Confesiones de una cazadora

Capítulo 53.

ADVERTENCIA.

Este capítulo contiene escenas de sangre y violencia fuerte o moderada qué podrían herir la sensibilidad de algunos lectores.

 

Más tarde, Scott buscó a Gerard en su estudio. Al entrar lo vio relajado, leyendo un libro frente a su ventana.

—Dijiste que no podía ir porque estaba suspendido, pero Yurim fue.

El anciano respiró fastidiado y cerró de golpe el libro.

—Le dije que esta era la oportunidad para corregir sus errores —expresó serio—. No te dejé ir porque tu suspensión fue por haberte callado ante la falta de tu hermana, pero ya fue suficiente castigo, irás a Indiana con Yohan y dos escuadrones de apoyo.

Scott quedó estático por el repentino cambio de parecer del anciano.

—Sucedió algo —dijo serio—. El grupo de Indiana está cayendo, necesitarán apoyo así que tú liderarás un escuadrón y el señor Soler otro para apoyar a su instituto.

— ¿Iremos a la misión del escuadrón 2521?

—No. Esto es solo una muestra de apoyo y solidaridad, no pienso arriesgar a más de mis cazadores de los que ya arriesgué en esa misión —confesó déspota—, pero el Orkunato debe vernos como un grupo confiable y a quien acudir cuando se necesita.

— ¿Lo haces solo para aparentar ante el parlamento? —Lo vio indignado.

— ¿Querías ir a Indiana? Ya puedes ir.

Scott se fue a preparar junto con los demás cazadores para viajar a Indiana.

Martinsville, Indiana.

Por otro lado, el primer escuadrón que salió en la mañana llegó al día siguiente cerca de la medianoche al lugar de la misión.

— ¿Es aquí? —Vio inquieta la orilla del bosque a donde llegaron—. Es un bosque normal…

— ¿Temes que te salga un oso, Samantha? —Se burló Yurim.

—Oigan —llamó un chico moreno—, se está rastreando la frecuencia de donde vino el audio de los cazadores… al parecer es en un poco más allá de la mitad del bosque.

—Todos tomen una linterna y sus armas, vamos a entrar —ordenó Injae.

El escuadrón se adentró al bosque con cautela y durante su búsqueda por sobrevivientes del grupo de Indiana, se separaron para ser más rápidos, sin embargo, no hallaban nada, ni siquiera los cuerpos.

— ¿Dónde carajo están los cuerpos? La señal termina aquí —protestó Yurim.

—Quizá sobrevivieron.

—No lo creo…

De pronto se oyeron troncos y ramas rompiéndose, quizá por pisadas; todos voltearon creyendo que era el resto del escuadrón.

—No veo nada, alumbra ahí.

Alumbraron a algo que no le vieron forma, así que siguieron subiendo la luz por la figura hasta llegar a la punta de esta, donde estaba lo que parecía ser su cabeza.

— ¿Qué es eso? Parece… un cráneo.

—Los cráneos no tienen cuernos de venado ni son tan… terroríficos —titubeó uno.

—Porque no es un cráneo… —dijo Yurim retrocediendo despacio—. Es un maldito wendigo.

Yurim le quitó el broche a su cinturón convirtiéndolo en una empuñadura roja de metal con un prominente botón en forma de diamante en el medio que al presionarlo, desplegaba una hoja filosa de plata esmaltada de lado y lado para formar su lanza.

Todos apuntaron sus armas contra el wendigo que se fue contra ellos, pero nada logró herirlo, mucho menos matarlo y de pronto, otros dos llegaron por los lados; Yurim logró atravesar a uno cuando abrió su hocico para comérsela y entonces por atrás, Injae lo partió por la mitad en su columna y esqueleto, cuando Yurim empujó las mitades del cuerpo, se quiso levantar, pero algo la jaló de los pies y luego eso mismo le cubrió la boca y ojos.

— ¡Yurim!

Yurim fue jalada desde la oscuridad del bosque y antes de que Injae pudiera alcanzarla recibió un fuerte rasguño en la pantorrilla, enseguida cayó al suelo golpeándose la frente con un tronco.

Cuando empezó a amanecer se veía claramente como todas la hojas estaban cubiertas de sangre y como estaban desparramadas las vísceras de casi todos los cazadores; Injae abrió los ojos y se quejó cuando sintió el dolor en su pierna, pero esta tenía una raíz amarrada en la herida y cuando se dio la vuelta para mirarla, se paralizó con lo que presenció a su alrededor.

Habían cuerpos abiertos que pertenecían a los cazadores de Indiana que estaban siendo envueltos por las raíces que se movían solas; allí mismo en el medio, estaban algunos restos carcomidos y desollados de los cuerpos del escuadrón de La orden, mientras que otros ya muertos estaban apenas siendo desmembrados para alimentar a los wendigos; entre los cuerpos arrinconados se encontraba un chico agonizando con su estómago abierto, siendo mordisqueado por un wendigo.

Injae vio a su compañero llorando y este ya muy débil, le señaló la daga que ella tenía cerca suyo.

—Por… favor —suplicó entre dientes.

La chica asintió sin estar completamente consciente de lo que hacía, se arrastró hasta la daga y se la tiró al moreno; el chico tomó la daga con sus últimos esfuerzos e inmediatamente se degolló mientras Injae lo veía con sus ojos lacrimosos.

Uno de los wendigos se acercó a Injae y la olfateó de cerca, pero la ignoró para seguir alimentándose.

“Hey…”

Alguien trataba de llamar la atención de Injae por medio de susurros y pequeños ruidos, la castaña miró a Samantha detrás de un árbol con el brazo descarnado; Injae se arrastró en silencio lo más que pudo para alejarse de las criaturas y cuando estuvo a suficiente distancia de ellos, Samantha la ayudó a levantarse para que ambas se fueran despacio evitando hacer ruido y llamar la atención de los wendigos.

—Traté de contactarlos, pero ninguno me respondió y ahora veo por qué —comentó Samantha irritada.

— ¿Y los otros dos que fueron contigo?

—Muertos.

Injae cerró sus ojos con fuerza.

— ¿Y Yurim Evenson? No vi su cuerpo.




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