Confesiones de una cazadora

Capítulo 46. [Canción]

Hermione presentó a Injae con Yelena Velikhova, la inquisidora rusa del Orkunato. Por su parte, Gerard estaba charlando con otros líderes del parlamento mientras sus cazadores buscaban su lugar en el área de invitados.

—Mírala, ahora socializa con los grandes —despotricó Yurim.

— ¿Estás celosa de la nueva? —Insinuó burlón Félix—. Ni siquiera se ve cómoda hablando con la inquisidora.

—Pff —se bufó irónica—, que estupidez.

El chico se mantuvo riendo mientras se aflojaba la corbata.

—Tienes mal hecho el nudo, deja lo hago.

Se le acercó para deshacer su corbata mal hecha y volver a ajustarla, mientras lo hacía, el apiñonado chico de rulos dorados permaneció quieto sin apartar la vista del rostro de Yurim.

— ¿Tengo algo en la cara?

Félix negó nervioso y ella se rio un poco.

—Listo. ¿Es la primera vez que vienes a una graduación de Sølvbyen siendo mayor? —Miró al chico que le asintió—. Entonces fue bueno que Marco enfermera y te dejara su lugar —bromeó.

—Recordaba a La ciudad de plata como un lugar enorme, pero no recordaba que tanto —añadió jocoso—. Es increíble que de verdad fuera una bruja suprema quien cubrió a Sølvbyen con realidad disfrazada, creía que eran un problema, ¿por qué ayudaría a los cazadores?

—Debió hacerlo antes de que la magia caótica la corrompiera. Al parecer la única razón por la que eran un problema, era porque no sabían cómo controlar sus propios poderes.

—Es triste, no fue culpa suya que nadie pudiera ayudarlas a manejar la magia caótica.

En un rato más tarde estaba iniciando la ceremonia de recibimiento.

En la parte más alta, sentada en algo similar a un trono de mármol blanco con arco puntiagudo estaba la inquisidora Yelena como máxima autoridad y más abajo en la mesa se hallaban los doce miembros del Orkunato, todo en el extremo principal del centro ceremonial; a los costados estaban separados de la explanada por muros de concreto los lugares de los cazadores en entrenamiento que a su vez se separaban por escalones de los miembros de alto rango de los grupos oficiales, quienes por su estatus se les otorgaba un asiento de piedra caliza a diferencia de los novicios que tenían que estar de pie en posición de descanso o firmes según se les ordenara.

De uno en uno el director del instituto nombró a los cazadores que pasarían al centro. Veintisiete cazadores entraron en fila y se detuvieron frente al parlamento para esperar a dar su voto al unísono a la causa de los cazadores.

“¿Promete usar sus habilidades para el bien, protegiendo a los humanos y a sus compañeros de los peligros del mundo sobrenatural?”

“¡Sí, lo prometo!”

“¿Promete serle leal a esta causa y a La Clave, además de no atentar voluntariamente contra ningún miembro del Orkunato u algún grupo oficial?

“¡Sí, lo prometo!”

“¿Está consciente que de faltar a su voto será enjuiciado y castigado según lo dicte La Clave?”

“¡Sí, estoy consciente y lo acepto!”

“Bajo la autoridad de La clave, la inquisidora actual y del Orkunato aquí presente, los declaro a partir de hoy y hasta el día de su muerte, cazadores oficiales. Pueden pasar a firmar.”

Cada cazador esperó su turno para pasar a firmar con su nombre en el libro de los cazadores y después de hacerlo pasaban a recibir su marca.

—Señorita Venator. —Le ofreció una daga y un tintero de cristal.

Injae tomó la daga de empuñadura dorada con grabados celtas y de hoja afilada, que tenía en el interior y cortado con láser, el estampado de figuras circulares o espirales.

Acercó el tintero con la pluma de metal que imitaba la escritura de una pluma real y sin detenerse cortó su palma con la daga para gotear su sangre sobre el tintero, escribió su nombre tratando de llevar un buen pulso y al acabar, recibió un pañuelo para limpiar su mano. Siguió caminando hasta una mujer, esta era jefa del equipo de seguridad en Sølvbyen y también la encargada de tatuar las marcas con una vara pequeña de plata, adornada con tallados que imitaban la apariencia de metal derretido y tenía en su extremo un cristal que cambiaba su color cuando era usado.

La chica se arrodilló con una pierna frente a la mujer y con fuego que salió del cristal de la vara, la mujer dibujó sobre la nuca de Injae lo que sería un nueve acostado e incompleto, en cada lado añadió un punto afuera del trazo y dos dentro de él seguidos de dos líneas rectas separadas por una zeta diagonal invertida y arriba del símbolo más grande trazó una virgulilla del mismo largo, luego terminó con una línea recta encima del inicio de línea curveada y de la cabeza del nueve.

Durante el proceso, Injae apretó sus labios y puños para tratar de ignorar el dolor, cuando acabó se levantó para tomar su lugar con los cazadores que ya pasaron y como le dijo Scott, el ardor pasó rápido dejando una marca en negro.

Al acabar la ceremonia, Injae se reunió con su grupo.

—Por un momento pensé que lo arruinarías —bromeó Scott—, bien hecho.

Injae se sonrió avergonzada y con las mejillas coloradas; Félix se acercó viéndola relajado para asentir con su cabeza antes de hablar.

—Felicidades, Injae —añadió Félix.

—Gracias, Félix.

Yurim estaba cruzada de brazos oyendo las felicitaciones de los otros cuatro miembros que habían ido, tomó un respiro hondo y suavizó sus brazos.

—Bien hecho… Injae.

—Gracias… Yurim.

Yohan llegó a ellos y recargó sus brazos sobre la castaña con efusión.

—Felicidades, chica rúnica, ya eres oficial… es algo así como ser mayor de edad, ya tienes acceso a asuntos restringidos —bromeó jugando con sus cejas—. Y hablando de cosas restringidas, hoy es la fiesta de los graduados en el edificio viejo del laberinto sin luz.

—Déjame adivinar, ¿alcohol, drogas y posiblemente mucho sexo? —Desairó Scott.




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