vacío extraño en ella, miró a su alrededor, caminó junto al sofá rozándolo con sus dedos, vio las herramientas de la chimenea y recordó el día en que apareció la bruja espiritista. Subió a su cuarto para buscar una sudadera, pero en su cama encontró la chaqueta de Jace doblada, la rozó con sus yemas, luego la tuvo entre sus brazos guardando el aroma; miró por la ventana que la corriente de aire estaba incrementando así que debía levantarse el cabello para que no le estorbase al caminar.

Respiró hondo y se puso la chaqueta, después se dirigió a la casa de su vecino Gerard Gastrell y entró como si nada hasta que Scott la vio y la detuvo tajantemente.

—No debes estar aquí, vete —ordenó de mal genio.

—Me has estado siguiendo así que sabes a qué vengo. —Se paró frente a él retándolo—. Llévame con Gerard Gastrell.

Scott mordió sus mejillas por dentro y se dio la vuelta para guiarla hasta el hombre. Gerard estaba en una bodega vacía que remodelarían, sentado frente a una mesa fumando un puro mientras limpiaba la empuñadura de plata de su bastón cuando llegó Scott por la puerta trasera con la chica y otros dos cazadores.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.