Confesiones de una cazadora

Capítulo 26.

La biblioteca del instituto era enorme y llena de estantes altos de cedro, en cada estante había una extensa cantidad de libros sobre asuntos sobrenaturales que iban desde la historia básica hasta la creación de armas y otros asuntos más dimensionales como el plano demoniaco y angelical.

— ¿Estudiando hasta tarde?

Marco se apareció por una de las mesas con su Tablet y un libro en la mano.

—Sí…

— ¿Necesitas ayuda? —Se acercó para echar un vistazo al libro en la mesa—. ¿Runas? Ese tema es de mis preferidos.

—Eres Marco, ¿cierto? —Lo vio nerviosa—. He oído tu nombre en los combates.

El moreno se rio y asintió.

—Cuando no es contra Scott con quien peleo, sino sería su nombre el que oirías.

— ¿De verdad nadie lo ha vencido?

—Ya viste la tabla de clasificaciones, esa nunca miente —respondió extendiendo sus brazos—. El número uno en todo, armas, combate, idiomas, memorización de runas, teoría… Con un padre como el suyo tiene una reputación que cuidar, él y su hermana.

El comentario llamó la atención de la chica, recargó sus manos entrelazadas sobre el libro abierto y miró al moreno intrigada.

— ¿Su padre?

—Andreas Evenson —contestó serio—. Fue uno de los mejores cazadores que ha habido en el siglo XXI, la madre de Scott también era de las mejores, pero Andreas tenía renombre, incluso después de muerto lo sigue teniendo.

—Demasiadas expectativas sobre ellos, ¿no? —Frunció los labios.

—Cuando su padre aún vivía, Scott entrenó gran parte con él y ya imaginarás como era su entrenamiento.

Injae se quedó callada y después Marco se tuvo que ir al recibir una llamada de Félix. Cuando se quedó sola jugó con la esquina de la página del libro mientras miraba el título “Runas elementales” sin mucha atención.

Cerró el libro y salió de la biblioteca rumbo al salón de entrenamiento que estaba en uno de los primeros pisos del instituto subterráneo, pero se detuvo cuando vio que Scott estaba en el centro de operaciones. Lo quedó viendo por el cristal desde abajo, lo veía actuar confiado y con autoridad.

Al ser el mejor de los cazadores era el segundo al mando después de Gerard, por lo que tenía cierta autoridad cuando se trataba de supervisar algunas misiones.

Scott alzó su vista de la mesa de planes y divisó a la castaña yéndose.

Al día siguiente era temprano e Injae pasó por la biblioteca del instituto para devolver el libro que se había llevado la noche anterior.

—Hey, Venator.

La voz grave del pelirrojo a sus espaldas sorprendió a Injae.

— ¿Madrugando? —Bromeó.

—Vine a devolver un libro.

—Ya veo. —Se recargó junto al estante—. ¿Tienes tiempo ahora? El área de combate está vacía, muchos duermen y otros están demasiado ocupados… podemos entrenar.

La chica lo vio con recelo y él arqueó su ceja confundido.

—Tengo que salir a una misión más tarde así que no podré entrenar en nuestra hora acordada.

—De acuerdo.

Fueron al área de combate y mientras Injae terminaba de amarrar sus agujetas, Scott se entretenía buscando espadas en la estantería metálica en la esquina junto a la puerta.

— ¿Quieres escoger la tuya o te la escojo yo?

—No sé mucho de espadas…

—La escogeré yo —espetó antes de dejarla terminar.

El choque de las espadas sonaba fuerte por todo el lugar; Injae era ágil, pero Scott lo era aún más, seguirle el ritmo al pelirrojo estaba acelerando a gran velocidad el ritmo cardiaco de la chica a pesar de querer mantenerse estable para no perder el equilibrio y recibir un mal golpe.

— ¡Agh!

—Lo… lo siento —dijo preocupada.

—No te disculpes, está bien —afirmó Scott viendo su brazo.

—Pero te corté, yo…

—No te disculpes por herirme, nunca —expresó tajante—. Cuando se trata de pelear por tu vida, nunca debes disculparte por como lo haces… eres tú o tu enemigo.

— ¿Todos los cazadores son igual de soberbios? —Bromeó.

Scott se rio y dio un espadazo que Injae frenó con su espada.

—Nada mal —expresó pícaro.

Siguieron peleando y al mismo tiempo Injae mencionó el tema del padre del chico.

—Sí, era duro entrenar con él —expresó indiferente—, pero ahora no veo la diferencia entre su entrenamiento y el de Gerard.

Injae frunció su frente y se distrajo haciendo que tropezara.

— ¿Estás bien?

—Sí —respondió levantándose—. Pero no entiendo lo que dijiste de Gerard y tu padre, ¿qué quisiste decir?

El chico resopló y se acercó a ella para hablar cerca de su rostro.

—Digo que no confíes en Gerard —susurró serio—. Él podrá hacerte una gran cazadora y entrenarte para ser la mejor, pero si tienes una herida, que no la encuentre, porque si crees que está cerrada él la abrirá para crearte una muy dolorosa llaga.

Se quedaron viendo fijamente hasta que la voz de una chica los interrumpió.

—Aquí estás. ¿Ya te rebajas a las novatas?

Scott respiró exasperado y retrocedió de Injae para ver hacia su hermana.

— ¿Qué quieres ahora, Yurim?

—Que tierno.

Injae se alejó hacia los estantes para poner en su lugar las espadas y así darles espacio a los hermanos de hablar, pero la conversación fue muy breve y cuando la pelinegra se fue Scott se acercó con una toalla a Injae.

— ¿Todo bien?

Scott asintió sin mucha importancia.

—Y yo creía que mi relación con mi hermana era mala —bromeó alzando sus cejas.

—No sabía que tuvieras una hermana —dijo sorprendido.

—Sí, se llamaba Rebecca.

El chico notó la forma en pasado de cómo se refirió a su hermana y entendió la situación, bajó su mirada y preguntó con tacto:

— ¿Cómo murió?

—La mataron unos dementors.

—Lo siento mucho.

Se voltearon a ver y ella le asintió inexpresiva.

—Yo nunca he visto un dementor… ¿Cómo son?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.