—Feliz cumpleaños.
Injae sorprendió a Yohan desayunando temprano en la sala de la casa de Gerard.
—No es mi cumpleaños —respondió indiferente.
—Claro que sí, hoy es trece de julio y no digas que no porque lo vi en el…
Dejó de hablar cuando se dio cuenta de que no podía revelar la forma en que supo su cumpleaños ya que fue cuando robó los expedientes de la computadora de Gerard.
— ¿Lo viste en dónde? —La miró serio—. Injae, ¿en dónde?
—Por ahí, en algún papel… no recuerdo ya.
— ¿Husmeaste en documentos confidenciales?
—No. —Agrandó sus ojos y apretó sus labios.
—Hey tranquila, no te juzgo —expresó relajado—, yo también lo he hecho.
Injae se rio cuando Yohan le guiñó el ojo y llevó su indice a la mitad de sus labios.
—No deberías desayunar tú solo en el día de tu cumpleaños, vayamos a la plaza, yo invito.
Injae y Yohan se fueron de la casa sin que aparentemente nadie los notara, pero en el establo estaba Yurim cepillando a los caballos y los vio de lejos.
— ¿Todo bien, Yurim?
—Ah… sí.
En la plaza por el puesto de un hombre anciano estaban Yohan e Injae pasando el rato con tonterías o pequeñeces infantiles como las llamó Yohan.
—Ya estoy algo mayor para peluches —expresó con desdén.
—Nunca se es suficiente mayor para un oso de peluche —alegó alegre—, además es mi regalo de cumpleaños.
Yohan se cruzó de brazos y resopló con una ligera mirada de cansancio al ver que la chica no podía ganar el peluche de la máquina de garra.
—Si no lo quieres… ¿me lo puedo quedar?
El chico se rio y asintió.
—Pero primero intenta ganarle a una maquina tramposa que roba el dinero de la gente —espetó al acercarse—. Así nunca vas a sacarlo.
El pelinegro sacudió la máquina para hacer que el oso cayese sobre el hueco de bajada, pero el dueño los vio y salió a regañarlos con su bastón así que ambos salieron corriendo de ahí.
Se detuvieron a comprar un helado para comerlo, sentados en una de las bancas frente a una cafetería.
—Hace calor.
—Dijiste que te gustaba el clima cálido de California —se burló Injae—, a menos que haya sido mentira.
—Sí me gusta el clima —mintió conteniendo su sonrisa.
Trató de evitar reírse, pero fue en vano porque terminó soltando una carcajada y después de detenerse, liberó un suspiro al dejarse recargar en la banca.
—Tenías razón…
Injae volteó a verlo desconcertada.
—Me gusta Yurim Evenson —admitió sin dudar—. También creo que yo le gusto solo que no quiere aceptarlo.
— ¿Y qué harás al respecto? —Sonrió.
—Tratar de que al menos lo admita antes de que yo muera.
— ¿No eres muy joven para eso?
—Hoy cumplo veintitrés, pero quizá en dos meses deje de cumplir porque siendo cazador todo puede pasar —expresó resignado—. Si sientes una respiración en tu hombro no te asustes que es la muerte acechando.
La chica frunció sus labios pensativa y elevó su mirada de vuelta al frente.
—Espero vivir al menos hasta los veintitrés y haber vivido como tú.
— ¿Qué te hace creer que yo he vivido?
—Un sexto sentido.
— ¿Algo así como un Injae-sentido? —Se burló jocoso.
Injae sonrió al oír y asintió con su cabeza.
—Una vez entré a un club, unos tipos me retaron y me peleé con ellos, luego ponché las llantas de sus motocicletas y me robé una.
—Uhm… no sería algo que me sorprendiera —bromeó irónica.
Siguieron hablando sobre algunas anécdotas peligrosas que había vivido Yohan hasta que este cambió el tema y mencionó a Scott.
—Entonces ya volviste a ser amiga de la zanahoria —comentó despectivo—. Te gusta, ¿cierto?
Injae se quedó callada y él la vio sorprendido.
— ¿No vas a negarlo?
— ¿Para qué? De igual forma seguirás molestándome con eso.
—Tienes razón.
—Aún no me has dicho por qué te cae tan mal.
—Desprestigió a alguien por su ego y por eso dejaron morir en una misión a una gran cazadora, ni siquiera tuvieron consideración al expulsarla —despotricó molesto.
—No creo que Scott haría algo así…
—Te sorprenderías de lo que son capaces las personas, por eso ten cuidado. Eres amiga de Evenson, bien; eres su rival, eso está bien —añadió serio—. Pero no puedes apuntarle con la espada y luego besarlo, en algún punto eso terminará mal y lo vas a perder de todas formas… lo sé por experiencia.
Yohan se levantó con rumbo a la cafetería, se detuvo al darse cuenta de que Injae no iba con él y volteó a ver que ella seguía sentada, por eso extendió sus brazos preguntándole si no iría con él.
Cuando regresaron al instituto, Yohan se quedó arriba en la casa mientras que Injae bajaba hacia el instituto subterráneo. Yohan pasó por la cocina para servirse agua cuando sintió una mirada atrás de él, pero la ignoró.
—Me preguntaba por la razón que hizo que dejases de fumar polvo de hadas tan seguido —comentó Yurim como si ya supiese la respuesta.
—Decidí estar lúcido por un tiempo —contestó desinteresado—, ¿no es eso suficiente?
—No, solo una gran mentira.
Yohan se volteó ofendido y vio su encendedor entre los dedos de Yurim.
—R. S —leyó las iniciales grabadas—, pero al abrir… está escrito Soler.
—Está bien, lo perdí en el establo y olvidé buscarlo.
— ¿De quién son las iniciales?
—De mi padre, Raphael Soler.
Yurim se quedó rígida por la forma en que le respondió Yohan. Se acercó y puso el encendedor en la esquina de la encimera junto al refrigerador, por donde estaba Yohan.
—Ya lo recuperaste.
—Que bien, ahora podré seguir flotando en las estrellas.
La chica reviró sus ojos.
—Era broma —agregó burlón—. Dejaré el polvo de estrellas.
— ¿Por qué? —Lo vio intrigada.
— ¿Debo tener siempre una razón para hacer las cosas?
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Editado: 04.04.2024