Confesiones de una cazadora

Capítulo 30.

Injae regresó al círculo de piedra, colocó los artefactos sobre una mesa de roca con un espacio hundido para colocarlos. Scott y Stella seguían en la casa, los artefactos estaban cargando muy lento e Injae no dejaba de caminar en círculos de la desesperación.

— ¡Maldición! ¿Por qué cargan tan lento?

Estaba por lanzar una roca hacia el muro de piedra y se detuvo al recordar las palabras de Maya.

«“Ser un sobrenatural es también poseer energía mágica en baja cantidad al igual que una reencarnación que posee energía espiritual.”»

Volteó hacia la mesa rocosa y caminó con nervios hacia ella, titubeó por miedo unos instantes y después puso sus manos a los lados de la mesa. Unas chispas moradas brotaron esporádicamente, pero la mesa empezó a calentarse cada vez más rápido que empezaron a arderle las manos y por eso las quitó.

Se miró sus manos enrojecidas y adoloridas, pero vio que funcionó así que soltó aire y luego inhaló hondo para tomar valor y volverlas a poner sosteniéndose con fuerza al borde de la mesa. Sus manos empezaron a quemarse por el calor de la roca y después unas raíces negras subieron por la mesa hasta agarrarse de Injae y encarnarse en su piel hasta oscurecerle las manos y subir por sus brazos como venas de un color morado oscuro, conforme más subían, más fuertes y dolorosos se volvían sus gritos.

Las chispas soltaron electricidad al cargarse demasiado rápido y empujaron a la chica contra el suelo. El golpe contra el suelo la dejó sorda un momento y aún en el suelo y con la vista borrosa divisó que algunas cosas grandes iban hacia ella; se levantó mareada con un raspón en su frente y con el silencio todavía en sus oídos, quedó de pie viendo cómo se acercaban corriendo algunos dementors desde el bosque y volteó hacia el Tallat de cielo cortado sobre la mesa; alcanzó a tomarlo y cayó al suelo retrocediendo de espaldas cuando la criatura llegó, la adrenalina le hizo olvidar las quemaduras en sus manos y con el tallat, cortó en una de ellas para dibujarse la primer runa que recordó.

El dementor la levantó del cuello asfixiándola mientras la olfateaba, Injae dejó caer el Tallat y solo podía sostenerse del brazo de la criatura al mismo tiempo que daba patadas desesperadas sobre el aire. De pronto un calor intenso empezó a recorrer su cuerpo y sus ojos por un segundo brillaron de un anaranjado escarlata cuando de su mano salió fuego que se esparció sobre el brazo del licántropo permitiendo que liberara a Injae.

Injae cayó y retomó pronto su equilibrio, así como su audición mientras que el dementor sacudía su brazo para apagar el fuego que le quemaba, el resto de ellos lo rodearon para husmear lo que pasaba. La chica quedó atrás viéndose sus manos que tenían la runa ardiendo junto con llamas pequeñas querían salir de estas, comenzó a respirar agitada, cerró y abrió sus puños un par de veces para subir las flamas, pero no fue hasta que el dementor se giró para ella y soltó un rugido que Injae se impulsó lo suficiente para que subieran hasta rebasar su estatura.

Cuando pudo controlarlo dibujó una sonrisa de lado y esperó a que se lanzaran contra a ella para atacarlos con el fuego; los quemó por el cuerpo para defenderse de su ataques y les dio directo al corazón o la cabeza para matarlos, pero cada vez llegaron más y el fuego iba bajando, por lo que tomó de la mesa lo que parecía ser una espada incompleta que solo tenía su guarnición con el pomo y la guarda en forma de diamante, donde yacía un destello de luz blanco. Al tomar la empuñadura con la mano marcada, el destello de luz se volvió naranja y la hoja apareció hecha de fuego que ardía con fuerza.

Se quedó mirando la espada sintiendo el calor en su rostro, pero no le quemaba así que se puso en posición al ser rodeada de los dementors que la veían rabiosos.

— ¿Quién dijo que jugar con fuego era peligroso? —Susurró—. Vengan a jugar, malditos.

Atravesó al primero que se lanzó arriba de ella y al clavarle la espada se incendió completo; siguió peleando con el resto haciéndola recibir un par de golpes y rasguños, pero también los atravesaba por la mitad cuando podía y en un momento donde la espada hizo fricción con el pasto, se creó un camino de fuego hacia una de las bestias que al pisarlo no tardó en subir la flama por su cuerpo para quemarlo. Era como si el fuego en la espada tuviera vida propia y solo obedeciera a Injae porque fue de ella de quien provino al unirlo con la espada.

Cuando los dementors cayeron por completo Injae se quedó de pie con las piernas temblorosas y agitada por lo débil que quedó.

— ¿Injae?

La chica volteó despacio y miró a Scott junto a Stella cubiertos en sangre hasta en el rostro, entonces Scott llevó sus ojos a la espada que enseguida Injae soltó y él quedó atónito cuando vio la runa en su mano oscurecida, además de sus brazos marcados con venas oscuras.

— ¿Tú… usaste una runa en ti misma?

—Sí —dijo casi en un susurro—, no lo recomiendo.

Fue lo último que dijo antes de caer inconsciente.

Scott llevó cargando a Injae herida por los rasguños y por las marcas que le dejó la mesa de roca, mientras que Stella cargaba la mochila con los artefactos hasta las barreras de protección rúnicas del instituto de El círculo azul.

—Hasta aquí puedo llegar —avisó Stella—. Las barreras no permiten el paso de seres sobrenaturales.

—Gracias, Stella… por todo.

Se miraron serios y ella asintió como despedida.

—Por si no volvemos a vernos —mencionó nervioso—, lamento haber sido un idiota contigo.

—Y yo haber besado a Maya cuando aún salían… ella nunca te engañó.

—Lo sé. —Frunció sus labios y los elevó en un gesto de resignación.

Stella se dio la vuelta para irse y después se detuvo.

—Cuando despierte —insinuó viendo a Injae—, dile que… a veces está bien perder un poco el control si se sabe cómo regresar y que creo que ella sabría.




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